Lim desoye los códigos de una rivalidad histórica

Con Wass, Kondogbia y Paulista, Meriton rompe con la competitividad entre dos clubes que no negociaban por la venta de sus jugadores más emblemáticos

Año 2000. Baraja tras pagar su cláusula por la que fichaba por el Valencia. | EFE

Año 2000. Baraja tras pagar su cláusula por la que fichaba por el Valencia. | EFE / Vicent Chilet. València

Vicent Chilet

Vicent Chilet

El descenso deportivo, competitivo, económico y de prestigio del Valencia con Peter Lim ha llegado a cambiar los códigos de las rivalidades que el club de Mestalla mantenía con sus contrincantes históricos El caso del Atlético de Madrid es el ejemplo más llamativo. Desde el giro de 180 grados que el proyecto dio en 2019 con la salida de Marcelino y Mateu Alemany, se ha iniciado un trasvase de jugadores entre ambos clubes, sobre todo de Mestalla hacia el Metropolitano, que no se apoya en ninguna tradición. Valencianistas y colchoneros, que históricamente han pugnado junto al Athletic por la tercera plaza del campeonato, no se han ofrecido ni agua en la pugna por el frágil equilibrio del tercer escalafón del fútbol nacional. Con Lim, ajeno a esa cultura de club, el Valencia se ha desprendido desde 2019 de jugadores de peso y con experiencia como Geoffrey Kondogbia, Daniel Wass y Gabriel Paulista. Además, ha llegado a haber negociaciones, que no llegaron a fraguar, por Carlos Soler y Rodrigo Moreno. En cambio, el Valencia ha pasado a ser el banco de pruebas en el que foguear, y acabar de formar en la élite, a promesas emergentes del Atleti, como Samuel Lino.

Hasta la llegada de Lim, Valencia y Atlético se miraban como enemigos íntimos. El nexo en común entre los dos clubes con la figura de Jorge Mendes, ha ayudado a que fluya un túnel bloqueado durante toda una vida. En los años 40, el Atlético de Madrid, con fuertes vínculos con el nuevo régimen, insistió reiteradamente en el fichaje del delantero Mundo Suárez. El goleador de Barakaldo llegó a verse asediado hasta en su luna de miel, siendo perseguido en cada etapa de su viaje en coche por un directivo del club madrileño. Así prosiguió una cohabitación muy igualada en las estadísticas de sus enfrentamientos, muy parejas a lo largo de la historia hasta la década que lo cambia todo, cuando Diego Pablo Simeone aterriza en el banquillo del Atlético e impulsa a los rojiblancos a una de sus mejores etapas, mientras que el Valencia convulsiona con la crisis que le conducirá a la venta de la mayoría accionarial a Peter Lim.

El préstamo y Torres

Los intercambios de jugadores llegaron por cesiones, descartes de jugadores (como Gameiro al Valencia, que Simeone apuró plazos todo lo que pudo), futbolistas a coste cero, como el pase de Lubo Penev al Calderón, o el pago de cláusulas. En este apartado, en el año 2000 el Valencia debió abonar los 12 millones de la cláusula de Rubén Baraja, que se convertiría en un mito de Mestalla. El Atlético, a pesar de haber descendido a Segunda división y de estar intervenido judicialmente, no accedió a negociar ni un solo céntimo del precio del Pipo. En ocasiones puntuales, el colaboracionismo entre clubes se limitó a operaciones fugaces, como el préstamo relámpago de 400 millones de pesetas que el Valencia concedió al Atlético de Jesús Gil para cometer pagos urgentes y que fue devuelto en menos de un mes. Los rojiblancos pusieron como garantía los derechos federativos de una de sus promesas más emergentes, un delantero juvenil llamado Fernando Torres, que sin embargo no llegó ni a estar cerca de recalar en el Valencia.