El levantinismo tomó Lleida
El tercer ascenso a Primera del Levante UD, en 2006, no se hizo de rogar otras cuatro décadas y el fútbol pragmático de Mané hizo recuperar la categoría perdida
Pablo Martínez-Vilanova
El levantinismo ya sabe lo que es darse una alegría inmensa y ascender a Primera un 17 de junio. Lo hizo en 2006 en Lleida, cuando se aupó a la máxima categoría por tercera vez en su historia. El sueño del regreso a la élite cuatro décadas después apenas había durado una temporada y la afición merecía saborearlo un poco más.
Inicialmente el elegido para el reto era José Luis Oltra, pero tras una montaña rusa de buenos y malos partidos fue destituido en la jornada 10 y la responsabilidad recayó sobre José Manuel Esnal, más conocido como Mané.
El preparador vasco ya había dirigido al Levante en la temporada 96/97 y llevaba más de dos años inactivo tras su larga y prolífica etapa en el Deportivo Alavés.
No es el Levante más vistoso del que ha disfrutado el Ciutat, pero era un equipo efectivo y muy difícil de superar: apenas hincó la rodilla en ocho ocasiones, cinco en las 32 jornadas con el técnico vizcaíno. La reacción fue inmediata y el apabullante 6-0 al Ciudad de Murcia consolidó definitivamente al equipo entre los candidatos a ascender a la máxima categoría.
El invierno fue largo y plagado de empates. En abril la distancia con el ascenso llegó a ser de cuatro puntos, pero un fabuloso final de temporada revertió la situación: seis victorias en siete partidos colocaron al equipo tercero y, tras los empates ante Eibar y Lorca, el equipo de Mané llegaba a Lleida dependiendo de sí mismo. Con Recreativo y Nàstic ya en Primera servía el empate ante un equipo ya descendido para hacerse con la tercera plaza de ascenso a la máxima categoría del fútbol español.
Espoleado por unos 5.000 aficionados desplazados a la ciudad catalana, el equipo salió con todo al Camp d’Esports. Fue de justicia poética que el gol del ascenso lo fabricaran los dos máximos responsables del ataque granota: el irlandés Ian Harte, un fabuloso lanzador de faltas y penaltis que hizo nueve tantos, colgó una falta lateral y Mustapha Riga castigó el fallo en el despeje con su undécima y última diana del curso.
Se adelantaba el Levante al filo del descanso y no pudo abrir más brecha, pero no importó: el 0-1 le dio el merecido premio del ascenso. La celebración en una Lleida tomada por granotas se trasladó al césped con una mítica invasión de campo y también a las calles ilerdenses y valencianas. El mítico ‘Som, som, som de Primera Divisió volvió a resonar. No hubo que esperar otras cuatro décadas, sino que por primera vez el club fue capaz de recuperar la máxima categoría la temporada posterior a perderla. El levantinismo quería y merecía más y los jugadores fueron capaces de gestionar la presión y poner otra piedra.
El ascenso de 2006 no suele ser el más recordado, pues compite con otros que están cargados de mística y romanticismo, pero fue fundamental para asentar al club entre los grandes del fútbol español. Lo mucho que había costado volver a Primera no era para un hola y adiós, sino para dejar de ser ese patito feo que vagó durante décadas por el barro y aspirar a convertirse en lo que es hoy el Levante UD.
Las paradas de Pablo Cavallero, la firmeza de los Alexis, Culebras o Jesule, la sociedad de Carmelo y Diego Camacho en la medular, la explosividad de Félix Ettien, los dos protagonistas del gol de Lleida y, por supuesto, el bigote de Mané, quedan para siempre en el recuerdo.
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