El cambio climático golpea a l’Albufera y deja fuegos todo el año

Un microorganismo no detectado hasta ahora tiñe de rojo el agua del lago en un episodio sin antecedentes mientras los grandes incendios son también ya en primavera y otoño

La Albufera, en un color rojizo.

La Albufera, en un color rojizo. / Germán Caballero

Minerva Mínguez

Minerva Mínguez

Cuarenta y dos días con récords de calor por ninguno de frío este último año, sin apenas una gota de lluvia además en otoño. El balance meteorológico de la Comunitat Valenciana resume de forma gráfica la agudización de los fenómenos extremos, con unas temperaturas disparadas que han hecho especial mella en el medio natural. Buena prueba de ello han sido los incendios desestacionalizados como el de Villanueva de Viver en marzo y el de Montitxelvo en noviembre. En el primero el fuerte viento de poniente y la complicada orografía propiciaron un fuego devastador que se llevó por delante 3.444 y 2.126 hectáreas arrasadas respectivamente. Ambos en meses fuera del verano, pero con condiciones de falta de humedad y olas de calor similares a las de los meses más tórridos.

El lago de l’Albufera ha sido la otra gran víctima de los efectos del cambio climático. Con valores de hasta tres grados por encima de lo normal en casi todo el territorio, el humedal ha sufrido en los dos últimos años los registros más altos desde que se hacen seguimientos. El calentamiento persistente del agua, un factor fundamental para el crecimiento de algas, ha favorecido su aumento masivo. Algo que dificulta la disminución de clorofila, principal enemigo de la laguna. A aquella proliferación de primavera y verano sumada a la falta de renovación del vaso y su posterior degradación se achacó inicialmente el color marrón casi rojizo que arrastra desde septiembre. Una investigación de la Universitat de València ha confirmado ahora que esa persistente pigmentación se debe a una cianobacteria no detectada hasta ahora en la laguna somera y que se ha impuesto al ser capaz de captar mejor la luz que sus adversarias. Un estudio metagenómico de 2010 ratifica que tal microorganismo no se hallaba presente pese a tomarse millones de secuencias. Tampoco ha ayudado la ausencia de precipitaciones en la estación históricamente más lluviosa de la zona mediterránea. Ni la apertura de compuertas sin tener garantizada la entrada de agua ha derivado en un descenso del nivel de hasta veinte centímetros.

La situación disparó todas las alarmas, al incumplirse los mínimos establecidos por la Generalitat. Algo que obligó a la Conselleria de Medio Ambiente y al Ayuntamiento de València a reclamar un aporte hídrico extra a la Confederación del Júcar. La llegada de los 6.5 hectómetros cúbicos consignados para primavera se hicieron realidad hace dos semanas.

La gran batalla de l’Albufera, sin embargo, es ya contra la intrusión marina. El incremento acumulado de la temperatura de la superficie del mar se sitúa en 1,32 ºC, pero este año que ya concluye ha registrado valores superiores a los del período 1982-2021. Especialmente en la vertiente más oriental como es la valenciana. Con una subida del nivel del mar de entre 2 y 3 milímetros al año, el retroceso medio de las playas estaría entre 1 y 2 metros en 2040. Una catástrofe. Si los humedales costeros son la zona de mayor riesgo, l’Albufera es la que más extensión puede llegar a perder por delante de marjales como el de la Safor, Pego y Oliva o las lagunas de Santa Pola.

La Junta Rectora del Parc Natural de l’Albufera ya abordó en la primera jornada de su Comisión Científica en 2022 el daño directo de la crisis climática sobre el paraje protegido. «El impacto se traducirá en una reducción de los aportes de aguas continentales, en unas temperaturas más altas, en una mayor magnitud de los temporales y en un aumento del nivel del mar, hechos que sin duda van a modificar el ecosistema y afectar a sus aprovechamientos productivos», coincidían los expertos participantes en la cita. De ahí que abogaran por incrementar «la investigación científica».

Sin ir más lejos hace unas semanas la mesa redonda ¿Cómo afecta el cambio climático a l’Albufera? incidía en el «estado de vulnerabilidad» del enclave, con una consigna clara: «Regular la cantidad y calidad de los aportes que el lago requiere». Una necesidad que ha llevado a la Generalitat a reclamar al Ministerio de Transición Ecológica un mayor caudal y la implicación de la ministra Teresa Ribera.

Como medidas de adaptación más acuciantes se han planteado la recuperación del cordón dunar y aumentar la protección de la línea de costa para frenar la erosión de la restinga. Lucía Moreno, de Acció Ecologista Agró, colocaba el foco sobre el papel de los humedales como reguladores climáticos. Bien conservados tienen un efecto laminador en los temporales cada vez más extremos , a la vez que pueden secuestrar enormes cantidades de dióxido de carbono. Mal gestionados, por contra, pueden hasta aumentar las emisiones. El fuerte calor del verano y la falta de lluvias del otoño han evidenciado, ahora más si cabe, la fragilidad de tan emblemático ecosistema.

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