Pelayo y los tiempos de conciliación

La pilota profesional siempre fue de todos y pretender cambiar la esencia popular y democrática, querer imitar a deportes que manejan masas y presupuestos era desconocer profundamente su ser, su genio, su esencia

Puchol II, la gran figura, aplaudido en Pelayo.

Puchol II, la gran figura, aplaudido en Pelayo. / JM López

València

En el día de los Reyes se reinventa Pelayo. El edificio, el templo laico del Joc de Pilota, nació hace más de siglo y medio, y nada se entendería de lo que significa este deporte para muchos valencianos sin conocer la historia desde los tiempos del Quico el Tramusser a los de Puchol II.

Pelayo existe por su esencia anarquista. De hecho si se hubiera sometido a las leyes del crecimiento urbanístico, si en su día, el día que Valencia se libró de sus muros, los diseñadores hubieran recorrido unos metros el plano, hoy sería una finca como las de la calle de la que tomó su nombre, o quien sabe si un digno hotel para los que llegaban a la estación del norte. Allí quedó aislado aquel trinquete al que se le permitió una servidumbre de paso. Allí quedó el pozo de aguas benéficas, la parra a cuya sombra cantaores y toreros congregados a la llamada del Xiquet de Simat se montaban las juergas más populares de la ciudad… Allí quedaron las tertulias clandestinas, siempre en la lengua de los pueblos de La Marina o La Ribera, de La Safor o de Horta. Allí convivían en la democracia plena de la igualdad trileros con jueces de carrera, médicos de prestigio con asmáticos ludópatas, sicarios con hombres de ley. Un espíritu tan liberal que la reserva de sillas correspondía con la generosidad de la apuesta, sin mirar identidades, edades, o certificados de buena conducta. El trilero apostador alcanzaba el grado de doctor en el arte de interpretar los momentos, en experto en el cálculo de probabilidades, en todo un señor. Fuera del trinquete era poco menos que un despojo; dentro, el que hablaba de tú a tú con los apóstoles de la hipocresía. A más apuesta, más reconocimiento.

Ese Pelayo, salvado por el corazón generoso de quien no quiere ser el más rico del cementerio, abre sus puertas a un nuevo capítulo de su larga y densa historia. Hay una sensación de tiempos nuevos. La pilota profesional vuelve a la casa común de la Federació y en ella se habla de “conciliación”. La pilota profesional siempre fue de todos y pretender cambiar la esencia popular y democrática, querer imitar a deportes que manejan masas y presupuestos era desconocer profundamente su ser, su genio, su esencia. Y como va contra su esencia, su ser, su naturaleza, acabó como acabó.

Tiempos de conciliación exigen mirar al futuro con optimismo. De momento Pelayo pretende recuperar la centralidad de la Escala i Corda. Ribera, el “trinqueter” más imaginativo nos ofrece para esta tarde un duelo “extraño”: Puchol II y Nacho juegan juntos. ¿Cómo es posible que el mejor resto y el mejor “mitger” se junten? ¿Quién será capaz de hacerles frente? Ribera piensa que el trio de Francés, Tomás II e Hilari. Piensen, hagan el esfuerzo de analizar el cartel recordando que se juega sin galerías y que en esas condiciones un trio con la capacidad técnica del presentado juega siempre con la ventaja de los espacios cubiertos. ¿Recuerdan los triunfos de Mezquita, Tato y Tino? ¿Hubieran ganado aquellas ligas con las galerías libres? La pilota de hoy, sin perder sus esencias es diferente a la de hace un par de décadas. Y este día de Reyes podremos comprobarlo. No se la pierdan.