Opinión | Tierra de nadie

Las Dalias, setenta primaveras

Maria del Mar Bonet, canta por primavera, “no puc desfer-me del seu encís, obrir les branques i ballar amb ella”. El padre del historiador de Santa Eulària, Antoni Ferrer, resume de forma expresiva el éxito de la idea de Joan Marí, fundador del mercadillo de Las Dalias, en 1954, del que este año celebramos sus setenta primaveras, “primero iban los de Sant Carles y alguno de Santa Eulària, después los ibicencos (de Eivissa ciudad) y los “peluts”, más tarde los primeros turistas y ahora todo el mundo”.

Seguramente acudimos a Las Dalias con asiduidad, porque creemos en un mundo más feliz, en el que los “hippies” - cariñosamente, los “peluts” - los que hubo y los que quedan, con su apuesta multicultural, pacifista, hedonista, solidaria, ecológica, y tolerante, concentrados mayoritariamente entre Sant Carles y Santa Eulària, contribuyeron, en gran medida, a trasladar a nuestro mediterráneo los cambios sociales más fundamentales de la segunda mitad del siglo XX.

Por entonces, en la isla menor de las Pitiusas, Formentera, tras visitar, en Sant Ferran de ses Roques, la Fonda Pepe, frecuentada por los primeros “hippies”, fuimos a dormir, con nuestras rudimentarias tiendas de campaña, a una bien allanada parcela contigua. Al despertar, quedamos sorprendidos, al comprobar que nos habíamos instalado en unos terrenos destinados a la práctica de fútbol, por la Escola Municipal. Primer intento, fallido, de experiencia campista. Tiempo más tarde volvimos a intentarlo, ya en la isla de Eivissa, en las proximidades de cala Xarraca, acompañados de manos expertas, conocedoras del terreno.

Pasando del camping a los primeros alojamientos, frecuentamos Casa Juanito, en Eivissa ciudad, donde, numerosas veladas, con Eduardo Quesada, como acompañante, alcanzamos el punto más alto de Dalt Vila, allá donde se encuentra la Catedral de Santa María de las Nieves, disfrutando, tanto del ascenso como de la conversación. Más adelante, con Amparo Lluch, mi mujer, llegamos a Santa Eulària des Riu, que vino a convertirse en nuestro campo base. Primero fue en el Hostal El Pinar, en Cala Llonga, donde doña Antonia Noguera, nos alojaba con generosidad, y, más tarde, al otro lado del “riu”, ya en S’Argamassa, lugar más próximo a Sant Carles y a Las Dalias.

Parafraseando a George Sand, “Un invierno en Mallorca”, y contrariamente a su desdeño por los, según ella, toscos y retraídos lugareños, fue aprecio el que sentimos nosotros, por los ibicencos, respetuosos y expresivos, cuando llegamos a Eivissa, hace ya unos cincuenta años, con apenas veinte recién cumplidos. En Eivissa, la libertad se muestra, “alegre i graciosa, com una palmera”, interpreta, Maria del Mar Bonet, el poema, “Les Illes”, de Vicent Andrés Estellés cuando los lugareños nos ofrecen la cálida hospitalidad, precavida, del insular. Y así queremos recordarlo, y continuar siendo conscientes de ello, al regresar cada primavera.

Pues, desde entonces, no se ha interrumpido nuestra relación amable con Santa Eulària des Riu. Más bien se ha incrementado. Así, hacemos nuestras las palabras del poeta, Vicent Andrés Estellés, de quien este años celebramos el centenario de su nacimiento, 1924, al despedirnos amorosamente cada año, “Teuladins de la plaça de Santa Eulària, adèu, m’en vaig, i no sé quan podré tornar a l’Illa”. Desde Santa Eulària, cada sábado, acudimos puntualmente a Sant Carles, a visitar el mercadillo de Las Dalias, sin saber bien el porqué, pues de sobra lo conocemos y apenas casi compramos, pero sí sabemos que buscamos los rostros conocidos de quienes desde nuestra juventud nos acompañan.

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