Chovinismo humilde
La concejala de Parques y Jardines se ha enfundado su mejor traje chaqueta y con él aparece en la foto que ha subido a Instagram, micro en mano, en medio de la presentación preparada con esmero. Las miles de luces de Ifema ofrecen un colorido particular. Desde Fitur todo luce lujoso. A dicha foto le siguen dos más: una con la alcaldesa y otra con varios concejales más, ya posando sin remilgos ante las cámaras. Hemos venido a esto, a hacernos una foto y subirla, vamos a salir guapos. No se adjunta imagen alguna del público asistente, por la simple razón de que no hay nadie escuchándoles. La edil ha defendido un discurso que sólo han oído las personas que la acompañaban en el AVE, una expedición pagada con dinero público que ha supuesto dos o tres días en Madrid, en un buen hotel y con algún que otro atracón.
La fiscalización de los políticos ha avanzado mucho, afortunadamente. Demasiado, en ocasiones, si es que en estas cosas puede haber un demasiado. La gente que se dedica a la política es más decente de lo que la administración sospecha y, en ocasiones, tanta transparencia dificulta el funcionamiento y hace farragosa la gestión. Pero otra cosa bien diferente es el uso público de los recursos para continuar con la dictadura de la estética, esa construcción de un mundo artificial en el que la fotografía justifica un viaje a Madrid. Una fotografía engañosa, parcial, que oculta que la mayoría de las visitas a Fitur no sirven para absolutamente nada. Nadie se para a escuchar a un concejal hablar de su nuevo parque, a nadie le interesa la chapita repartida para la ocasión, los dulces preparados para llamar la atención en ocasiones regresan a casa. He visto pagar autobuses a Madrid para llenar las sillas.
Evidentemente que Fitur puede ser útil para la proyección turística. Es un escaparate sin igual y muchos son los encantos rurales y urbanos que allí se pueden dar a conocer. Somos país de contrastes y de embelesos. De muchas posibilidades. Ciudades, Diputaciones o Generalitat están cuasi obligadas a acudir pero no pueblos pequeños que en ocasiones no han hecho todavía la suficiente pedagogía entre las localidades vecinas. Aceptando que hay lugares pequeños con encantos turísticos impensables, no todo es necesario presentarlo en Madrid porque tampoco todo interesa a un público que está hasta el gorro de impactos comunicativos. No es cuestión de tamaño. Es necesario un chovinismo más humilde. Y también sinceridad con la ciudadanía. No queramos crear la realidad a base de falsearla.
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