VIENTO ALBORNÉS

¿Vivimos una guerra cultural?

F. Javier Casado

F. Javier Casado

Que el mundo está en guerra, hilo permanente de la Historia universal, suponemos que no lo dudan ni los negacionistas de oficio, pero lo de una contienda de carácter nada menos que cultural nos parece una exageración, salvo que se quiera revestir al populismo primario de un aura intelectual de la que carece al salir de sus consignas rampantes; pues la secuencia de regüeldos que conforman el hilo musical del debate político resulta pretencioso confundirla con un diálogo intelectual que se supone está en el fondo de las batallas culturales más enconadas.

En el anochecer del pasado viernes día 9 de febrero del corriente, año 2024, dos centenares de falangistas con las señas de identidad al uso se congregaron ante la sede Socialista en la madrileña calle de Ferraz para proceder a entonar el viejuno Cara al sol, puesto que desde la salida de Francisco Franco en helicóptero desde su túmulo neo escurialense del renombrado valle Cuelgamuros, parece que la sede federal del PSOE versus Pedro Sánchez se ha convertido en nuevo centro de peregrinación franquista y facciosa e más a mano para la esfera facha.

Una parte interesante de esa mal llamada guerra cultural es su nacionalismo antieuropeo, para el que curiosamente se confabulan entre muy diversos países de la Unión Europea, por no hablar de la conexión atlántica, pues si algo deberíamos aprender de la mundialización directa e indirecta de todos los conflictos, sean pandemias sanitarias o enfrentamientos a sangre y fuego, como estamos padeciendo ahora, es la necesidad de constituir una soberanía europea ante las grandes potencias militares mundiales imperantes y sus débiles mecanismos democráticos.

La UE precisa una soberanía militar que no le haga mendigar a los EEUU financiación para la guerra de Ucrania -recordemos Afganistán- que tantos en Europa no desean y estos días hemos comprobado que caminamos lejos de una soberanía alimentaria sostenible, como el virus corona puso en evidencia nuestra debilidad industrial lejos físicamente de las deslocalizaciones e importaciones; una soberanía asentada en una sociedad regida por la democracia y las leyes, pero molesta para quienes financian nuevos fascismos con el mito del migrante como locomotora.

Una soberanía que sólo obtendremos a través de la cultura sin guerras y la educación en libertad; la cultura que nada tiene que ver con el devenir político que sufrimos, donde se pone alcanzar el poder por encima del proyecto nacional y europeo que se propugna; la cultura que vive de hombres y mujeres cuya inteligencia y obra va más allá de sus estimaciones políticas personales; la cultura, en definitiva, que pretende avanzar en la igualdad y dignidad vital para toda la ciudadanía, sabiendo que hay mucho por hacer y que se puede hacer mucho.

Por todo ello queremos hoy destacar dos merecidos galardones a valencianos de distintos mundos, pero que suman mucho; uno de ellos, ya desaparecido, es Roberto Ruiz Belén, un destacado sindicalista (el acto será el jueves 22 en la sede de CCOO en València), pero también una personalidad importante del mundo fallero, del movimiento republicano, donde presidió la clásica Plataforma 14 de Abril, y de la política: a través del Partido Comunista, y Esquerra Unida, del País Valencià, cuyo secretario general, Javier Parra, prometió este homenaje en su sepelio de 2020.

Del segundo aún se disfruta su magisterio como Catedrático emérito en la facultad de Filología de la UV, Jaime Siles: uno de nuestros escritores e investigadores más importantes, ergo desconocido para el denominado gran público, aunque gozamos sus críticas literarias en Levante-EMV, a quien conceden el Premio a los valores de la Cultura Clásica -la entrega será el jueves 29 en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid- promovido por el Foro España Cívica, reconociendo su impecable labor como poeta y filólogo (sic). Y es que Jaime, o Roberto, son nuestros guerreros en la batalla contra la incultura y la anticultura hoy crecientes.