Se acaban las Fallas. Porque se acabó la Ofrenda. Final del trayecto para el festejo y, en el fondo, mejor así. Porque la edición del sábado se desmadró más de lo que tocaba. Especialmente, de vallas hacia atrás. Porque en sábado no se trabaja y hay más gente en la calle. Y como eran muchas las que estaban cerca, demasiado cerca, del recorrido, muchas, excesivas personas se apegaron para ver algo, ya fuera por curiosidad o porque pasaban la comisión propia. Y como lo que se quería era convertir el acto en una ceremonia a puerta cerrada, en este caso se quedó entornada.
No se pueden poner murallas a la torrentera. Y la Ofrenda, en condiciones normales, es un acto gigantesco, extraordinariamente masivo, no digamos en fin de semana. Por lo que el intento de estar cerca era previsible.
Mientras, en la plaza, la ceremonia a puerta cerrada fue llegando a su final. Ahora, hasta dentro de un par de días hay para ver el manto. Acostumbrados a los juegos de blancos y rojos, el de esta edición luce extraordinariamente original. Ya en la sesión matinal empezó a cambiar de color. El blanco llega a lo que llega y a partir de ahí, los vestidores empezaron a jugar con el material del que disponían, que no es que fuera mucho, pero sí se prestaba a, con un poco de gusto, reconstruir la obra. Y hay que reconocerles que quedó muy bonito. Así de fácil. Una interpretación libre.
Una ensaladilla con statice, crisantemos, rosas, calas, margaritas, lisianthus, gerberas que le dieron, tal como se había escrito en el guión, variedad.
Un arreglo para la peana
Faltaba solucionar el problema del descenso en la participación y, con él, el de las flores. Incluso el de la ausencia del clavel. Acabando el acto, los ramos cubrieron la totalidad de la imagen, pero no la peana que le da altura. La solución consistió en arrimar algunas de las canastillas y cubrir las maderas con lona roja. Una salida airosa. Sirva como reflejo de la versión reducida, que en una Ofrenda normal, la figura se cubre íntegramente con claveles y aún sobra para hacer una cola. La asistencia, en esta ocasión, la tiene la Junta Central Fallera. La Policía Local no hizo el cómputo en esta ocasión. Y es de suponer que pasarán los datos llegado el momento.
Las novedades de la Ofrenda no han llegado para quedarse. Porque la tradición es la tradición. Hay algunas novedades forzosas que se han salvado. Por ejemplo, la entrada de Caballeros, que era poco ilusionante, pero en el que el giro sí que permitió una buena visión de la imagen, lo que se busca. Son los desviados de la calle Micalet, que siempre han tenido una visión larga y privilegiada.
Y pudo acabar antes
La ofrenda pudo haber acabado mucho antes de la medianoche, pero el festejo estaba cogido con las pinzas de no saber fehacientemente el flujo. Cuando ya podían salir Consuelo y la corte, aún faltaba Camins al Grau por el recorrido opuesto, que fue rigurosamente puntual. Queda la pena del tiempo perdido. Pero la Ofrenda era, en esta ocasión, casi a ciegas.
Consuelo. Y la corte. Ellas cerraron, como están cerrando un camino con muchas más espinas de las que merecen buenas personas. Ayer, en la intimidad, la historia saldaba con ellas una de sus muchas deudas.
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