Opinión | Voces

Sombras

Una rendija cuela la luz en aquel lúgubre habitáculo que quiere hacer de baño. A un lado, una letrina que da a un pozo ciego. Un simple agujero donde se acumula el desecho. Huele mal. Al otro, un plato de ducha. Sucio, incluso mugriento. Un lujo. La luz traslada una imagen, que se refleja en sombras en la pared. Niños jugando al fútbol. Descalzos, imparables. Griterío. Intento asearme con una vasija y un poco de agua. Quedo prendado, me recuerda a Platón y corro a por la cámara, que no consigue captar la magia del momento pero al menos sí me permite reproducir el recuerdo en la actualidad, casi diez años después.

Hoy todo continúa igual. En los campos de refugiados de Tindouf, en Argelia, el tiempo parece no pasar, el progreso parece no llegar. El pueblo saharaui espera. Espera desde hace más de cuarenta años, mientras unos envejecen y otras se impacientan, mientras unos se resignan y otras deciden actuar. Pocos se acuerdan de ellos. El dramatismo del genocidio que sufren los palestinos ha desviado, una vez más, la atención. Antes lo hizo Ucrania y antes los rohinyás y antes Haití y antes Somalia. Siempre hubo una excusa para olvidarse de un pueblo que malvive allí donde es imposible la existencia humana. En mitad del desierto, lejos de casa, en condiciones indignas, en una prisión al aire libre.

Y allí siguen hoy. Vidas reducidas a sombras. Niños y niñas sin futuro. Todas las tardes seguirán organizando partidos de fútbol sin campo. Con el desierto como estadio. Apareciendo en sombras en aquel habitáculo insalubre que no todos pueden disfrutar. Continuarán sirviendo de reflejo para alguien que pueda observar (como yo) y pensar que dichas sombras son la realidad. Y ya no está Sócrates en los textos de Platón (pues son pocos los que lo leen) para explicar que son sólo sombras. Y ya no está Sócrates para equivocarse con el paralelismo y revelar que dichas personas están cómodas en su ignorancia y que quien intente salir de ella encontrará oposición y burla. No, los saharauis saben de su cautiverio pero el mundo los ha abandonado y no tienen opción. No quieren ser sombras pero han sido reducidos a ellas. Conocen la alternativa pero no pueden acceder. No hay mundo sensible y mundo de las ideas, es todo negocio.

El gobierno español los ha traicionado apoyando el plan marroquí. Un plan que no es plan. Una estrategia que pasa por el olvido, por la muerte física en el desierto y la expiración simbólica gracias a la indiferencia. Su ideología es el negocio, dijeron Adorno y Horkheimer. Negocio, del latín nec y otium, es decir, lo contrario del ocio. Lo que se hacía y se hace por dinero.

Platón insistirá en que el conocimiento real es distinto al del mundo aparente. Y aparente es hoy lo que transmite la televisión o las redes sociales. Información superflua, sin contexto, alejada del conocimiento. Inepta para convertirse en contenido crítico. Incapaz de interpretar las sombras. «Todo el arte, continué, consiste pues en buscar la manera más fácil y eficaz con que el alma pueda realizar la conversión que debe hacer. No se trata de darle la facultad de ver, ya la tiene. Pero su órgano no está dirigido en la buena dirección, no mira hacia donde debiera: esto es lo que se debe corregir».