Opinión

Hasta el gorro de Cataluña (y de Madrid)

Carlos Mazón, ayer, en el Senado

Carlos Mazón, ayer, en el Senado / E. Press

Ayer, Día Mundial de la Empanada, el Senado acogió un guateque electoral con la patria como señuelo para españolistas y catalanistas. Ha sido la noticia del día, a la vista de portadas digitales y noticiarios públicos y privados, que abrieron con el acontecimiento político que reunió a presidentes de comunidades del PP con el ‘troleador’ homólogo catalán, Pere Aragonès (en campaña para renovar cargo). Le seguía en las escaletas una más del caso Koldo y sus derivadas, con las citaciones (también en el Senado) de varios notables socialistas a una comisión de investigación. Pedro Sánchez logró colarse en los telediarios con la ‘golden visa’. Lo dijo en la inauguración de una línea de metro en Sevilla, pero sin el anuncio de la retirada del visado especial para ricos que compren pisos, el metro no hubiera tenido ni un segundo.

Esa es la España de hoy. La agenda pública la vuelven a marcar grupos minoritarios. De los indultos pasamos a la amnistía y, de ahí (tócala otra vez, Sam), al referéndum de autodeterminación y la financiación «singular». Todos los días en torno a Puigdemont y Aragonès, un regalo de campaña para ambos: a ver quién sale más. Y por el otro frente, es el momento de la memoria histórica. O el valenciano de la Iglesia, no por inexistente, sino por no gustar a un vicepresidente al que no se conoce por el uso de esta lengua, ni siquiera en la ortografía secesionista. Hace unos meses eran los símbolos lgtbi en los edificios públicos o las pancartas contra la violencia machista. Y saltando de trinchera, hace un mes íbamos a descolonizar los museos, según idea del ministro del ramo. Con este contexto, si quieren hablamos de desafección y malestar social.

La pregunta que hoy deberíamos estar haciéndonos muchos es cómo salir de esta enredadera. El desafío de los moderados es ilusionar, que no todo sea pasar el día a ver si polarizamos algo más. Esta sociedad del cabreo puede servir (algo, y de manera temporal) a quién ahora está en la oposición, pero a medio plazo el modelo en el que nos hemos enzarzado es destructivo para todos.

Yo, confieso, subrayo el titular: me declaro hasta el gorro de las cosas de Cataluña. Por mí, confieso, como si quieren hacer el referéndum de autodeterminación antes de las elecciones. Ojalá, a ver si podemos pasar página. Y a partir de ahí, todos (o los que quedemos), a ver si pudiéramos sentarnos con seriedad y sinceridad a decidir un modelo territorial justo, sin privilegios, que no quiere decir que no pueda ser asimétrico en competencias, que unas comunidades sí quieran desarrollar y otras, no.

Sí, hasta la coronilla (creo que delato cierta edad con la expresión), repito, pero no porque observe riesgos expansionistas desde el norte, como señaló ayer Carlos Mazón añadiendo picante a la salsa ‘indepe’. Esas ansias pudieron existir y puede que pervivan en alguna mente visionaria, pero hace tiempo que dejaron de ser un activo político, si es que alguna vez lo fueron. Hace tiempo que realidad política y cultural se disociaron, por más que ese fantasma pueda seguir funcionando como reclamo electoral a la contra.

Y sí, cansado también de Madrid. Otra noticia de ayer (esta pasó con mucha menos gloria) es un informe del Instituto de Estudios Fiscales que certifica la fuga de patrimonio desde la Comunitat Valenciana (y otras) hacia el Madrid de las rebajas fiscales en su condición de megalópolis del sur de Europa. Fatigado también de esta otra España del desequilibrio, de la asimetría políticamente correcta que roe (también) cada día los pilares del sistema.

Todo en 8 de abril, Día Mundial de la Empanada.