La escena es maravillosa. De las que solo suelen ocurrir en las entrañas de un pueblo tan taurino como Algemesí. Una nieta, de menos de 10 años, acompaña a su abuelo, de unos 80 años, a la plaza de toros por la calle Lluís Vives, una de las principales arterias de la localidad de la Ribera. El hombre, sorprendido, le pregunta a la joven qué lleva en la carpeta que recoge debajo del brazo y ella, que contesta ilusionada, responde que un pañuelo y unos folios para que se lo firmen los toreros de esa tarde. Se miran y se cogen de la mano camino de la plaza mayor a paso silencioso. Un asombro. Otra mirada. ¿Es involuntario aquel peregrinaje? Ellos solos se entienden. Tal vez porque es, en el fondo, un verdadero acto de amor en plena Setmana de Bous.

Y es que Algemesí tiene una nueva esperanza torera: Nek Romero, un joven de 19 años que reúne las condiciones necesarias para ser torero. Este sábado fue su puesta de largo con todo su pueblo rendido, con toda su familia encandilada en el tendido. De hecho, su padre, que no paró de fumar para templar los nervios, repartió orgulloso fotos de su hijo en el cadafal. Y Nek, que debutaba con caballos, sabía que no podía fallar. Por eso se anunció con la divisa de Victoriano del Río, ganadería triunfadora en 2019. Palabras mayores.

"Soleares", número 181, fue el novillo del debut. Serio y hondo, un señor novillo. Un torete en toda regla si hablamos de Algemesí. Brindó la faena a su abuela, emocionada en el tendido 10. Y el animal respondió en bravo. Lo pedía todo por abajo. Humillador, pronto y de extrema exigencia. De reata le venía su categoría en la embestida porque era hijo de un semental nuevo, de nombre "Dalia", número 69, que es hermano del famoso toro lidiado por José María Manzanares en Madrid.

Con la boca demasiado seca, a Nek le costó cogerle el aire porque no era un animal fácil para un debutante como él. Arriesgó sabiendo que podía ir más que directo a la enfermería y, conforme avanzaba la faena, iba disipando las sombras que proyecta la verdadera bravura del novillo. Porque cuanto más le bajaba la mano, mejor respondía el animal. Una tanda final por el pitón izquierdo fue definitiva, amplia, cargada de posibilidades. Y el toreo surgió por sorpresa, como salido de la nada, para pasarse los pitones a milímetros de la taleguilla y ganarle la partida al toro en el plano mental y físico. "Aquí mando yo", pareció decirle. Sereno, solemne, despacioso. Y el coso de la Ribera estalló. Paseó las dos orejas en medio de un clamor tras una buena estocada.

La faena al cuarto, de nombre "Pudoroso", número 104, fue de una comunión total. De no ser por el mal uso del acero hubiera sumado otras dos orejas en su primera salida por la puerta grande de Algemesí. El novillo, que enseñaba las puntas con mayor seriedad, fue premiado con la vuelta al ruedo por su excepcional clase. Antes, el vecino de Algemesí puso la plaza al rojo vivo con tres pares de banderillas con exposición y riesgo. Rota la cintura, largo y suave en su trazo, hundidos los talones en la arena, Nek Romero lo cuajó de principio a fin por ambos pitones. En un cambio de mano latió una profundidad exquisita. Una pena la espada. Solamente paseó una oreja.

Manuel Caballero, que debutó en el coso valenciano con el peso del nombre, cortó una oreja al primero de la tarde en una faena demasiado pulcra tras sobreponerse a dos volteretas sin aparentes consecuencias.

En el tercero anduvo sobrado y abusó de un toreo periférico. El chaval llegó tan poco a los tendidos que desde el ayuntamiento se pusieron a repartir gusanitos entre el público, un gesto bastante feo por tratarse del pueblo y la feria que es.

Y Nek Romero se marchó por la puerta grande con el futuro en sus manos después de estar a la altura de las circunstancias. Que no era fácil.