Talavante y València, conexión total

El torero de Badajoz, que asumió el vacío del insustituible Morante, corta dos orejas tras lidiar cuatro toros de Domingo Hernández en una tarde en la que no llegó una faena redonda

Nek Romero pasea una oreja tras ofrecer una buena dimensión

Talavante sale por la puerta grande de València

Talavante sale por la puerta grande de València / Nautalia/Litugo

Jaime Roch

Jaime Roch

Justo en el mismo momento que arrastraban al quinto toro, el gerente de Espacios Nautalia 360 Víctor Zabala de la Serna se fundió en un caluroso abrazo con Alejandro Talavante como si hubiesen logrado alguna hazaña. La imagen tenía el brillo de una victoria. Como de saborear el objetivo cumplido tras la ausencia insustituible de Morante que partió en dos el cartel: cuatro toros para él y dos novillos para Nek Romero. Toda una responsabilidad para un Talavante que se mostró en València con un tono superior a lo que se le ha visto en estos últimos años, como si hubiese recuperado ese músculo que desapareció en su retirada de 2018. 

Y es que algo ha unido al torero de Badajoz y a València este año, sobre todo después de aqulla faena a «Babieca» en la Feria de Fallas. Puede ser algo sutil, poco concreto, tal vez inefable que apenas pertenece al mundo de las simpatías o las diferencias. Creo que es algo que va más allá. Y que a un público tan volcánico como el de la plaza de toros de la calle Xàtiva le nace en la naturaleza de sus entrañas desde el principio de sus tiempos. Se trata de la conexión, la unión con un torero predilecto para ellos. Y Talavante les recompensó con una actitud preclara en los cuatro toros, como si no le importase el final de temporada que tiene por delante con Madrid y Zaragoza, entre otras. Entregado, apasionado y con variedad de registros. Y de él, cuando salió por la puerta grande, quedó un resplandor, una callada imagen que deberá tener su dimensión en la formulación de los carteles de la próxima Feria de Fallas

Precioso natural de Talavante

Precioso natural de Talavante / Nautalia/Litugo

Su torería húmeda, ígnea, líquida marcó la diferencia desde el primer toro, del que debió pasear una oreja que el presidente, de manera incomprensible, no dio tras desatender la petición del público. Los naturales surgían como proyectados bajo el magma de su pureza y, también en el fondo, eran bombonas de oxígeno para el toro que lo hacían mantenerlo en pie gracias al temple que conservaba su trazo. Mató de una estocada algo contraria.

Paseó una oreja del cuarto y otra del quinto. Aquí hubo toreo de quilates, con la profundidad y la clase que le caracteriza.

Bellísima verónica de Nek Romero

Bellísima verónica de Nek Romero / LITUGO / NAUTALIA

Nek Romero no se achicó con el compromiso. Paseó una oreja que pudieron ser dos (y rotundas) de «Mimoso», un bravo novillo de Fuente Ymbro que embistió con largura y transmisión. El novillero de Algemesí derrochó valor y toreó con largura por ambos pitones al astifino animal. También se mostró seguro de sí mismo en todo momento y con las ideas claras. Lo cogió de muy fea manera y milagrosamente no fue herido. Lamentablemente, pinchó.

La faena al sexto, un novillo muy difícil y áspero, no fue menos importante. Le tragó miradas, se lo pasó cerca, lo sujetó en el tercio y tiró de él. En definitiva, se jugó la cornada con un animal vacío de posibilidades. Y de ahí la relevancia de su capacidad.  

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