Descubren un nuevo refugio entre dos casas en el Puig

Durante la Guerra Civil los vecinos decidieron edificar estos cobijos para protegerse de los bombardeos de La Pava

Acceso al refugio desde una de las viviendas conectadas

Acceso al refugio desde una de las viviendas conectadas / J. Badenes

Julio Badenes

Julio Badenes

La Guerra Civil era una guerra del siglo XX, con nuevas tácticas muy diferentes a las de los siglos anteriores. Tras su comienzo, vivir en una zona alejada del frente de batalla no significaba quedar fuera o aislado de los horrores de la contienda militar. Así, aunque Valencia y su área metropolitana estaban a muchos kilómetros del frente de combate, entre diciembre de 1936 y enero de 1937, sufrieron los primeros bombardeos, alterando de golpe la tranquila vida de sus habitantes, de la que habían gozado hasta ese momento con cierto remordimiento respecto a las calamidades que estaban experimentando las zonas de España que estaban siendo masacradas, de lleno, por una antidemocrática guerra. Aparecía en escena el miedo constante, y las horrendas consecuencias de las acciones bélicas se padecían en carne propia en la capital del Turia y en los pueblos de l’Horta que la rodean.

El Puig de Santa María comenzó a sentir los malignos ataques aéreos de la Pava, capitaneada por fascistas partidarios de Mussolini o nazis seguidores de Hitler, ambos inmisericordes aliados de Franco, enemigos de España y de los Derechos humanos. Por eso, los habitantes de El Puig de Santa María tuvieron que construir galerías-refugio en las laderas de las montañas sobre las que se asentaban sus casas (Aleixandre, J; Badenes, J. S.; Clemente, E., La Línea de Defensa Inmediata en El Puig de Santa María, caps. 7 y 8).

Los propietarios querían conocer el refugio

A este respecto hemos hallado en la calle dels Furs un refugio ubicado entre dos casas del vecindario, de modo que posee una entrada en el corral de la casa número 36, perteneciente a Renato Tarantola, de 82 años, y a Mimi Monguzzi, ambos italianos, y el otro acceso se encuentra en la vivienda número 34, cuyos dueños son Manolo Soto Carreres, de 61 años, y Mª Josefa Cuesta.

Renato y Mimi son propietarios de una de las viviendas conectadas por el refugio

Renato y Mimi son propietarios de una de las viviendas conectadas por el refugio / J. Badenes

Renato, marinero de profesión, nos cuenta cómo llegó en el 2006 a la Pobla de Farnals por la Copa América, y le hablaron de la casa, situada en la calle dels Furs 36, apenas a 3 km del embarcadero de la Pobla de Farnals en donde tenía amarrada su embarcación, y decidió comprarla. Los antiguos dueños le comentaron que había un refugio, pero estaba tapado por un muro. Renato afirma “yo quería conocer el refugio y tiré el muro que lo tapaba”.

Manolo Soto, nacido en El Puig de Santa María, no sabía que había un refugio en el corral de la vivienda. Mas los anteriores propietarios le comunicaron su existencia. A partir de ese momento se propuso encontrar la entrada del refugio. Nos dice que “estaba lleno de escombros, hasta un metro de altura. Estuve un mes sacando tierra, piedras, etc., hasta que lo limpie y lo recuperé, pues forma parte de nuestra historia, de la Historia de España, un testigo de la Guerra Civil”.

La parte del refugio que se encuentra en el domicilio número 36 posee una entrada muy bien construida, ampliamente reforzada con ladrillo cocido y se halla a dos metros por debajo del suelo de la casa. Tiene una longitud de unos 9 metros, con una altura que va de 1,10 m a 1,50 m, y su anchura llega a alcanzar 1, 27 m. Posee una medianera realizada con piedras de rodeno que se ejecutó tras la Guerra Civil para separar ambas viviendas. Por otra lado, la parte del refugio que comienza en la casa de Manolo Soto mide 3, 50 m de largo y unos 2,15 m de anchura, interrumpiendo el paso a la parte del refugio que se encuentra en la casa de Renato el muro-medianera comentado.

Manolo Soto posa en el acceso al refugio que hay en su casa

Manolo Soto posa en el acceso al refugio que hay en su casa / J. Badenes

Un cobijo de 13 metros de largo

Estamos, por tanto, ante un refugio vecinal de unos 13 m de largo. Renato nos comenta que los anteriores dueños le contaron que en su interior se refugiaba mucha gente del pueblo al divisar a la Pava. Las dos entradas de la galería excavada permitían que entrase la gente con mayor rapidez y que el refugio estuviese ventilado constantemente. En su interior encontramos tramos en los que se ha trabajado la piedra de rodeno en forma de banco para poder sentarse durante el bombardeo.

Renato y Manolo Soto, demócratas convencidos, tenían muy claro que debían recuperar y respetar estas huellas de nuestra historia porque la destrucción del patrimonio histórico oscurece o degrada la democracia, al impedirnos reflexionar sobre y desde nuestro legado patrimonial, el único referente o luz que poseemos para perfilar un presente y un futuro en los que no volvamos a cometer los errores del pasado histórico.

Interior del refugio hallado en el Puig

Interior del refugio hallado en el Puig / J. Badenes