El selecto y exigente club de reservas de la biosfera

El Alto Túria y el Valle del Cabriel lograron en 2019 la designación de la Unesco, meta que ahora persiguen también el Ayuntamiento de València y la Generalitat para el Parc Natural de l’Albufera

Casi una década tardó el Alto Túria en acceder a la selecta red mundial de las reservas de la biosfera de la Unesco. Una figura más allá de la conservación ambiental, que persigue también el desarrollo socioeconómico de la zona y es un indudable reclamo turístico. Con 748 territorios reconocidos en 134 países, el récord lo ostenta España con sus 53 designaciones, dos de ellas en la Comunitat Valenciana, al sumar también la del Valle del Cabriel que comparte con Castilla La Mancha y Aragón. La Administración valenciana persigue ahora lo mismo para el Parc Natural de l’Albufera.

La búsqueda de soluciones locales innovadoras para blindar los ecosistemas autóctonos frente al cambio climático es uno de los preceptos que marca la Unesco. «La exigencia va más allá de la preservación natural y pasa por la puesta en marcha de proyectos sostenibles que den vida a los municipios de la zona», subraya Susana Romero, gestora de la Reserva de la Biosfera Alto Túria

La elección por parte del organismo de la ONU implica beneficiarse de programas o líneas de financiación nada desdeñables. Uno de los requisitos, a cambio, comporta la existencia de órganos de participación que trabajen en los parajes naturales y que la población participe activamente en su gestión. En el caso de Alto Túria, con 67.000 hectáreas de extensión, fueron capaces de trabajar conjuntamente siete municipios valencianos y un octavo de Castilla La Mancha. «El camino no fue sencillo pero fuimos todos a una, el apoyo fue algo básico», incide Romero.

Más compleja resultó aún la apuesta del Valle del Cabriel, con una superficie de 427.797 hectáreas diseminadas entre las provincias de Albacete, Teruel, Cuenca y Valencia. Un escollo que, sin embargo, lograron salvar. 

La candidatura de l’Albufera, impulsada por València con el respaldo de la Generalitat Valenciana, deberá sumar el consenso de otros doce consistorios incluidos dentro del parque natural: Sedaví, Alfafar, Massanassa, Catarroja, Albal, Beniparrell, Silla, Sollana, Algemesí, Albalat de la Ribera, Sueca y Cullera. Este último fue el que en 2014 mostró su oposición al empeño de la entonces alcaldesa Rita Barbera, que también abogaba porque el humedal adquiriera la categoría de Patrimonio Natural de la Humanidad. El temor a que una mayor salvaguarda ambiental acarree restricciones a los usos en el paraje siempre ha planeado sobre l’Albufera.

L'Albufera y los flamencos, hace unas semanas.

L'Albufera y los flamencos, hace unas semanas. / Germán Caballero

Emilio Barba, catedrático de Ecología de la Universitat de València, recuerda que en el caso de l’Albufera debería establecerse una zona cental «protegida», además de otra tampón -donde se pueden realizar actividades compatibles con la conservación- y una tercera de transición para el desarrollo socioeconómico donde suelen estar los focos de población. «Si ahora el núcleo está mal, no digamos los alrededores», señala. «Actualmente sería casi imposible delimitar estas zonas de manera razonable y que cumplieran con los requisitos de sostenibilidad», argumenta.

Voluntad política

A nadie se le escapa la crisis hídrica que ha venido sufriendo la laguna estos últimos meses, además del histórico tema de los vertidos. Capítulo paliado estos últimos años, pero no solucionado de forma definitiva. En cualquier caso, Barba se declara «optimista por naturaleza». «Se puede empezar un camino, pero se exigirá voluntad política y recursos para recorrerlo, componentes que hasta ahora han brillado por su ausencia», subraya. «Es una oportunidad, pero más que anuncios lo que hacen falta son políticas valientes además de recursos humanos y económicos», destaca.

Para Mario Giménez, delegado de SEOBird/Life en la Comunitat Valenciana, alcanzar el estatus de Reserva si algo puede suponer es una mayor capacidad «para captar fondos y más atención». En definitiva, más facilidades para abrir líneas de investigación por ejemplo. Eso sí, tiene muy claro que en el caso de l’Albufera «hay que hacer antes muchos deberes». «Ha de tener herramientas como el Plan Rector de Usos y Gestión, el Plan de Ordenación de Recursos Naturales o el Plan de Gestión Hídrica aprobadas», remarca. 

Eva Tudela, de Acció Ecologista Agró y con representación también en la Junta Rectora del parque natural, es escéptica con la pretensión tanto de València como de la Generalitat. «Parece que la reserva de la biosfera pone en valor los enclaves sobre todo a nivel turístico, pero l’Albufera no necesita más actividad turística», sostiene. En su opinión, los esfuerzos de las Administraciones tendrían que dirigirse a solucionar la falta de agua y «a mejorar su estado ambiental, ya que no se encuentra en óptimas condiciones». 

Responsabilidad y orgullo

Sobre el terreno, formar ya parte de una Reserva de la Biosfera es «un orgullo y una responsabilidad». Así lo entiende e l presidente de la mancomunidad del Alto Túria y alcalde de Benagéber, Rafa Darijo, quien explica que el año pasado recibieron la primera ayuda desde el reconocimiento en 2019. Fueron 485.000 euros a repartir entre los ocho ayuntamientos donde el principal reto es consolidar la marca como los productos o servicios de allí. 

Ahora bien, se enfrentan a las trabas burocráticas, ya que en la Comunitat Valenciana no pueden actuar desde el Consejo Rector de la Reserva y deben hacerlo desde cada ayuntamiento. «Eso complica mucho las gestiones, ya que tenemos que licitar cada uno la señalética, las tareas de limpieza forestal, o cualquier otra cosa en la zona protegida», dice. 

Las inversiones provienen del Gobierno Central, pero la Generalitat y la Diputación de València les han provisto de otros fondos. Esta última, según Darijo, es la que mejor encaja en las necesidades municipales, «ya que son ayudas íntegras que nos permiten actuar en las necesidades concretas», recalca. Este último ejercicio Benagéber percibió algo más de 80.000 euros que destinará a la compra de maquinaria para el monte, a la creación de balsas de riego y a las pistas forestales. 

En las Hoces del Cabriel, el alcalde de Venta del Moro y presidente de la Mancomunidad del Interior Tierra del Vino, Luis Francisco López Yeves, señala que «es un reconocimiento a los recursos propios que se han empleado históricamente y que seguimos destinando ahora para tener un entorno natural de calidad». «Nos pone en el mapa internacional de la Unesco», enfatiza. Algo que lleva acarreado un motor económico, el turismo, que es «un plus para la economía agraria de estas zonas».

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