La guerra frena la recuperación

Un final del conflicto en 2023 abriría buenas perspectivas en el país para las firmas valencianas

Un barco cargado de cereal deja el puerto ucraniano de Odesa, el pasado agosto. | EFE/EPA/STR

Un barco cargado de cereal deja el puerto ucraniano de Odesa, el pasado agosto. | EFE/EPA/STR / Juanma vázquez. valència

Entre las ensordecedoras bombas, la guerra en Ucrania cumplirá el viernes un año, un tiempo que ha transformado no solo la realidad del territorio ucraniano y sus ciudadanos, sino también las relaciones y la economía del mundo, especialmente la de una Europa –y dentro de ella la de la Comunitat Valenciana– que ha sufrido con fuerza las consecuencias derivadas del conflicto, directas y, sobre todo, indirectas.

El punto de partida previo al conflicto, sin embargo, ya era complejo. Un entorno macroeconómico que venía marcado por los cuellos de botella, con cadenas logísticas aún sin una recuperación completa tras la pandemia a pesar de que el retorno productivo de las compañías y el consumo de la ciudadanía volvía a mayor ritmo. La diferencia en la evolución de ambos contextos derivaba en una subida inflacionaria que comenzaba a encender alarmas a finales de 2021 tras años de precios bajos en las materias primas.

Con ese marco, la llegada de la guerra fue –resumido en palabras de Vicente Mompó, responsable del área internacional de la Cámara de Comercio de València– «un detonante» que ha influido «tanto a empresas como a ciudadanos». No en vano, el conflicto fue un factor determinante en la escalada de la inflación, que del 6,2 % con la que comenzó el año en la Comunitat Valenciana llegó a picos del 10,9 % en verano. Traducida a niveles productivos, la compra de materias primas era más cara, la energía necesaria –a causa de los vetos a Rusia– resultaba también más costosa y ello desembocaba en una fabricación que implicaba desembolsar más dinero. Lo mismo sucedía con su posterior traslado por la cadena de valor, donde impactos como el auge de los combustibles también hacían mella.

Al final, quedaban unos productos a disposición del ciudadano mucho más caros, especialmente el de unos alimentos que en 2022 se encarecieron en algunos casos tan básicos como el aceite o la leche hasta en un 40 % respecto al año previo. Mientras, los salarios –según datos del Ministerio de Trabajo– solo se incrementaban en un 2,78 %. Una gran pérdida de capacidad adquisitiva en los bolsillos del ciudadano. Pese a todo, la inflación se ha contenido en los últimos meses y la recesión que se esperaba para este 2023 se va a quedar en una frenazo, pero con crecimiento del PIB: pasaría del 5,1 % de 2022 al 1,9 % previsto para este año.

Más allá de la clara deriva macroeconómica, la guerra en Ucrania también ha dejado una influencia decisiva en las relaciones comerciales de las empresas, que, como destaca Mompó, ha desembocado en una «desviación del comercio, el cambio de algunas tendencias en productos de importación y exportación y la subida del precio de las materias primas». Según los datos ofrecidos por la propia Cámara, entre enero y noviembre las exportaciones desde la autonomía valenciana a Ucrania cayeron en un 33,2%, desde 82 a 55 millones de euros, un golpe que notaron especialmente aquellas mercantiles que suministraban los dos principales productos procedentes de la Comunitat Valenciana: los cerámicos (-56,5 %) y los tractores (-54,94 %).

A pesar de esta circunstancia, las importaciones en 2022 desde el territorio ucraniano sí aumentaron casi un 9 %, con crecimientos destacados en materias primas como, por ejemplo, los cereales (89,4 %) o la madera (77,1 %). Ello, explica Mompó, muestra cómo los ucranianos «se han buscado la vida para vendernos esos materiales», un comercio llevado a cabo gracias a que «la logística sigue funcionando a través de las fronteras terrestres por Polonia, Eslovaquia y Hungría». Es decir, que más allá de la zona en la que se dan los combates, desde el resto de Ucrania la actividad comercial no se ha detenido.

Perspectivas futuras

Mirando al futuro, sin embargo, la situación sigue siendo incierta. «Si la guerra acaba en este 2023 las perspectivas económicas pueden ser buenas o muy buenas», asegura Mompó, porque si se logra alcanzar una «estabilización» para el país, en una recuperación «que contará con financiación internacional pública y privada» habrá «muchas empresas interesadas en la reconstrucción, las obras públicas, los sistemas sanitarios, etc.». No obstante, «si llega a 2024 la cosa se complicará mucho», ya que sin esa solución al conflicto Mompó prevé que «las empresas al final se cansarán y eso puede repercutir en contra de Ucrania».

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