Un bum y trampantojos en el milagro económico de António Costa

Exprimió con éxito los fondos UE, revirtió la falta de inversiones en el norte y vació las oficinas de empleo, pero con salarios muy bajos

El exprimer ministro luso António Costa, en su comparecencia de este martes.

El exprimer ministro luso António Costa, en su comparecencia de este martes. / JOSÉ SENA GOULÃO

Lara Graña

El municipio portugués de Vila Nova de Famaliçao, a una hora por carretera de la frontera con Galicia, sumará un nuevo (y séptimo) parque empresarial. Tendrá cerca de 216.000 metros cuadrados en las fegresías de Lousado, Esmeriz y Cabeçuda, y se humanizará parcialmente con fondos comunitarios de cohesión.

Lo que será complicado es que las empresas que se asienten en él consigan personal con rapidez: la tasa de paro del segundo trimestre en esta localidad, según los datos oficiales de la Comissão de Coordenação e Desenvolvimento Regional do Norte (CCDR-N), fue del 3,8%. Y tampoco les servirá echar mano de concellos próximos: en Trofa el paro tampoco llega al 4%, Santo Tirso lo tiene en el 5% y Barcelos –a escasos veinte kilómetros por carretera nacional– exhibe un rutilante 2,7% de desempleo.

Es una fotografía clara del resultado de las políticas promovidas desde Lisboa por António Costa, tanto en coalición con el Partido Comunista y Bloco de Esquerda como en solitario, de apuntalar el desarrollo económico del norte del país, largamente despreciado. Aprovechando las inyecciones monetarias de Bruselas, la cercanía al polo industrial del sur de Galicia y, cómo no, su condición de territorio low cost. Milagro económico con peros, espejismo con aristas, un tigre –como aquel irlandés– que coger con pinzas. Un megaproyecto energético a tiro de piedra de Ourense ha acabado con su estancia en el Palacete de São Bento.

Costa sucedió a Pedro Passos Coelho al frente del Gobierno nacional. Para entonces, las cámaras (gobiernos locales) del norte ya sabían a la perfección lo que era captar inversiones de compañías históricamente asentadas alrededor de factorías de coches como la de Stellantis Vigo: BorgWarner, MGI Coutier (ahora Akwel), Gestamp, Antolín o TRW (adquirida por ZF). Solo que eran una avanzadilla, atraída por suelo industrial casi regalado –o sin el casi–, facilidades burocráticas que son ensoñación en España y salarios bajos. Un ejemplo: Cámara Municipal de Ponte da Barca, parque empresarial do Rodo. “Para actividades industriales, de almacenaje, comercio y servicios –dice el reglamento, publicado en el Diário da República– que vayan a crear [...] más de 60 puestos de trabajo efectivos, el terreno será cedido al precio de 13 céntimos el metro cuadrado”.

Alfombra roja

Otro ejemplo más: Arcos de Valdevez, reglamento municipal para parques empresariales. “Al precio br de venta del lote (terreno) se le podrá aplicar un incentivo”, que puede alcanzar el 100% si la inversión supera los dos millones de euros. Y sin perjuicio, además, de poder recibir “otro tipo” de beneficios de índole fiscal. El contraste: parque empresarial de A Veigadaña, en Mos, promovido por la Xunta; el metro cuadrado ya bonificado se paga a 107,1 euros.

Sindicatos gallegos llegaron a amagar con llevar esta política de suelo gratis y dumping fiscal a la Comisión Europea, pero se quedó en escaramuza. La patronal no secundó esa denuncia –más bien la utilizó para pedir medidas similares al Gobierno central y autonómico– y, como expuso a Faro de Vigo, de Prensa Ibérica, el exministro de Economía (con el propio Costa) Pedro Siza, “es mejor que se invierta en Portugal, y que eso contribuya a Galicia, y no en Marruecos”.

¿Y los salarios? Han medrado significativamente durante las dos legislaturas y media de António Costa, pero continúan siendo muy bajos. A cierre del segundo trimestre el sueldo promedio en el norte de Portugal ascendió a 1.011 euros mensuales (1.044 euros en el conjunto del país), aunque las remuneraciones más habituales siguen oteando el mileurismo a lo lejos. En las actividades turísticas, profusamente auspiciadas desde Lisboa, la nómina media es de apenas 761 euros al mes, de 719 euros en las agrícolas o de 913 euros en la industria manufacturera.

De ahí la estrategia de captación de mano de obra en el continente africano, en la extensa red de antiguas colonias lusas (singularmente, Comunidade dos Países de Língua Portuguesa). Estos sueldos –la inflación acumulada durante el mandato de Sousa es del 18,33%– no han sido aliciente para repatriar talento emigrado.

Es innegable que el ya ex primer ministro promovió el avance económico del norte del país, y que vio en la raia las oportunidades que antes habían empezado a explotar las empresas. Y determinó que era el sur de Galicia y no la meseta española la conexión natural entre Portugal y España. Negó de plano cualquier “solución impuesta”: “Nuestra prioridad no es la conexión entre Madrid y Lisboa, porque de Madrid a Lisboa vamos en avión. Ya tenemos conexión. Nuestra prioridad, en efecto, es el eje atlántico, Lisboa, Porto y Vigo”, exhortó su ministra de Cohesión Territorial, Ana Abrunhosa.

“El Gobierno del Reino de España –concretó en octubre de 2020– nos puso en una situación que no es fácil cuando casi nos impone la conexión entre Madrid y Lisboa, cuando nosotros no tenemos como prioridad Madrid-Lisboa”.Todavía la pasada semana, cuando el vendaval político ni asomaba por São Bento, Costa volvió a clarificar su postura: “pese a las voces que decían que no se haría, este proyecto [alta velocidad ferroviaria entre Oporto y Lisboa] ya está en marcha y que se culminará en 2030”.

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