Un delantero de fama mundial con raíces locales orgullosamente marcadas. La estrella Cavani y el vecino Edinson. El flamante nuevo fichaje del Valencia es, por un lado, el gran ídolo de 344 goles repartidos entre Palermo, Nápoles, París, Manchester y su selección, pero sobre todo es el hijo pródigo y gran embajador de Salto, la pequeña ciudad del interior de Uruguay, pegada a la frontera con Argentina, en la que nació hace 35 años, a la que siempre vuelve para pasar vacaciones y donde siempre repite que se retirará a vivir, una vez cuelgue las botas. En los campos del rancho familiar, en el refugio de la agricultura y las largas jornadas de pesca y caza sin cobertura en el móvil, encuentra la paz Edinson Cavani, hijo de Luis Cavani, apodado el Gringo, exfutbolista amateur y antiguo operario de una empresa de limpieza de arcenes de carreteras: «La agronomía es lo que me conduce a la calma, a disfrutar del aire libre», ha reiterado en más de una ocasión el nuevo 7 valencianista, que lleva años formándose académicamente en planes agropecuarios y sistemas de riego en plantaciones.

De la tierra de labranza al césped, para volver algún día a la tierra, esquilando ovejas y a lomos de caballos y tractores. Un tránsito muy improbable en el fútbol de élite moderno y que recuerda a los jugadores de fotos sepia, como el valencianista Antonio Puchades, con una vida delimitada entre Mestalla y los arrozales de Sueca. Levante-EMV se traslada a las coordenadas geográficas y vitales de Cavani, para conocer de la mano de vecinos, amigos y excompañeros de equipo unos orígenes que Edinson tiene bien presentes y que también le definen como futbolista. «Busca la tranquilidad del campo. Le encanta la paz que le da la naturaleza, es muy “familiero” con sus amigos de chico. Tiene sus tierras y se va jornadas enteras de pesca, sale a cazar jabalíes. Despeja la mente en el lugar donde nació, sin tener que marcharse a Ibiza», señala a este periódico Gustavo Filipini, de 50 años, vecino de toda la vida de los Cavani en el barrio de Cerro, al norte de Salto.

Debería haber sido bautizado como Edison, pero una errata en el registro civil le dejó para siempre como Edinson

Maximiliano Galván, íntimo amigo y compañero de Cavani en el club Ferrocarril de Salto insiste en el profundo apego local: «Pudiendo estar de vacaciones en cualquier parte del mundo, decide radicarse acá. Siempre se queda en su casa de campo. Y si estando en Salto debe irse a Montevideo, se saca un pasaje y toma el ómibus (autocar) de línea hasta la capital, que está a 500 kilómetros y cuesta horas llegar. Lo conozco desde el “fútbol baby” (fútbol 5) y el Edi es 100% humildad». Cavani es uno más en los asados en los que se citan los excompañeros de equipo, muchos de ellos dedicados ya a otras profesiones: «Tenemos un grupo de whatsapp en el que seguimos teniendo contacto todos los de la generación del 87 de Ferrocarril, que fue su último club en Salto antes de partir a Montevideo. Y es uno más, que te da los buenos días, que te pregunta cómo ‘andá’ la barra. Comentamos sus partidos de club y con la selección. Ya no hay jugadores así. Se va a frenar siempre que se lo pida un periodista o un aficionado, con naturalidad, ya lo vieron en València. Tiene los pies sobre la tierra», añade Galván.

A pocas manzanas de distancia nació otro salteño universal, como Luis Suárez, cuya figura no es, sin embargo, tan idolatrada como la de Cavani. «Luisito» se marchó a la capital Montevideo siendo un niño, con solo 7 años tras el divorcio de sus padres, y sus visitas a Salto ya fueron desde entonces mucho más esporádicas: «Cavani es extraordinariamente querido en Salto, más que Luis Suárez. Es un excelente ser humano. Todos le conocen como futbolista, pero como persona tiene un corazón muy grande. Pasar temporadas en Salto le recuerda que está en sus raíces. Es uno más que toma el autobús, hace vida en la ciudad. Sus valores son los de siempre. Se le adora porque siempre fue hijo del pueblo», indica Filipini, muy amigo del padre de Cavani, con el que suele quedar en el barrio para ver los partidos de club de Edinson y con el que se desplaza a Montevideo para presenciar los encuentros de la selección charrúa. Filipini fue un apoyo importante cuando en 2015 Luis cumplió tres meses de prisión por el atropello mortal a un motorista.

De profundas creencias religiosas, es miembro de la corriente de los Atletas de Cristo, en realidad el nuevo delantero valencianista debería haber sido bautizado como Edison, pero una errata en el registro civil le dejó para siempre como Edinson. Una muesca más de su singularidad: «En Salto nos conocemos todos, pero no le gusta figurar en nada. Está inmerso en proyectos en favor de la comunidad y muchos de ellos no quiere que trascienda que ayudó, como cuando tuvimos las inundaciones. Organiza partidos benéficos en navidad», comenta Galván.

Álvaro de los Santos fue uno de los primeros porteros que sufrió los goles de Cavani, cuyos primeros partidos se forjaron en los potreros (solares) contra jóvenes que le sacaban años de edad y palmos de altura. Con 13 años, en el fútbol baby, De los Santos era el guardameta del club Sudámerica y Edi el delantero de Remeros. «Lo sufrí mucho», ríe el exarquero, al otro lado del teléfono. Para fortuna suya, a la temporada siguiente marcharon ambos al Club Salto: «Destacó desde siempre. Teníamos 14 años y, a veces, a él ya le llamaban para entrenar en el primer equipo. En sub’15 se marcha a Ferrocarril, pero continuamos juntos en la selección salteña». En el combinado de la ciudad se produjo una de las escenas que Álvaro nunca olvidará. Uno de los mejores goles de la carrera de Cavani se produjo sin cámaras de testigo, en el gran derbi del interior contra Paysandú: «Jugábamos de visitante y le llegó un balón suelto y marcó un gol desde el medio de la cancha. Desde el medio de la cancha», repite. «Fue el gol que destrabó el partido. Qué golazo, quedó para la memoria de los derbis». «Ojalá le vaya bien en el Valencia y juegue un gran Mundial», sentencia Filipini. No hay dudas de que el Valencia esta temporada ganará 130.000 aficionados en los habitantes de Salto, entregados a los goles y la sencillez de su vecino más universal.