Adiós a la Sala Ultramar, una despedida dura y optimista

El teatro cierra sus puertas este domingo con la última representación de "Morning Glory"

Julia Vicario, José Ramón Pérez, Mertxe Aguilar, Begoña Palazón

Julia Vicario, José Ramón Pérez, Mertxe Aguilar, Begoña Palazón / J.M.López

Saray Fajardo

Saray Fajardo

“La Sala Ultramar nace con la voluntad de abrir las puertas de un Gran Teatro de la Ópera Sumergible, cuyo uso sea el de cobertizo para las más íntimas y valientes celebraciones artísticas. Un diminuto gran teatro que sea a su vez buque y puerto, astillero para el llanto y jocoso desguace, torre vigía y fragata pirata, albatros sin vértigo y submarino de tesoros abisales, playa para el desembarco y cabildo para náufragos de todos los pelajes”. Con este discurso, al cual acompañaba el espectáculo “El alma serena” de la Companyia Hongaresa de Teatre, se abrían las puertas de esta sala teatral ubicada en el céntrico barrio de Extramurs el pasado abril de 2012.

Sin embargo, “este puerto en el corazón de València y, al mismo tiempo, un velero en medio de todas las aguas internacionales”, cierra, con mucho pesar, sus puertas doce años después. Concretamente, el equipo se despide de su público este domingo con la representación “Morning Glory”.

“Son días duros, está siendo difícil, pero, a la vez, queremos que pase ya”, señala la directora Mertxe Aguilar, quien fundó esta sala hace más de una década. “Cuando abrimos, estaba embarazada y siempre digo que es como el gemelo de mi hijo”, recuerda con una sonrisa. Junto a sus compañeros Begoña Palazón, José Ramón Pérez, Julia Vicario y Guada Sáez, aprovechan las últimas horas en esta estancia, en la que el predominante azul turquesa evoca sensaciones de calma, paz y serenidad. A pesar de la situación, sus rostros reflejan alegría y optimismo, como el lema que cuelga en una de las paredes, en el que se puede leer “Seamos optimistas”. “Sin duda, nos volveremos a juntar”, recalca Pérez, quien se encarga de la parte técnica en cada uno de los espectáculos. Reconoce que, a pesar de que ha habido “errores y tropiezos”, se han convertido en una familia.

La Sala Ultramar se despide tras doce años.

La Sala Ultramar se despide tras doce años. / J.M.López

El escenario de esta pequeña sala es muy diferente al que la gente está acostumbrado a ver. Las 75 sillas situadas en la grada llegan a fundirse con el propio espectáculo convirtiendo la sala en una experiencia íntima, en la que los susurros se escuchan en cualquiera de los rincones. “Son salas necesarias porque son accesibles a todas las compañías, lo que permite arriesgar”, señala la directora.

Problemas económicos

Sin embargo, estos riesgos pueden suponer, en ocasiones, pérdidas económicas para la sala. “Hay que tener en cuenta que la cultura de base no es la misma que una serie de Netflix”, explica Aguilar, quien reconoce que “cerrar una empresa es difícil, ya que hay muchos papeles y cosas que no son agradables”.

La sala ha sufrido pérdidas en los últimos años. Sin embargo, la peor parte llegó antes del pasado verano, cuando el banco le comunicó a la directora que no renovaba la línea de crédito y, por otra parte, les denegaron una ayuda económica. “Si lo hubiésemos sabido antes, igual hubiésemos podido reaccionar y haber aguantado un poco más porque este año la economía estaba más controlada, pero nos encontrábamos en una situación de estancamiento”, explica. Sin embargo, la situación había provocado una falta de sueño en parte del equipo. Añade: “Habría que buscar mucho para poder resurgir, pero, al final, te preguntas si vale la pena no poder dormir”. En este sentido, la joven Palazón indica que “ha sido un cansancio arrastrado, por lo que era difícil”. Cuando Aguilar tomó la decisión, el resto del equipo no dudó en apoyarle. “Fue una decisión conjunta porque estábamos cansados. Aunque ahora estemos en una fase de duelo, ha sido un crecimiento y un aprendizaje”, recalca.

“La cultura genera trabajo”

Julia Vicario fue la última en llegar al equipo en febrero de 2021. “Ha sido muy intenso porque no siempre va bien, pero la sala me ha dado mucha felicidad”, recalca. Reconoce que “la cultura genera trabajo” y, por eso, las compañías les han agradecido durante estos meses todo el cariño recibido.

Lamentablemente mañana el telón se bajará por última vez y las puertas se cerrarán definitivamente. Cada uno de ellos seguirá su propio camino. “Se acaba una infraestructura, pero no el nosotros”, concluye Vicario.