Opinión | Algo personal

¿Ley de concordia?

Fosa en Enguera.

Fosa en Enguera. / Levante-EMV

Las palabras sirven para decir la verdad o para inflarse a contar mentiras. En 1931 había en España una Monarquía. El rey era Alfonso XIII, abuelo del emérito que se fugó a Abu Dabi con la pasta. Bisabuelo del rey que tenemos ahora mismo. Las elecciones municipales de 1931 las ganaron el 12 de abril las fuerzas republicanas y el rey tuvo que salir al exilio. Llegaba la Segunda República. Las elecciones de febrero de 1936 las ganó el Frente Popular. El 18 de julio de ese mismo año hay un golpe de Estado militar contra la legitimidad republicana ganada en las urnas. Las palabras del general golpista Emilio Mola: “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros”.

Una atmósfera de terror. De eso se trataba. De cambiar el veredicto democrático de las urnas por el terror. En 1939 no acabó la guerra y tampoco empezó la paz. Lo que empezó fue la victoria de los golpistas. Una dictadura que duró casi cuarenta años. En noviembre de 1975 murió el dictador Franco Bahamonde. Lo que llegó fue un tiempo temeroso que miraba de reojo hacia el pasado. Los herederos del franquismo seguían en sus puestos de mando. Los torturadores de cuando la dictadura no fueron arrinconados en el nuevo organigrama policial. Al contrario: eran promocionados hacia arriba y la democracia les concedió las mismas medallas que les había concedido el franquismo. También cuando en 1982 ganó las elecciones el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra. Fueron años en que el silencio fue la moneda corriente a la hora de entablar un diálogo con el pasado más reciente. Lo dijo el mismo Felipe González en 2001: “Nosotros decidimos no hablar del pasado”. Me viene a la cabeza lo que escribió Natalia Ginzburg en un libro que se titula Las pequeñas virtudes: “El silencio es una enfermedad mortal”. Pues sí.

Ahora el gobierno valenciano del PP y Vox, con Carlos Mazón y Vicente Barrera a la cabeza, va a cambiar varias leyes que vienen del gobierno progresista anterior. Entre esas leyes está la de Memoria Democrática, aprobada por las Corts Valencianes en 2017. En la crónica que en Levante-EMV escribe Diego Aitor San José, leo lo que dice José Mª Llanos, portavoz de Vox en las Corts: “era una ley sectaria y partidista que sólo recordaba a unos y olvidaba a otros”. No sé si es un cínico, un ignorante o las dos cosas a la vez. Los “unos” siguen en las cunetas y las fosas comunes. Los “otros” fueron exhumados después de la victoria del fascismo, homenajeados y grabados sus nombres en las fachadas de todas las iglesias. El caso es que ahora el PP y Vox van a aprobar, como ya han hecho en Aragón y Castilla y León, la que llaman Ley de Concordia. El recuento de víctimas empieza según esa ley en 1931. Y aquí suelta, el tal Llanos, otra lección magistral de ignorancia: “Hemos considerado que tiene que ser desde 1931 para que se incluyan, si existieran, las víctimas de la violencia revolucionaria del Frente Popular”. Menuda empanada mental la de ese indocumentado: el Frente Popular surge en 1936 y no en 1931. Cuando se le hace notar su anemia cultural, el atrevido portavoz de la extrema derecha sólo puede responder: “no estamos para dar una clase de historia”. ¡Ay, señor!

Aunque la vistan de primera comunión, la Ley de Concordia persigue sólo un objetivo: legitimar el golpe de Estado contra la Segunda República el 18 de julio de 1936. En febrero el Frente Popular había ganado las elecciones generales. En los cuarteles hubo un rechinar de dientes y se afilaron los sables preparando el enésimo golpe contra la legitimidad democrática republicana. La historia es para el PP y Vox un cuento chino que escriben y cuentan a su manera. Sus antepasados ganaron la guerra y sus herederos la quieren seguir ganando. Lo dijo Santiago Abascal: “Somos la voz de aquellos que tuvieron padres en el bando nacional”. Ahora la Ley de Concordia rendirá homenaje a esos padres.

Las palabras sirven para decir la verdad o para inflarse a contar mentiras. La palabra concordia que aparece en la nueva ley que promulgan PP y Vox no significa lo que parece sino todo lo contrario. Es la vuelta al franquismo, a dejar bien claro que quienes defendían los valores republicanos eran -como en aquella terrible soflama del general Mola- execrable materia de exterminio. Para el PP y Vox esos valores siguen siendo un peligro que hay que combatir como sea: también con las leyes. La Ley de Concordia es volver a las dos Españas que cantaba Antonio Machado. También a aquella España ocupada por los vencedores de la guerra. “Media España ocupaba España entera”, escribía el poeta Gil de Biedma. Al PP y Vox no les importa la historia de un país, sólo la derrota de quienes consideran sus enemigos. Para ellos la historia es una película barata de buenos y malos. Y claro, los buenos son ellos y los malos todos los demás. Por eso el nombre auténtico de la nueva ley tendría que ser Ley de Discordia.

Esta columna no pretende reabrir heridas del pasado, sencillamente porque esas heridas nunca se cerraron. Ley de Concordia, dicen. Son ellos los primeros que no se la creen. Y tanto que no se la creen. Y tanto.