El jilguero "Panchito" cumple 24 años a base de magdalenas

El anciano pájaro afincado en la Font de la Figuera se dispone a doblar la esperanza de vida de su especie

El jilguero «Panchito» vive en una casa de La Font de la Figuera.

El jilguero «Panchito» vive en una casa de La Font de la Figuera. / ED

Miguel Marzal

¿Cuál es el secreto de la longevidad de Panchito? ¿Un entorno tranquilo y acogedor? ¿Una familia que le expresa constantemente todo su afecto? ¿O tal vez su alimentación? Difícilmente podrá afirmarse de un modo categórico qué respuesta es la correcta, pero lo cierto es que este mixto de jilguero de La Font de la Figuera (la Costera) duplica la edad máxima que suelen tener los ejemplares de su especie cuando fallecen.

Él, a pesar de los achaques propios de un anciano, sigue cantando y animando las jornadas de sus compañeros de domicilio. Panchito está a punto de cumplir 24 años. Es hijo de canario y jilguero. Ambos viven más en cautividad que en libertad. Sin embargo, raramente soportan más de 10 o 12 años.

Por esa razón, resulta tan sorprendente que Panchito mantenga su entusiasmo tras doblar la esperanza de vida de sus congéneres.

Residente en La Font

Siempre ha residido con un matrimonio de La Font. José María, de 81 años, y Rosario, de 78, lo cuidan con el esmero que se merece alguien que casi ha compartido con ellos un cuarto de siglo. Su jaula está limpia. Le cambian el agua con frecuencia y le compran alpiste de calidad. Además, le hablan con normalidad, porque es uno más en casa.

No obstante, este pájaro goza de otro extraño privilegio. A menudo, come dulces como magdalenas o bizcochos. Los prepara Rosario, con la ayuda de José María. Panchito, que los prefiere al mijo, los devora con fruición.

A las visitas que recibe esta pareja fontiguerense les llama la atención este extremo, pero José María y Rosario lo consideran de lo más normal. Hace años que hicieron la prueba y, desde entonces, el mixto de jilguero ha integrado la repostería humana en su dieta, sin que nunca le haya sentado mal.

Últimamente, el ave está algo cansada y delicada, lo que ha preocupado al matrimonio. Sea como fuere, cada mañana continúa desayunando con ellos en la cocina y, si se siente con fuerza, ameniza las mañanas y las tardes con sus trinos. Cuando anochece, oculta su cabecita entre su plumaje, y la pareja de pensionistas, antes de irse a la cama, le dice «hasta mañana» con la convicción de que, al amanecer, les despertará con sus improvisaciones.