Fuera de compás

Cuento de navidad

Fernando Soriano

Fernando Soriano

Esto sucedió tal día como hoy de 1978 o 1979. Segon dia de Nadal, Sant Esteve, día de sobras de puchero, de arroz al horno, de canelones y de primos. Por aquel entonces la jornada era festiva y Neil Young, Roger McGuinn y David Crosby decidieron pasarla en València. El responsable de aquella visita fue el personaje central de esta historia, Albert Gínia, un lutier de Benixilet. Albert estuvo entre los poquísimos españoles que vieron el concierto que The Jimi Hendrix Experience dio en la sala Sgt. Pepper de Palma de Mallorca el 15 de julio de 1968, una actuación que fue lo único que se materializó de un festival llamado Canyelles en el que iban a tocar los Animals, Donovan y The Byrds entre otros.

El astro todavía era accesible y, durante una conversación en la que se mezcló el rock psicodélico y el folclore mediterráneo, que fascinaba a Hendrix, Albert prometió construirle un instrumento revolucionario: una bandurria eléctrica de 12 cuerdas. Así fue, pero por su prematura muerte Jimi jamás llegó a tenerla entre sus manos. Sin embargo, fue Roger McGuinn, de The Byrds, quien al final se hizo con ella después de una larga relación epistolar que mantuvo con el lutier después de que el huracán zurdo le hablara de aquel artefacto.

A finales de los 70 Crosby andaba muy despistado entre el alcohol y las drogas y, para animarlo, Young le prometió una nueva gira con Stills y Nash en cuanto mejorara. Un viaje corto a la exótica España mediterránea podía ser un buen inicio. Por su parte, McGuinn nunca se llevó demasiado bien con Crosby, y tampoco es que fuera amigo del alma de Young, pero se aguantaban, así que no había impedimento para pasar unos días de vacaciones cerca del mar, siempre y cuando David no desbaratara. Además, los tres querían ver con sus propios ojos aquel legendario instrumento que, en manos de Hendrix, podía haber cambiado la historia del rock.

El trío llega a València el 26 de diciembre y la pasean acompañados por Albert. Se quedan tres noches, pero pasan desapercibidos excepto por alguna salida de tono de Crosby, que desarrolló una desmedida afición por el anís en todas sus formas y variedades. A petición del lutier planean grabar «Cowgirl in the sand», «Eight miles high» y «El tio Pep s’en va a Muro» en un palacete de la calle Caballeros, con el mismo equipo que se utilizó en la grabación del sonido del documental de 1975 Canet Rock, de Francesc Bellmunt.

Luz roja. Grabando. La bandurria eléctrica de Roger sonaba perfecta durante los ensayos, con el ampli de válvulas calentito como una estufa, pero queda algo apagada en las grabaciones, el equipo de sonido no parece hacer buenas migas con el invento de Gínia. El guitarrista de los Byrds confiesa entonces que el brillo final de su Rickenbacker, aquel campanilleo mágico, salía de un sistema de compresión ignoto para los técnicos locales. Mal asunto. Durante la grabación de «El tio Pep», que canta McGuinn en valenciano, es la guitarra acústica de Neil Young la que propulsa al resto de la banda, con su mano derecha desbocada, pesada como el uranio y su característico crujir de patillas.

Roger se esfuerza, pero ¿y David Crosby? El bigotudo quedó al cargo de las armonías vocales y de la percusión, en forma de botella de anís raspada con un mazo de almirez y un manojo de cascabeles. Se registran nueve tomas de la canción y todas ellas suenan diferente. Los cascabeles bien, pero la botella… Resulta que David bebe continuamente y, con cada trago, la sonoridad y la afinación del chisme cambia al verse alterada la cantidad de líquido en su interior. Así no hay manera. Con mucho trabajo consiguen que suelte la botella, pero la bronca ha llegado demasiado lejos y el trío se niega a continuar. Vuelven por separado a los Estados Unidos. Las cintas, inaudibles después de un agresivo proceso de postproducción para arreglar el desaguisado, quedaron en poder del de Benixilet, pero se perdieron en la pantanada de Tous junto a la bandurria, las cartas de McGuinn y todo el material gráfico de aquellos tres días tal y como me aseguró Albert Gínia durante la entrevista de la que salió este cuento de navidad. Todo muy extraño y a la vez muy oportuno, tanto que no sé si habré sido víctima de una fabulosa tomadura de pelo.

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