Fregar escaleras

* Lo que sonroja es la mirada de aquellos que siempre han pensado que estaban por encima, porque esa mirada se perpetúa, se hereda y se les escapa, sin pensar, en la primera rueda de prensa de turno

La exalcaldesa de Pamplona junto a varios ediles de UPN.

La exalcaldesa de Pamplona junto a varios ediles de UPN. / EFE/EPE

Isabel Olmos

Isabel Olmos

Dice la exalcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola, que antes que darle la vara de mando a EH-Bildu prefiere «fregar escaleras». Lo dijo ayer, indignada por el apoyo socialista a los abertzales, y quizás por esa indignación no se dio cuenta del terrible clasismo, por ser suave, que destilaron sus palabras. Es obvio que la señora Ibarrola pocas escaleras, habitaciones y patios en general habrá limpiado en su vida, pero lo que está claro es que el hecho en sí de pasar la fregona por un espacio común de paso le parece sumamente indigno, a la par que aterrador. Tan aterrador como para compararlo con algo que no puede ni concebir en su mente: darle la alcaldía a EH-Bildu. Es como quien dice «antes que hacer esto o lo otro, me corto las venas». «O le vendo mi alma al diablo». Algo muy radical, desesperado, casi como en un punto sin retorno. Como estar entre la vida o la muerte. Una situación en la que, obviamente, esta señora no está. Le podrá parecer bien o mal (más bien muy mal) que una moción de censura PSOE-EH Bildu la haya echado del sillón presidencial del salón de plenos, pero dudo mucho que su destino se encuentre entre escobas y Donlimpio.  

Sea como sea, cuando oigo su comentario -«prefiero fregar escaleras»- no puedo dejar de pensar en la escritora de Borriana, Bibiana Collado, y en su magnífico libro Yeguas exhaustas, donde relata cómo pasaba parte de su infancia acompañando a su madre, en jornadas interminables, a limpiar pisos y apartamentos donde otros pasaban sus vacaciones. Sin parar. Ordenada y sacrificadamente, entregando cuerpo y vitalidad en ello. De hecho, ¿cuántas mujeres de tantas y tantas generaciones se han dejado la piel trabajando hasta la extenuación por sus familias, limpiando casas o en la tría de las naranjas en los almacenes? Para que otros caminen sobre un suelo reluciente o llenen sus despensas de los mejores ejemplares de la fruta valenciana por excelencia. Les millors, les de la terreta, aunque luego, en cualquier sitio, te den zumo de bote.

Lo que es sucio no es el trabajo: es el salario bajo y la mirada desde arriba.

Lo que es sucio no es el trabajo: es el salario bajo y la mirada desde arriba. / D. Revenga

¿Cuántas mujeres de tantas y tantas generaciones se han dejado la piel trabajando hasta la extenuación por sus familias, limpiando casas o en la tría de las naranjas en los almacenes?

Fregar suelos no es indigno. Ni sucio. Lo que es indigno y sucio es el bajo salario y las pésimas condiciones laborales asociadas al mismo. Por eso, siempre lo han hecho las mujeres de clase trabajadora y nunca los hombres adinerados. Mujeres y humildes. Eso es así. Y lo que sonroja es la mirada de aquellos que siempre han pensado que estaban por encima, porque esa mirada se perpetúa, se hereda y se les escapa, sin pensar, en la primera rueda de prensa de turno.