La pasarela apuntalada daña aún más al deficitario Mercat Municipal d’Alzira

El cierre de uno de los accesos por los desperfectos de la infraestructura que cruza la antigua muralla árabe agrava la situación de un recinto comercial que cumple quince años

Los nuevos hábitos sociales han lastrado su trayectoria

La pasarela cerrada y el mercado municipal de La Vila, al fondo.

La pasarela cerrada y el mercado municipal de La Vila, al fondo. / Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

El mercado municipal «al detall» La Vila de Alzira ha sufrido un nuevo revés con el cierre al peatón de su acceso principal al precintar el ayuntamiento la pasarela de madera que comunica la plaza de la Capella de la Sang y la avenida Luis Suñer por su deterioro. Otro golpe más para una superficie comercial que cumple ahora quince años y que nunca ha gozado de gran popularidad.

Como ya adelantó Levante-EMV, el consistorio ha optado por cerrar esta pasarela al detectar una inspección urbanística un deterioro estructural que podía poner en riesgo la seguridad ciudadana. El puente de madera, de acceso únicamente peatonal, ya se apuntaló en el pasado y el paso del tiempo ha hecho mella en él. Aunque el ayuntamiento no ha detallado todavía el alcance de los daños, a la espera de un informe técnico, resulta evidente que requerirá de una intervención urgente cuya magnitud quedará determinada por los especialistas.

Tanto el gobierno local como los comercios allí instalados confían en que el problema pueda solucionarse con cierta celeridad y se aferran al hecho de que, ciertamente, el mercado no queda completamente aislado, ni mucho menos. De hecho, el cierre de la pasarela, aunque suponga un contratiempo, no impide el acceso al recinto, al cual se puede entrar desde la avenida con un pequeño rodeo a través de la calle Llaurí, que discurre en paralelo a la plaza de la Capella de la Sang.

Con todo, cualquier nueva molestia dificulta la ya de por sí delicada situación de un emplazamiento comercial que nunca terminó de despegar y que languidece con el paso del tiempo. Y al que ningún gestor ha logrado encontrar una solución brillante que le permita desplegar todo su potencial.

Una mudanza poco exitosa

La precariedad ha sido la tónica habitual del mercado desde que se mudó. Ahora hace quince años, el espacio comercial municipal abandonó su sede habitual para dejar el local en manos de la Jefatura de Tráfico y se mudó a pocos metros, a un bajo en la plaza de la Capella de la Sang. En aquel momento, el ayuntamiento tuvo que lanzar varios concursos públicos para intentar completar el aforo de un espacio que no encandiló a los negocios y tampoco a los clientes. A ello se añade el cambio de paradigma que se ha producido en los últimos tiempos con respecto a los hábitos de consumo de la sociedad, cada vez más acostumbrada a realizar sus compras en una gran superficie y, más recientemente, a través de internet. Precisamente, en los alrededores, existen un par de supermercados capaces de abastecer de los productos básicos a las ajetreadas familias con un escaso margen temporal para realizar sus compras.

Los gobiernos de distintos colores han realizado pruebas diversas y han intentado relanzar sin éxito el mercado. En los últimos años, se trasladó allí la Oficina Municipal de Información al Consumidor (Omic) con el objetivo de atraer un público mayor e, incluso, se ha cambiado el pliego de condiciones de los puestos para permitir la instalación de una más variada gama de negocios, ya que en un primer momento se concibió como un espacio que albergaba comercios solo de tipo alimentario.

Esta modificación se aplica desde el año pasado, como un nuevo intento para impulsar este mercado minorista con una oferta más atractiva tras la polémica que suscitó la propuesta de cierre por el escaso tirón que presentaba el recinto con numerosos puestos cerrados. Sin embargo, el intento de cierre contó con una férrea oposición tanto por parte de los cinco arrendatarios de aquel momento como de formaciones políticas.

La patronal ha sugerido en diversas ocasiones la necesidad de darle al lugar una visibilidad mayor, ya que se le presume potencial comercial, aunque solo si se adapta a un concepto más actual.