La ermita de Corbera queda al borde del colapso tras décadas en estado de ruina

El templo ha sido abandonado tanto por sus dueños como por la Administración Pública

La diputación priorizó la salvación del castillo, que también se caía a pedazos

Los historiadores lanzan un SOS para evitar su pérdida definitiva

Los restos de la ermita de Sant Miquel, que fue fundada en el siglo XIII en Corbera.

Los restos de la ermita de Sant Miquel, que fue fundada en el siglo XIII en Corbera. / Levante-EMV

Uno de los monumentos históricos de la Ribera que peor ha resistido el paso del tiempo y el discutible interés por el patrimonio histórico es la ermita de Sant Miquel de Corbera. Fue fundada el 12 de julio de 1248 tras autorizar el rey Jaime I a fray Bernat Oller a construir, poco después de la reconquista cristiana, un templo en ese enclave. Hoy está al borde del colapso ya que ni la propiedad privada ni las Administraciones Públicas han frenado en las últimas décadas su imparable deterioro

Se levanta en la cumbre de una pequeña colina situada a escasa distancia del castillo de Corbera, Su origen es islámico, como la propia fortaleza, que se construyó entre los siglos XI y XII. Allí se erigió durante el dominio musulmán una torre vigía para aprovechas sus vistas, que dominaban el curso final del río Xúquer. Es uno de los edificios religiosos más tempranos del antiguo reino, pero su larga historia no ha sido valorada hasta ahora lo suficiente para sacar la ermita de la ruina. 

Completo abandono

En la actualidad quedan los muros. El arco de sillería de medio punto es de los pocos elementos singulares de la edificación que ha resistido el paso del tiempo. «Entre esas paredes se reunía el Consejo de la Vila de Corbera hasta que, en el siglo XIV, pasó a alojarse en Riola», rememora el historiador y exconcejal socialista de Corbera Josué Palomares. «Era un lugar de peregrinaje tanto para los habitantes de la Ribera como para los otras comarcas», añade antes de lamentar «su estado actual de completo abandono por todos aquellos que tendrían que velar por su conservación».

La ermita, ern lo alto de la colina.

La ermita, ern lo alto de la colina. / Vicent M. Pastor

Palomares es una de las muchas voces que se han levantado en los últimos años para evitar que la ermita desaparezca por completo. «Cabe aceptar que no es una tarea sencilla invertir en un edificio en ruinas para restaurarlo, pero no es imposible. Cabría hacer un ejercicio de sensibilidad y autocrítica y mirar más allá porque no es aceptable que el patrimonio de ningún lugar sea olvidado», sostiene el historiador.

Abandonado en el siglo XIX

El arqueólogo Miquel G. Sahuquillo ha documentado que la ermita estuvo abierta al culto hasta principios del siglo XIX. En 1839, con la desintegración de la Baronía de Corbera, que propició la independencia de los pueblos que la componían (Riola, Fortaleny, Polinyà), el templo fue abandonado. En 1848 ya era de propiedad particular. En la actualidad es un edificio en ruinas.

El antiguo ermitorio es «desconocido y en muchas ocasiones olvidado por quienes visitan Corbera e incluso por sus propios habitantes», subraya Sahuquillo, que también alerta del yacimiento arqueológico datado en el periodo del bronce valenciano que se esconde en esa montaña. «La abundancia de agua en sus proximidades hizo que el asentamiento humano fuera continuo», aclara el especialista.

Interior de la vieja ermita.

Interior de la vieja ermita. / Vicent M. Pastor

Cuestión de prioridades

El ayuntamiento lleva años tratando de involucrar a las instituciones, sobre todo a la Diputación de Valencia, en los planes de recuperación de la ermita, pero ninguna iniciativa ha fructificado hasta ahora. La corporación provincial tuvo que salir antes al rescate del castillo, que también estaba a punto de desplomarse. Priorizó la expropiación de los terrenos que ocupaba la antigua fortaleza para restaurarla y el proyecto de estabilización está a punto de concluir.

La construcción del ermitorio fue autorizada por el rey Jaime I tras la reconquista del castillo de los musulmanes

Y ahora queda la ermita. «Hace falta hacer un llamamiento al entendimiento de los actores implicados en la ermita de San Miquel, sean agentes públicos o privados. Lo auténticamente relevante es mostrar la predisposición adecuada y que se trabaje conjuntamente hasta llegar un acuerdo que asegure y garantice la existencia y el futuro de este edificio tan simbólico», concluye Palomares. 

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