La canción más triste del mundo

Los integrantes de Nirvana.

Los integrantes de Nirvana. / Levante-EMV

Fernando Soriano

Fernando Soriano

Están tristes y ojerosos, ¿qué les pasa, so asquerosos? No vayan al médico, que se lo diagnostico yo en un periquete: son víctimas del Blue Monday. Pidan la baja inmediatamente y háganle llegar esta columna al gachó de recursos humanos, que no les hace falta ningún otro papel. Tranquilos, la ciencia nos avala. Hace casi veinte años que un matemático formuló una ecuación con la que consiguió determinar que hoy es el día más triste del año. Mezclaba variables como la depresión post navideña, no haber cobrado todavía, el cabreo por no cumplir los propósitos de año nuevo, los remordimientos por el gasto y paparruchas similares. Oigan, con peores excusas han faltado al curro.

La objetividad de los datos, la imparcialidad de la ciencia, la integridad de los números, la honestidad inapelable de los hechos. Ay, que me desorino de escribirlo. Aquí les traigo dos estudios que hoy nos vienen al pelo. «Something in the Way», de Nirvana, fue declarada la canción más triste de todos los tiempos. Es la conclusión que arrojó un estudio de la Universidad de Durham en colaboración con la empresa de datos HappyOrNot. «Black», de Pearl Jam, y «Everybody Hurts», de R.E.M., se situaron por detrás en una faena un tanto sospechosa en la que los datos, y no los fans, los críticos o los músicos determinaron el resultado. Fue un algoritmo el que dijo que aquella melodía era inmejorable para expresar las emociones de tristeza. Tela.

Tampoco se lo crean, que entre ellos no se aclaran. Otro estudio realizado por el científico especializado en fisiología y música, Harry Witchel, buscaba establecer qué canción era la más triste del mundo atendiendo a parámetros como la frecuencia cardíaca y respiratoria o la temperatura de la piel en los sujetos que las escuchaban. Buscaba las expresiones que nuestro cuerpo manifiesta en cuanto adopta un estado de desolación emocional. Se llevó la palma «The Drugs Don’t Work», de la banda británica The Verve, con su mensaje sobre cómo las drogas te hacen ser peor persona. Lo triste de verdad es que me digas que consigues escucharla hasta el final. Vaya peñazo de canción, disco y grupo. Nunca soporté a Richard Ashcroft. Me quedo con el estudio del párrafo anterior, sobre todo después de comprobar que, en este último, hay canciones de Robbie Williams, Elton John o Whitney Houston. Póker de artistas con trastornos adictivos. Qué penica.

Vaya banda sonora les ofrezco para este lunes azul. Por cierto, no podían haber elegido una fecha mejor que la de hoy para publicar Fe, esperanza y carnicería, la traducción al castellano de las conversaciones que Nick Cave mantuvo con el periodista Sean O’Hagan y en las que se desnuda para hablar de sus creencias, sus contradicciones, sus procesos productivos y sus quebrantos emocionales, como el duelo jamás superado por la muerte de su hijo adolescente Arthur y de cómo aquel accidente rompió su vida para siempre. Coplas bajoneras tiene unas pocas, el australiano, y podrían ocupar el trono de canción más triste de la historia arrasando a la competencia. 

Historias tristes en el rock hay un montón. Normal, porque esta manifestación artística y cultural no deja de ser un espejo en el que se refleja la especie humana con todas sus emociones y estados vitales. ¿Somos infelices porque escuchamos música pop o escuchamos música pop porque somos infelices?, se pregunta Rob, el dueño de la tienda de discos de Alta fidelidad, después de denunciar que a la gente le preocupa que sus hijos vivan inmersos en la cultura de la violencia pero que no presta atención a los miles de canciones sobre corazones rotos, rechazo, dolor, pérdida y desgracias que se escuchan a diario. Pero es que, claro, es una tristeza expresada de una manera tan hermosa que es inevitable no encontrar placer o belleza en la transmisión de todos esos sentimientos tan oscuros que llegan a hacer zozobrar el alma humana con unos pocos acordes, una melodía brillante y un estribillo explosivo. De modo que permítanse el lujo de regodearse hoy en la tristeza de este Blue Monday. Mañana ya será el Día Internacional de la Croqueta y la alegría vendrá rebozada, frita y rellena de bechamel.