Crítica|Música

Con la miel en los labios

Un momento de la ópera.

Un momento de la ópera. / Live Music Valencia

Justo Romero

Justo Romero

"Salome", de Richard Strauss. Opera en un acto. Libreto del compositor según el original homónimo y en francés de Oscar Wilde. Reparto: Lise Lindstrom (Salome), Michael Nagy (Jokanaán), Michael Weinius (Herodes), Stefanie Iranyi (Herodías), Jon Jurgens (Narraboth), Sophie Harmsen (paje de Herodías), Josep Fadó (primer judío), Pablo García López (segundo judío), Vicenç Esteve (tercer judío), Ángel Rodríguez Rivero (cuarto judío), etcétera. Orquesta de València. Direc­ción musical: Alexander Liebreich. ­Lu­gar: València, Palau de la Música. Entrada: 1200 personas (lleno). Fecha: 1 de febrero de 2024.

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En absoluto se cumplieron las expectativas generadas. El retorno de la ópera al Palau de la Música, el jueves, con una ambiciosa pero finalmente fallida versión en concierto de la ópera "Salome" de Richard Strauss, no ha podido evitar dejar un cierto sabor de decepción. Un borrón en la gloriosa tradición de óperas en conciertos programadas por el Palau de la Música en sus fecundos años. Basta repasar algunos de sus protagonistas para certificar el nivelazo de unos repartos que siempre contaron con lo mejor de lo mejor de la escena operística: desde Salminen a Alagna, Behrens, Ramey, Morris, Rysanek, Marton, James King, Taddei, Scotto, Cossotto, Jerusalem, Meier, Bayo, Sweet, Zajick, Gedda, Foster, Halfvarson Chernov, Patané, Burchuladze, Scalchi… También Inga Nielsen, Simon Estes y Gwyneth Jones, protagonistas vocales de la Salome que ofreció la propia Orquestra de València en mayo de 2000.

El discreto reparto de esta "Salome" era impropio del Palau de la Música y de su gloriosa tradición de ópera en concierto. Cierto es que la protagonista, la soprano estadounidense Lise Lindstrom, llegó incluso a cantar algunas funciones de "Turandot" en el Palau de les Arts: en 2014 y por los pelos. Una década después, su voz ha perdido su zona más noble, los agudos, mientras que los registros medios y graves no existen, y menos con una orquesta como la 'straussiana', y encima emplazada en el escenario y no en el foso. Alexander Liebreich, con evidente empacho sinfónico, se entregó así al supremo deleite sinfónico, y se olvidó de que entre la orquesta y el público se ubicaban unos cantantes cuya voz hay que encajar y calibrar en el tejido orquestal. El torrente sinfónico enmudeció a los cantantes. Para colmo, Jokanaán, cantó emplazado a años luz de distancia, en la lejanía de las alturas de la terraza izquierda, con lo que además de agudizar aún más el problema del balance acústico, fracturó cualquier posibilidad de interacción con Salome.

La Orquesta sonó también a años luz de la disfrutada apenas dos semanas antes en la 'Quinta' de Mahler. Era evidente que faltaban ensayos para resolver las mil y una dificultades que plantea la precisa orquestación. Las gradaciones dinámicas se percibieron descuidadas, tanto como la claridad en las diferentes voces y sonoridades, calidad instrumental, colores, sugerencias, magia y delicadezas… En 'Salome', entre sus inmensas tensiones y asperezas, habita un intenso lirismo y algunas de las más emocionantes frases de la historia de la ópera. Todo quedó engullido en una versión en la que, sobre el temple y balance, se impusieron el impulso y el arrebato.

Entre los cantantes, apenas destacó el noble Narraboth del tenor Jon Jurgens. El barítono Michael Nagy -que no es precisamente Simon Estes- fue un noble Jokanaán, pero falto de fuelle, potencia y peso vocal. Tampoco la mezzo alemana Stefanie Iranyi es Gwyneth Jones. Realmente, más que la madre de Salome, parecía una amiguita de la pandilla. Incluso podría ser su hija. Histrionizó el personaje hasta límites veristas. Un dislate. Michael Weinius cumplió como un Herodes de enfatizados gritos, más malas pulgas que lascivo y perverso. Al final, Salome, después de no bailar su danza, besó la boca amarga y decapitada de Jokanaán. Y se quedó tan contenta (y eso que ni siquiera le pusieron una bandeja de plata para ambientar su gran escena final).. Pero nosotros, el sufrido público, tras esta fallida Salome, nos quedamos con la miel en los labios.

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