Los valencianos, referentes mundiales de gestión hídrica

Un estudio de 1.260 páginas de Tomàs Peris Albentosa señala la administración valenciana del riego de los siglos XIII al XIX como modelo universal 

Numerosos especialistas internacionales han elogiado la destreza de los labradores para autogestionarse

Azud y Casa de las Compuertas de la Acequia Real del Jucar en Antella.

Azud y Casa de las Compuertas de la Acequia Real del Jucar en Antella. / Perales Iborra

A. C.

La gestión hidráulica de las acequias valencianas efectuada entre los siglos XIII y XIX ha sido unánimemente elogiada en el mundo. Es un caso único de autonomismo y eficacia resolutiva. El historiador Tomàs Peris Albentosa, uno de los grandes expertos en la materia, ha publicado dos libros que examinan con minuciosidad a lo largo de 1.260 páginas el modo en que los agricultores abordaron los retos del abastecimiento de agua hasta convertirse en un referente internacional.

Editados por la Conselleria de Política Territorial y la Cátedra Demetrio Ribes de la Universitat de València, los dos volúmenes explican la gestión de las acequias a partir de un control local ágil y flexible, efectuado por los propios usuarios, que buscaba la eficiencia hidráulica, económica y social para repartir el agua con equidad.

Riego a manta en una plantación de caquis de Alzira

Riego a manta en una plantación de caquis de Alzira / Vicent M. Pastor

Las comunidades de regantes supieron gestionar el caudal disponible de manera muy eficiente. Esa actividad permitió impulsar un crecimiento agrícola excepcional y mantener la cohesión social a base de priorizar el bien común sobre los intereses particulares. La equidad se concebía como un criterio moral que obligaba a frenar toda acción especulativa que buscara el lucro particular. No se permitía derrochar agua mientras hubiera necesidades que atender. Cuando escaseaba, había que distribuirla para que atendiera de manera gratuita y solidaria las necesidades de las cosechas. 

En busca de la cohesión social

La equidad facilitó los acuerdos y generó una ‘cultura de legalidad’ que mantuvo los conflictos hidráulicos en cotas sorprendentemente moderadas. Varios estudiosos franceses —Jaubert de Passà o Maurice Aymard— y varios ingenieros británicos —Markham, Roberts o Montcrieff— visitaron las huertas valencianas en el siglo XIX en busca de ideas útiles para aplicarlas en las colonias del Norte de África o India. 

El geógrafo Jean Brunhes estudió entonces el modelo y concluyó que las soluciones que aportaban los regantes valencianos «resultan más recomendables que las gigantescas y caras obras hidráulicas diseñadas y gestionadas por tecnócratas estatales», como en Egipto. Destacó que «las llanuras litorales valencianas son el patrón por excelencia de la buena organización del regadío en territorios áridos» y no escatimó elogios: «Aceptar la sequía y preverla, adoptando las medidas necesarias como se hace en Valencia, es más provechoso que querer eliminar el problema con una gran obra de ingeniería», precisó.

Baja conflictividad

La economista y politóloga norteamericana Elinor Ostrom, en su obra «El gobierno de los bienes comunes (1990), que le valió el Nobel de Economía en 2009, propone los regadíos valencianos como modelo de gestión colectiva-participativa por su dilatada trayectoria histórica, su eficiencia y baja conflictividad como claves de su capacidad de alcanzar consensos, y su descentralización.

Hasta mitad del siglo XIX, las acequias valencianas consiguieron por su vigor y funcionalidad multiplicar la superficie regada y aportaron suficiente agua a una agricultura cada vez más intensiva. Las soluciones no se conseguían al aplicar costosas soluciones técnicas sino con mejoras organizativas obtenidas de la experiencia acumulada por las comunidades agrarias. Las acequias supieron aprender de cada tensión sufrida para impulsar acertados cambios institucionales.

Tomas Peris Albentosa, autor de la "Enciclopèdia del Regadiu Històric Valencià"

Tomas Peris Albentosa, autor de la "Enciclopèdia del Regadiu Històric Valencià" / Fernando Bustamante

La administración de una justicia local rápida consiguió limitar las infracciones con las reglas consensuadas por los usuarios. Se favoreció el manejo del agua sobre el terreno por parte de los colectivos de labradores implicados, a quienes se facultó incluso para decidir la superficie máxima regada por cada acequia. 

Alejados del poder político

El poder político, integrado por la monarquía, los señores feudales y las instituciones municipales, delegó competencias en favor de las organizaciones de regantes al aceptar que estaban capacitadas para administrar la porción de agua que les correspondía. El objetivo principal era atenuar tensiones y reducir los litigios ante el temor que suponía la intromisión de poderes políticos lejanos.

Disponer de un regadío eficiente, barato y sostenible fue posible al minimizar los costes de mantenimiento de las infraestructuras hidráulicas. Se redujeron los gastos burocráticos, se evitaron dispendios superfluos, se involucró a los usuarios en las tareas de vigilancia y se esquivó la reelección de cargos para evitar que se formaran sagas burocráticas capaces de acumular un poder excesivo. Una porción abrumadora de conflictos de aguas fue resuelta por los propios oficiales de la acequia. Un modelo de éxito al que, hoy, ni se presta suficiente atención ni se valora.

Un valioso paisaje generado a partir de la efectividad agrícola

El poder político, integrado por la monarquía, los señores feudales y las instituciones municipales, delegó competencias en favor de las organizaciones de regantes al aceptar que estaban capacitadas para administrar el agua. El objetivo principal era atenuar tensiones y reducir los litigios ante el temor que suponía la intromisión de poderes políticos lejanos. «Las ideas expuestas en las 1.260 páginas de la obra tendrían que ayudar a la sociedad valenciana a tomar conciencia de los valiosos paisajes de huerta generados a partir de la disponibilidad de agua de riego, así como del valioso capital que representan las instituciones de riego tradicionales», concluye Peris Albentosa.  

Peris Albentosa aconseja mirar al pasado para resolver el incierto futuro

El conflicto del agua sigue latente. La demanda hídrica no para de crecer ante el incesante y descontrolado incremento de los regadíos y del consumo generado por las actividades industriales, urbanas y turísticas. Los efectos del cambio climático han empeorado la perspectiva al aumentar las temperaturas y los factores que intensifican los déficits de agua.

Peris Albentosa proclama que la gestión de las acequias valencianas «continúa aportando criterios útiles para iluminar cómo tiene que ser la gestión de los recursos naturales en el futuro». El problema no es nuevo. La carencia de agua sufrida a mitad del siglo XIX tuvo un impacto económico y social tan fuerte que provocó la emigración de decenas de miles de valencianos a América y Argelia.

«No parece, por tanto, inteligente querer resolver las carencias hídricas actuales y futuras ensayando respuestas nuevas y despreciar cualquier solución anterior para considerarla anacrónica y obsoleta», señala el autor, que también defiende que las soluciones al problema del agua «no pueden ser solo técnicas; para evitar que los conflictos se agudicen, hay que decidir cómo gestionar la fuerte irregularidad estacional e interanual del caudal y resolver la contradicción entre el carácter limitado del recurso agua y el incesante incremento de la demanda». Ante el complicado panorama al que nos enfrentamos ahora, concluye Tomàs Peris, «no es buena idea partir de cero, prescindiendo de la valiosa experiencia histórica acumulada».

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