Gran parte del residuo orgánico que recicla la Ribera es comida sin consumir

Bandejas de carne intactas, piezas de fruta sin pelar o pollos enteros entran a diario en la planta de tratamiento de Guadassuar - El consorcio transforma esta materia en compost que se utiliza luego para abonar los campos de cultivo

Cada día entran kilos y kilos de comida entre la basura a la planta de Guadassuar.

Cada día entran kilos y kilos de comida entre la basura a la planta de Guadassuar. / Perales Iborra

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

El Consorcio de Residuos Ribera-Valldigna estima que un 46 % de los desechos que llegan a la planta de Guadassuar son orgánicos. De estos, una parte importante proceden de alimentos que no se han consumido. Aunque no se ha cuantificado, cada día llegan a los contenedores kilos y kilos de comida desperdiciada. Una tendencia de difícil reversión sobre la que pretende concienciar a los ciudadanos.

«En la planta tratamos todo lo que nos llega y no podemos saber, a ciencia cierta, cuántas toneladas se corresponen en concreto a alimentos que no se han consumido y cuántas son simples restos de cocina», expone Ángel Rodríguez, gerente de los consorcios Ribera-Valldigna y Valencia Interior, para precisar a continuación: «Aunque es muy fácil encontrar entre la basura piezas de fruta, pollos enteros o bandejas de carne por abrir. Ahora, por ejemplo, venimos de la época en que aparezcan patas de jamón que no se han aprovechado del todo, seguramente porque es un regalo o una compra muy recurrente en Navidad. Pero luego llegan los periodos en los que abundan las manzanas, los cítricos o las sandías».

De igual modo, subrayó que el consorcio ofrece una «segunda oportunidad» a todos los alimentos que acaban en un contenedor, y por ende en la planta de Guadassuar. «Con esos recursos, al menos, hacemos un buen compost», comenta. Esta materia orgánica se utiliza para abonar los campos de cultivo.

El gerente del consorcio reconoce, con todo, que concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de un correcto reciclaje y unos hábitos de consumo menos compulsivos es complicado. «Lo intentamos, por supuesto, con las herramientas que tenemos a nuestro alcance. Pero la mayoría de la población no piensa en cómo es el proceso del tratamiento de residuos, cree que todo va al contenedor y de ahí desaparece por arte de magia», argumenta.

Normativas europeas

Rodríguez tiene claro que «el mejor residuo es el que no se produce», algo muy complicado en sociedades de consumo acostumbradas a ritmos de vida demasiado frenéticos. Y ya que eso no parece posible, la única alternativa es «saber reciclar en origen».

«En tres años vamos a estar obligados por ley a tener registros de la población para comprobar si se hace un buen uso o no de los contendores. No es algo que elija este consorcio o un gobierno concreto, la política medioambiental se gestiona desde la Unión Europea, que es la que nos marca unas directivas a cumplir, no vamos a tener alternativa: estamos obligados a separar correctamente la basura y no hacerlo tendrá consecuencias», advierte Rodríguez.

Este año ya ha entrado en vigor un nuevo impuesto de treinta euros por cada tonelada de residuos no reaprovechados y que acaban en los vertederos. «Las tasas tienen que ver con la basura generada y, a partir de ahí, se hace un reparto entre la población. Pero vamos hacia un modelo en el que cada uno será responsable sus propios vertidos y, como peor sea su reciclaje y más basura genere, más pagará», indica al respecto.

Para ello se implantarán nuevos modelos de recogida, algunos de los cuales ya se han aplicado con éxito en la Ribera y que se pueden observar en otras regiones. «Los pioneros de esto en España son Catalunya, Navarra y el País Vasco, aunque también se encuentran alternativas interesante en Italia, Francia, Bélgia o el Reino Unido. El futuro más próximo pasa por la recogida puerta a puerta, los contenedores inteligentes y las tarjetas o aplicaciones móvil que nos cuentan las veces que abrimos la puerta de un contenedor y de qué tipo es. La gestión de residuos se asemeja a la del agua, cuando no se pagaba, muchos hacían lo que les daba la gana, se debajan los grifos abiertos y la malgastaban. Cuando se empezó a cobrar, fueron más responsables», concluye.

La compra compulsiva es el origen del despercidio alimentario

Ángel Rodríguez señala al consumismo compulsivo como principal responsable del desperdicio alimentario: «No solemos valorar lo que tenemos y, además, no estamos educados en comprar estrictamente lo que necesitamos. Comemos por los ojos; somos capaces de dejar que la comida caduque en nuestra nevera mientras nos vamos de restaurante o pedimos a domicilio. También rechazamos alimentos solo porque no se ven perfectos. Hace falta una mayor planificación y concienciación». Al respecto, comparó la situación con la ropa, ya que el textil represental el 8 % de la basura que no se separa y, en dichas condiciones, ya no se puede reciclar como es debido. Además de reivindicar una mayor organización a la hora de llenar la cesta de la compra, Rodríguez ensalzó la cocina de aprovechamiento, «la que han hecho siempre nuestras madres o nuestras abuelas».