"Era un hombre bueno, trabajador, amable, un apasionado de la cocina. Nunca había tenido problemas con nadie. Todos los clientes le tenían mucho cariño. No es justo lo que ha pasado". Habla Elena, de 22 años, la hija de Feng Wang, el dueño del bar del valenciano barrio de Tendetes vilmente asesinado a cuchilladas por un 'sintecho' a primera hora del viernes, 29 de julio, tal como adelantó Levante-EMV, por una disputa tres días antes. Feng era tan reservado que ni siquiera había comentado en casa, con su mujer y su hija, ese incidente. "Cuando la Policía le enseñó la foto de ese hombre [el asesino confeso] a mi madre, ella solo lo recordaba de haber ido una vez al bar y que pidió un café". Fueron los clientes quienes se lo contaron al grupo de Homicidios de la Policía Nacional.

El martes anterior al asesinato, Feng se llegó a pelear con él y lo echó del bar, harto de que pidiese dinero y molestase a los clientes. El presunto asesino, Jorge P. R. de 55 años y natural de Elx, se fue, pero rumió durante dos días cómo vengarse de Wang. El jueves, tal como adelantó este diario, compró por cinco euros un cuchillo en unos grandes almacenes y, a la mañana siguiente, cuando su víctima estaba agachada y de espaldas, levantando la persiana del bar a las siete en punto como cada mañana desde hacía cinco años, se abalanzó sobre él y lo acuchilló a traición. Feng, que tenía 47 años, murió nada más llegar al hospital. Su asesino está en prisión desde el 31 de julio.

"Ni siquiera podemos llevar sus cenizas a China"

Fue enterrado este jueves, rodeado de su familia y de sus amigos, en el Cementerio General de València. "Ni siquiera podemos llevar a China sus cenizas, como era su deseo", lamenta Elena. La razón es que su muerte ha sido violenta, y los juzgados nunca autorizan la incineración en casos de homicidio por si es preciso repetir o ampliar pruebas de la autopsia en algún momento del proceso judicial. "El último deseo de mi padre es que llevásemos sus cenizas a China, pero ni siquiera eso podemos hacer", lamenta Elena.

"Nos duele tanto su muerte que aún no puedo creer que ya no está. Esto es muy duro", expresa Elena, la hija de Feng Wang.

La noticia del asesinato de Feng las ha dejado destrozadas, "aunque mi madre es muy fuerte", advierte. "Nos duele tanto que aún no puedo creer que ya no está", expresa. Aquella mañana, fue la Policía quien las avisó. Mein, la esposa de Feng, y Elena llegaron a la puerta del bar en menos de cinco minutos, mientras el equipo médico del SAMU realizaba esfuerzos por mantener al hombre con vida. Las dos cuchilladas principales, ambas mortales de necesidad, le habían provocado una hemorragia brutal.

No entienden por qué. Es más, tampoco lo quieren saber. Conocer las razones del asesino no les va a devolver a Feng. "No quiero averiguar el motivo, no quiero saber por qué tiene que hacer alguien algo tan cruel, pero sí quiero que ese hombre sepa a qué tipo de persona tan bondadosa ha matado".

Wang nació en el noreste de China, en la provincia de Shangdong. Hace unos diez años, decidió venir a España, en busca de un futuro mejor. Trabajó en restaurantes "siempre como cocinero. La cocina era su gran pasión". Primero estuvo en Elx, como empleado para otros en restaurantes chinos y hace cinco años pensó que era el momento de dar el salto.

"Vinimos a Valencia, a ese barrio, porque nos parecía más seguro", explica Elena, quien asegura que no se equivocaron: "La gente es muy amable y todo el mundo nos ha recibido siempre muy bien". Feng y Mein cogieron en traspaso un bar en la rotonda donde confluyen las calles Joaquín Ballester y Padre Ferris. Abrieron en el verano de 2017.

Por fin pudo dedicarse a lo que más le gustaba: cocinar los platos de su lejano Shangdong. Aunque desde el primer momento empezó a servir "comida española, poco a poco fue introduciendo la amplia gastronomía de China que sabía cocinar, porque quería que todo el mundo tuviese la oportunidad de probarlos y apreciarlos". Y funcionó. Los viernes había clientes fijos que iban exprofeso para degustar esas preparaciones. Incluso había raciones para llevar. Con el tiempo, ese grupo de los viernes traspasó la categoría de cliente y alcanzó la de amigo. Todos esos amigos estuvieron en el funeral y en el posterior entierro de Feng Wang, dando calor y compañía a Mein y a Elena.

Trabajador incansable

Feng amaba la cocina pero, sobre todo, era un trabajador incansable. "Mi padre era muy diligente y un gran trabajador, muy silencioso, no hablaba casi nada de español, pero le apreciaban y se llevaba bien con todos sus clientes. En estos cinco años, solo ha dejado de ir al bar una vez, hace dos años, para viajar a China a visitar a su familia. El resto del tiempo, no ha ido de vacaciones ni una vez. Incluso en los días de descanso se quedaba solo en el bar para preparar la comida para el día siguiente", relata orgullosa su hija.

Elena quiere aprovechar esta entrevista no solo para reivindicar la figura de su padre, sino también para denunciar que el asesinato de Feng forma parte de la aversión y el rechazo que, cree, profesan algunas personas contra la población china. "Aunque es muy duro para nosotras, entiendo que, por desgracia, el de mi padre no es un caso único. La violencia y los atracos a los chinos están pasando todos los días en España. Hemos venido todo este largo camino desde China hasta aquí no para quitar beneficios a otros o hacernos con sus trabajos, sino sólo para abrir un negocio con el que poder subsistir, para buscar un futuro mejor. Hemos trabajado tanto, o mejor dicho demasiado, para conseguir lo que veis. Y eso nunca debería ser una razón para que nos roben nuestras propiedades o el dinero que ganamos con nuestro trabajo. Y, desde luego, jamás para quitarle la vida a otra persona". 

Ironías macabras del destino, el asesino había venido a València hacía apenas un mes, procedente de su Elx natal, a 40 kilómetros de la primera ciudad española que conoció Feng, Torrevieja, y que había abandonado cinco años antes para abrir precisamente en València el negocio que era el sueño de su vida.