Ni siquiera llegan a los treinta años, tienen a dos hijos menores a su cargo (uno de apenas nueve meses) y viven desde hace cinco meses en un coche. Es el drama que viven, o más bien en el que sobreviven, Iván y Marta (nombres ficticios), una pareja de Alzira. En diciembre se quedaron sin vivienda y su delicada situación hacía prever que podrían disponer de una ayuda social que nunca llega. Aseguran tener una vivienda adjudicada desde hace cinco meses, pero todavía no han tenido acceso a ella por problemas burocráticos. Como ellos mismos reconocen, no quieren limosnas, sino un pequeño empujón que les permita volver a empezar y llevar su vida con dignidad, como hicieron hasta que todo se torció.

«Estábamos alquilados y cuando quise que mi hermana, que tenía ciertos problemas económicos, se viniera a vivir con nosotros nos echaron sin siquiera dejarnos recuperar muchas de nuestras posesiones», relató ayer Iván. Aquello se produjo a finales del pasado año y desde entonces no consiguen levantar cabeza. Iván empieza mañana un nuevo trabajo, pero es temporal, como todos los que ha tenido hasta ahora y con un salario que dificulta acceder a «unos alquileres que están por las nubes». De hecho, Iván ha llegado a trabajar en turnos nocturnos, con las dificultades que entraña intentar dormir de día en un coche. Pero no se puede comparar con las que encuentra para encontrar una estabilidad: «No tengo casa porque no tengo un trabajo, pero para garantizarme un trabajo me piden que tenga una casa. Esto es de locos».

Los abuelos atienden a los niños

Marta también ha trabajado mientras ha podido. En la actualidad está acabando, además, un curso de peluquería, para aumentar sus posibilidades en el mundo laboral. «Nos desvivimos por nuestros hijos, tengo miedo de que nos los quiten. Nunca hemos dependido de nadie, siempre hemos salido adelante conforme hemos podido. Pero ahora que necesitamos una pequeña ayuda, vemos que no llega. Ni siquiera queremos que nos mantengan, simplemente lo justo para que podamos volver a empezar, pero ni eso tenemos. Nos sentimos defraudados por las instituciones», aseguró la joven, impotente.

Cuando no han estado buscando trabajo, han estado en su coche, el único techo que les queda. «Por la noche, pasas frío en invierno pero calor ahora que se acerca el verano. Durante el día, igual. Además, si abres la ventana no paran de entrar insectos», relató Iván.

Los menores pasan mucho tiempo con sus abuelos porque sus padres quieren garantizarles unas mejores condiciones de las que ellos tienen. El poco dinero que han podido ganar en los últimos meses lo han destinado a comer, aunque muchas ocasiones se han visto obligados a hacerlo en bares porque no tienen lugar en el que almacenar la comida o cocinarla. La ayuda humanitaria es clave en su día a día. Cáritas San Juan y El Norte Perdido se han volcado en el caso. La organización diocesana prepara pequeñas colectas e incluso un mercadillo benéfico con los que sacar fondos para su ayuda (el 22 de este mes habrá una en la parroquia de San Juan). Además, su voluntariado intenta que nunca les falte comida. Cáritas, incluso, firmaría como garantista en el caso de conseguir un alquiler económico que permita que Marta e Iván dejen de vivir en la calle.

Aunque en estos momentos el pesimismo hace mella en ellos, no se dan por vencidos y esperan poder revertir pronto la situación y dejar de vivir en el coche. «No podemos vivir siempre en un coche lleno de trastos», dijo Iván, para añadir a continuación: «Sólo necesitamos la casa y la ayuda para hacer frente a dos meses de alquiler que nos habían prometido, si tuviésemos esa estabilidad podríamos volver a depender de nosotros».