Sin líneas rojas para el poder de los partidos

Los casos de Junts, los subdelegados provinciales y los pélets muestran rasgos de una deriva de refuerzo de los partidos contra las instituciones

Santos Cerdán y Puigdemont, reunidos en Bruselas.

Santos Cerdán y Puigdemont, reunidos en Bruselas.

Alfons Garcia

Alfons Garcia

Un rasgo de la última política es la relevancia de los partidos frente a las instituciones. Es un movimiento preocupante para la calidad democrática, posiblemente vinculado a un periodo de exacerbación de los liderazgos, fenómeno que suele llevar aparejada una confusión de los límites entre lo orgánico y el poder ejecutivo. La importancia de las formas deviene más importante de lo que parece después de lo visto y leído en las últimas horas, cuando se han sucedido tres noticias que subrayan esta tendencia inquietante.

El caso más llamativo es el de Junts. Lo que queda de la vieja Convergència de Jordi Pujol pone como condición última a su apoyo a los decretos anticrisis del Gobierno de Pedro Sánchez que se multe a las empresas que se fugaron de Cataluña tras el traumático procés y no regresen ahora. ¿Puede un partido condicionar la libertad de decisión de una empresa o un ente jurídico? La idea raya lo constitucional, es obvio. Pero lo peligroso es que incluso se plantee, aunque sea con el objetivo de disparar fuegos de artificio de alta resonancia pública.

Y lo también peligroso, desde una mirada valenciana, es la respuesta que, según algunos medios de comunicación madrileños, plantea el Gobierno. No habría sanciones, claro, pero sí contempla premiar a las empresas que regresen, de acuerdo con estas informaciones. Si al final pasa así, las alianzas de Sánchez con el soberanismo catalán se volverán a convertir en un problema para los socialistas valencianos, obligados a explicar privilegios a otros territorios, como el del cálculo de la condonación de la deuda. Al menos, Ximo Puig salió ayer con claridad y firmeza contra la propuesta de los de Carles Puigdemont.

Sigamos con el recuento. Comparece el lunes el secretario de Organización del PSOE en Ferraz y responde sobre el lío en el que se ha metido la Xunta de Galicia (en manos del PP) con la marea de ‘pélets’. Tropieza con la misma piedra que hace años, aunque no sea comparable el caso, al intentar restar trascendencia al vertido plástico ahora que se acercan elecciones. Pues bien, comparece Santos Cerdán y dice esto, como recoge la agencia Europa Press: «Pedimos al Gobierno de Galicia que actúe, que eleve el nivel de emergencia y así podamos colaborar desde el Gobierno central en dar una solución». Tiene mucho sentido lo que dice posiblemente, pero el problema no es el contenido, sino que Cerdán es el número tres del PSOE y comparece en la sede central del partido, pero se expresa como si fuera el portavoz de un Gobierno en el que ni siquiera están los socialistas solos, sino que es compartido. Las formas, de nuevo, indican una dolencia de la democracia.

Por último, está el caso, ya comentado estos días, de los nuevos subdelegados provinciales del Ejecutivo. La delegada autonómica, Pilar Bernabé, presentó ayer al de Alicante. Luego vendrán los de Valencia y Castellón. Todos nuevos, pese a que alguno de los retirados llevaba menos de seis meses. Pero no es lo más importante: podía existir pérdida de confianza u otras razones. Lo relevante, de nuevo, es que la elección de los nuevos cargos institucionales ha pasado de manera sistemática por las direcciones provinciales del PSOE. Así. Tal cual. Partido y Gobierno en el mismo plano, sin separación entre la vida orgánica y las instituciones. Demasiado prosaico, una vez más.

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