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Proporcionalidad

Antonio Papell

Antonio Papell

El 11 de septiembre de 2001, terroristas de Al Qaeda, la organización islamista dirigida por Bin Laden, secuestraron cuatro aviones comerciales y los estrellaron contra las torres gemelas de Manhattan y el Pentágono; hubo oficialmente 2.996 víctimas mortales, incluyendo a los 19 terroristas, y más de 25.000 heridos. El 7 de octubre pasado, milicianos de Hamás, la Yihad Islámica y otras organizaciones islamistas de Gaza atacaron el territorio israelí con cohetes y razzias de patrullas armadas sobre los kibutzs cercanos a la Franja, causaron más de mil muertes y tomaron centenares de rehenes; unos cincuenta milicianos provenientes de Gaza con uniforme militar masacraron a unos 260 jóvenes de entre 20 y 30 años que participaban en un festival de música cerca de la frontera.

Los dos hechos guardan indudable semejanza: las matanzas de civiles tuvieron lugar por sorpresa, a traición y con extrema crueldad. Por su propia naturaleza, aquellos hechos no podían inscribirse en una verdadera guerra sino que fueron viles actos terroristas, al margen de cualquier regla. Tras el desconcierto de los primeros días tras el 11-S, la reacción de los Estados Unidos, respaldado por sus aliados, fue invadir Afganistán para combatir a Al Qaeda. El Estado de Israel, por su parte, la ha emprendido indiscriminadamente contra los palestinos de Gaza, con le argumento de que ellos han elegido el liderazgo de Hamas. Ninguna de las dos respuestas fue un acierto.

En estas circunstancias, pedir a las víctimas proporcionalidad es delicado y muchos no nos sentimos capaces de juzgar completamente esas respuestas brutales a unos ataques también brutales. El asunto trasciende del derecho y pisa el delicado territorio de la moral. Y de la religión: no en vano israelíes y palestinos medran al amparo de su respectivo y antagónico fanatismo.

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