Dos años del renacimiento de las Fallas

El inicio de la "plantà" con la salida de piezas de Feria València, el 19 de agosto de 2021, anunció la fiesta más extraña de la historia, pero también la recuperación de la misma

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

El 19 de agosto de 2021, hace apenas dos años y parece una eternidad, marcó un hito histórico en la historia de las Fallas y, por extensión, de la ciudad. Se materializó en ese momento uno de los hechos más asombrosos que nunca se pudieran concebir. Un esquimal -paradoja de las paradojas, por el calor que hacía-, realizado por el artista Fernando Marzo para la falla de San José de Pignatelli, se convertía en el primer fragmento de falla que abandonaba Feria València después de permanecer oculta durante un año y medio, como si de un Arca de Noé se tratara, a la espera de tiempos mejores. Salir nuevamente las Fallas a la calle, aún totalmente fuera de temporada -justo al otro extremo del calendario-, simbolizó como ninguna otra cosa el intento no ya de la fiesta, sino de toda la ciudad, de regresar a una cierta normalidad, amputada el 10 de marzo de 2020. 

Las "Fallas de Septiembre" -tercera intentona de celebrar la fiesta y, ésta sí, la buena, tras malograrse las posibilidades en junio de 2020 y en marzo de 2021- tuvieron muchos "inicios" (como siempre pasa en la fiesta). Pero ninguno como esa salida. Durante los meses previos, visitar las frías naves de Feria València se había convertido en una especie de religión para los acreditados para ello. Allí se veían, perfectamente etiquetados, los monumentos que fueron llevados desde la calle o desde los talleres. Y la salida marcó el inicio de la "plantà" más larga de la historia, necesario porque el tránsito de vehículos por dos únicas salidas fue constante durante esas fechas. 

Como queda dicho, las Fallas de 2021 tuvieron varios inicios previos. En septiembre de 2020, con la reimposición de bandas a falleras mayores y cortes de 2020, ahora con dos nuevas, bordadas con el 2021. El acuerdo con las autoridades sanitarias y el refrendo en asamblea de presidentes en mayo -donde sobró maledicencia: poner en duda la celebración, o incluso renunciar a celebrar la fiesta, aunque después saliera muy bien, significaba ser "mal fallero" o "menos fallero" entre algunos sectores exaltados-. 

En julio se inauguró la Exposición del Ninot (que acabaría con la también histórica situación de que dos fallas tuvieran finalmente dos indultos, y todos ellos para una misma comisión, Almirante Cadarso-Conde Altea, incluyendo los dos últimos surgidos del taller de Manuel Algarra). También había sido icónica la salida, desde La Base, del busto de la Meditadora para ser restaurada. Y en la primera quincena de agosto empezaron a llegar piezas de fallas a casales, procedentes de artistas que las mantenían guardadas en sus talleres. 

Acababan y se mantenían dudas, como en qué estado se encontrarían las Fallas, obras efímeras destinadas a durar poco tiempo, después de estar más de un año y medio completadas. Se preparó un prococolo Covid y se reformó el programa de festejos porque, entre otras cosas, se concebieron como unas Fallas para cerrar el ciclo y sólo para la gente "de casa". Entre los cambios más sustanciales, la ausencia de nocturnidad: a medianoche, todos a casa -no son pocos los que echan demenos aquellas Fallas tan poco ruidosas-. No hubo calles iluminadas. Se articuló una Ofrenda matinal para evitar las horas de sol achicharrante -no había claveles suficientes y se tuvieron que sustituir por flores variadas- y se estableció la figura del "coordinador Covid" para velar por el cumplimiento de las normas: uso de mascarilla, distancias de seguridad y uso de gel. La pirotecnia se disparó en varios espacios a la vez para evitar aglomeraciones. Aunque, para última hora llegó, por imposición de Delegación de Gobierno, la única norma que ha llegado para quedarse: adelantar dos horas la "cremà". Las infantiles, a las ocho de la tarde; las adultas, a las diez. 

Y llegó la tormenta del fin del mundo

Las Fallas salieron a la calle, pisando o no el recordatorio que quedaba en las calles en forma de pintada "Aci crema el cor d'una falla". Pero aún quedaban sobresaltos. En pleno verano, y en plena noche de la "plantà", los cielos se abrían en forma de pavorosa Dana, que dejó una casi apocalíptica cortina de agua en la ciudad, la que ya se había producido los días 25 y 29. Las imágenes de l'Antiga de Campanar, bamboleándose peligrosamente, las carpas destrozadas, las fallas caídas y falleros achicando agua de sus casales quedaron también en el imaginario de la fiesta. 

Antes y después del jarreo, Convento Jerusalén completó su doblete en la Sección Especial Infantil y Mayor con José Gallego y Pere Baenas. 

Y una vez escampado el agua, la semana fallera se celebró con la anormalidad propia de hacerlo a más de 30 grados. Las falleras mayores de las comisiones tuvieron por fin su semana fallera, aunque la mayoría de ellas acabó por tener seis meses más, hasta 2022, en lo que se acuñó como "tripitición". La última imagen inimaginable llegó con la "cremà" infantil que, siendo en septiembre, todavía se hizo con luz del día. 

El lunes, 6 de septiembre, empezaba una nueva era, que tuvo como remate las cifras sanitarias que, dadas por buenas oficialmente, proclamaban que estos días de aglomeración (nada comparado con lo que se vería en ediciones siguientes) no habían provocado ningún repunte. Luego llegaría la última gran ola, omicron, que también generó más inmunidad que, combinada con la vacunación, propició que, seis meses después, las Fallas 2022 ya fueran casi normales. Fue, de todos modos, el último golpe de irrealidad: apenas recuperados de unas fallas, en seis meses hubo otras. Como los Juegos Olímpicos: de verano y de invierno. 

Poco ha cambiado

Desde entonces, la fiesta ha regresado impertérrita a su cauce. El censo fallero, que se había desplomado, repuntó. De hecho, tan sólo ha desaparecido una comisión, precaria de por sí, y se han constituido tres nuevas. Ninguna de las medidas excepcionales se han mantenido, salvo el cambio en el horario de la "cremà". Las verbenas no cercenaron su horario -nadie se atrevió a proponerlo- y las multitudes regresaron, especialmente en el disparatado 2023. El gran problema que tenía la fiesta, la viabilidad de los talleres falleros -que pasan por equilibrar de verdad ingresos y gastos- ha empezado a atisbarse en 2023, con fallas ya totalmente nuevas y las primeras sensaciones de que, por fin, los profesionales han decidido "poner menos falla". Quizá sea la única gran consecuencia que conlleven tantos meses de zozobra, pero eso sólo lo podrá esclarecer el paso del tiempo.

De la misma manera que se recuerda en la historia la "huelga fallera" de 1886, las fallas suspendidas de 1896 por el Estado de Guerra; la ausencia de la fiesta por la Guerra Civil o la interrupción de la fiesta en 2004 por los antentados del 11-M, la paralización de las Fallas durante año y medio y su regreso en una fecha inconcebible será recordado por las generaciones futuras.