Opinión | reflexión

Bailen, señorías

Esperanza Aguirre y Joanma Miguel bailan un pasodoble por Sant Vicent

Teresa Andreu

Más importante que bailar, es querer bailar. Y creo que esa voluntad férrea (y esa transcendencia) se expande a todos los aspectos de la vida. Esperanza Aguirre, exministra y símbolo popular, se agarra al alcalde de Llíria, Joanma Miguel, de Compromís, y bailan unidos un pasodoble. «Abrazadísimos los dos, acariciándonos, sintiéndonos la piel». La gente aplaude. Lo dicho, lo importante no es lo esporádico y anecdótico del baile, es la voluntad de bailar, de transcender la confrontación y las diferencias, de limar asperezas. A bien seguro que la baronesa del PP madrileño y el primer edil valenciano no han tenido nunca un enganchón político directo pero en demasiadas ocasiones la política se está presentando como un choque incontrolable, sin posibilidad de entente. Parece que no hay opción. Las líneas rojas son hoy columnas vertebrales del discurso parlamentario y, con él como espejo, también en las diferentes administraciones y hasta en la calle. Y sin posibilidad de entendimiento, sin voluntad de acuerdo, la política pierde el sentido. Porque si algo es la política es la ficción de la guerra para evitar la guerra. Pero la ficción. Y la ficción es la asunción de cierto papel artificial pero dejando claro en todo momento que el bien común está por encima de las confrontaciones políticas y de los intereses partidistas, que el respeto a las instituciones y a la democracia no está en juego. En el baile no caben los pisotones. Exige coordinación.

Hoy parece quedar en segundo plano la salud mental colectiva. Si la individual está en horas bajas (en España, uno de cada cuatro personas tiene o tendrá algún problema de salud mental a lo largo de su vida) tampoco se tiene en cuenta la salud de la población como colectivo y, con ella, la salud del debate democrático. Y en buena medida es porque los políticos bailan poco. Los políticos piensan que van a ser criticados si se llevan bien (más allá de las diferencias en sus posicionamientos para el país) con compañeros de otros partidos. Y, seguramente, los energúmenos de siempre los criticarán, potenciados por bots a los que conviene la confrontación para captar la atención. Pero serán cuatro. La mayoría de la población española agradece el buen ambiente, el trabajo en equipo, la discrepancia sana que permite el enriquecimiento intelectual ¿No sería viral y enormemente bien recibido un baile distendido entre Sánchez y Ayuso? ¿Una conversación de bar sobre temas personales (que siempre nos aproximan, porque todos y todas tenemos las mismas o similares preocupaciones) entre Díaz y Feijoo? ¿Un paseo amigable y público por cualquier espacio ciudadano entre Mazón, Morant y Oltra? Son ejemplos alegóricos, realmente hablo de trabajo en equipo entre políticos clave que hoy parecen enfurruñados entre sí sin remedio.

Bailen, señorías. Abrácense y acaríciense. La voluntad de bailar es más importante que la destreza rítmica, como ha quedado bien claro en la boda del alcalde de Madrid. Y no malinterpreten el mensaje y se abran TikTok como el canciller alemán, Olaf Scholz. No, no es eso. No hablamos de simplificar el mensaje político a través de la trivial espectacularización. Hablamos de querer coincidir, trabajar, coordinarse y entenderse y de trasladar al debate público que están en política para atarearse por el bien colectivo, no para evitar su principal labor de entendimiento con la excusa de líneas rojas artificial e injustamente engordadas. Hablamos de armonizar el paso al ritmo de la música.