Al norte y al sur. Pero el "cap i casal" es como una cúpula en la que no había forma de introducir la cultura de la Coca de San Juan más allá de quien la compra un día cualquiera. El Gremio de Panaderos y Pasteleros de València quiere romper esta tendencia y que ningún comensal se prive de un bocado que, aunque no tenga calendario, sí que tiene sus particulares días azules coincidiendo con el solsticio de verano.

Durante estos días, hornos y pastelerías de barrio ofrecen cocas de San Juan, dulces y saladas, reivindicando así su carácter más artesanal y poniendo en valor este producto tradicional típico de la zona del Mediterráneo, del que la ciudad anda despistada. Se lleva viendo una campaña que todavía durará hasta que las hogueras imaginarias se apaguen. "Esperamos que en breve se conviertan en un producto típico que no puede faltar cada San Juan", asegura el presidente del gremio, Juan José Rausell. Cocas que pueden ser a base de atún y piñones, tomate, queso o cebollita para el bocado salado, en el que domina el ingrediente sobre una masa que no es cargante (no hace tiempo para eso), o con crema y fruta de temporada para las dulces sobre un blando bizcocho, sin faltar en ningún caso el toque de la "bacora". La primera, como almuerzo, tentempié, aperitivo o cena ligera. La segunda, como postre. Y las dos como merienda.

Los hornos tradicionales han echado el resto, dentro de una campaña de redondear la repostería del calendario festivo, que tenía algunos flecos por completar. La coca, que es dogma de fe muy cerca, gana terreno y sabor.