Conflicto en Oriente Próximo

El sur del Líbano ve en Gaza ecos de su pasado y de su futuro

Desde la creación del Estado de Israel, la población de esta región del país ha compartido los traumas, el desplazamiento y la desposesión con sus vecinos palestinos

Carteles de líderes de Hizbulá e Irán en el centro de Tiro, en el sur del Líbano.

Carteles de líderes de Hizbulá e Irán en el centro de Tiro, en el sur del Líbano. / Andrea López-Tomás

Andrea López-Tomás

Cualquier residente del sur del Líbano puede recitar un catálogo de anécdotas que incluyen experiencias de bombardeos, desplazamiento y resistencia. Son sus propias vidas. Nada les sorprendre. Lo han vivido desde que nacieron. Son las mismas experiencias que se repiten casi de forma cíclica a lo largo de generaciones. La guerra de 2006 contra Israel reabrió la herida que los seis años trascurridos desde su liberación tras dos décadas de ocupación no habían podido curar. Esa guerra relámpago la dejó abierta y, antes de que cicatrizara, estalló este nuevo conflicto. Pero, junto a sus historias de desposesión, siempre hay una memoria compartida de resistencia. Su posición geográfica ha sido su condena. Es esa misma geografía mediterránea y montañosa que resigue la Línea Azul que les separa de "Israel, nuestro enemigo", coletilla que acompaña cualquier mención del Estado vecino. Sus habitantes, libaneses y palestinos, han resistido a los embistes del Ejército israelí durante décadas hasta hoy.

Pese a los 120 días y noches de choques con las tropas israelíes y los más de 200 muertos, el Líbano no está en guerra. Así lo cree. Así lo dicen, porque sólo el sur del país es víctima y protagonista de ataques y martirios. Para el resto de población más al norte del río Litani, esto es casi normal. Para la ciudadanía sureña, la falta de solidaridad y empatía de sus compatriotas sólo hace que hurgar en la herida. "Cada vez que hay un conflicto como este, los fantasmas del pasado despiertan en el sur del Líbano", afirma Susann Kassem, investigadora de la Facultad de Estudios de Asia y Oriente Próximo de la Universidad de Oxford y originaria de una aldea fronteriza libanesa. "La población desplazada durante esta guerra mira a Gaza y simplemente regresa al pasado, revisando cada guerra y ocupación sufrida, pero luego también mira, con la incerteza de lo que les deparará el futuro", cuenta a El Periódico, del grupo Prensa Ibérica. Desde el 8 de octubre, la frontera se ha convertido en otro frente bélico con enfrentamientos diarios entre el Ejército israelí y la milicia libanesa Hizbulá.

Sufrimiento compartido

El sufrimiento actual compartido por los libaneses del sur y los palestinos viene de lejos. "Antes de 1948 [año de la creación del Estado de Israel y de la Nakba palestina, la expulsión de 750.000 nativos], el sur estaba completamente integrado en la economía palestina", señala Fawwaz Traboulsi, historiador libanés nacido siete años antes de este evento histórico que cambió la región. "Todas estas aldeas en la frontera están íntimamente ligadas a Palestina; tienen esta historia compartida de ocupación de la que son muy conscientes", relata Kassem. "Muchas de las familias del sur del Líbano, sobre todo de las localidades fronterizas, han experimentado de primera mano qué significa perder su tierra y su casa debido a la ocupación israelí que les desplazó por primera vez en 1948 y en las siguientes guerras", añade. Algunas zonas, como las granjas libanesas de Shebaa en los Altos del Golán sirios, siguen bajo ocupación militar israelí reconocida por las Naciones Unidas.

Después de la catástrofe palestina, parte de la población desplazada se instaló a lo largo y ancho del Líbano. Pero la proximidad con el enemigo convenció a las milicias palestinas, lideradas por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) para quedarse en el sur y organizar la resistencia. "Desde finales de los años 60, Israel empezó a tener una presencia muy activa en el sur del Líbano, destruyendo casas y desplazando a la población", señala Kassem. El creciente e impune control de las milicias palestinas en territorio libanés, también enfrentadas a sus homólogas cristianas, contribuyó al estallido de la guerra civil en 1975. Tres años después, Israel invadió el sur del Líbano y logró la expulsión de la OLP. En 1982, hizo lo mismo en todo el país. Entonces, las lecciones de resistencia de los palestinos se volvieron más necesarias que nunca para los habitantes libaneses del sur, ya que, en 1978, también empezó la ocupación de sus tierras y sus vidas.

Traición y resentimiento

"El liderazgo político del momento no permitió al Ejército libanés oponerse a la ocupación y llevar a cabo su rol de defensa del país, así que, en el sur, se organizó una resistencia que partía de la izquierda y acabó siendo sustituida por la resistencia islámica en los 90", rememora Traboulsi, autor del icónico libro 'La historia del Líbano moderno'. Una obra literaria que explica ese viaje sin fin. Y nació Hizbulá. Oficialmente, en 1985, surgió este grupo islamista chií, erigido desde su creación como "la resistencia al enemigo sionista". "Después de la invasión israelí, la resistencia recibía el amplio apoyo del resto del país, pero eso tampoco significaba nada, porque mientras la mayoría del Líbano vivía una vida normal, el sur estaba bajo ocupación", constata el historiador a El Periódico. Hoy, la vida normal continúa lejos del sur. Allí, se suceden los ataques y desplazamientos

Finalmente, Israel se retiró de la mayor parte del sur del Líbano en el año 2000, después de que los ataques de grupos de resistencia locales y de milicias, liderados por Hizbulá, hicieran insostenible su presencia continua en el Líbano. "Hizbulá se hizo con el control del territorio después de que los fedayines palestinos fuesen expulsados, así que muchos de los miembros y líderes de la milicia libanesa habían luchado junto a los palestinos", señala Traboulsi. La importancia de la resistencia se constató seis años después cuando, en una guerra de apenas 33 días, Hizbulá demostró que estaban allí para quedarse. El mensaje caló en Israel, que se sorprendió por la capacidad de resistencia y ataque de Hizbulá, y su población le retiró el apoyo a una guerra que veían inútil y cara. De nuevo, los libaneses del sur sufrieron el grueso de las consecuencias: el desplazamiento de un millón de personas y la muerte de un millar.

"Desde la guerra civil, hay un sentimiento de desconfianza entre la población del sur y gran parte del Líbano, que no siempre ha mostrado comprensión de lo que ha significado vivir bajo la ocupación y los bombardeos israelíes, y en algunos casos, incluso ha adoptado posiciones más cercanas a Israel", señala Kassem. En el sur del país de los cedros, no existen las condiciones para hacer la paz con Israel. "Por eso, esta consigna de exigir el desarme de Hizbulá es un punto inútil que no significa nada, ya que implica desarmar la resistencia, e invitar a los israelíes a entrar en el Líbano", denuncia Traboulsi. "El Líbano no puede escapar del conflicto árabe-israelí; entonces, si Hizbulá se desarmara, ¿quién defendería a la población del sur?", señala el historiador de 83 años. En este país fallido que los libaneses han heredado, sólo les queda resistir por sí mismos. Pueden aprender de sus compatriotas del sur.

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