Opinión | Tribuna abierta

La particularidad valenciana

Vuelve el tema de la identidad valenciana con Natxo Escandell, Ni fet ni desfet: Història del nacionalisme polític valencià, quien afirma que, «el País Valencià sigue siendo una idea que aún no se ha definido». Hace unos veinte años, 2005, con motivo de una reunión celebrada en el casino de Castelló de la Plana por el club Jaume I teniendo por invitado al por entonces director del diario Información de Alicante, Juan Ramón Gil, surgió la cuestión de quiénes somos y cómo nos vemos los valencianos. Desde, València, Castelló, y, también, desde Alicante. Tras exponer brillantemente el estado de la cuestión y las dificultades por las que atraviesa la sociedad alicantina, Juan Ramón Gil aludió, en cuanto a la falta de identificación, al posible defecto de atención desde la propia capital valenciana.

Dejando a un lado las dificultades de relación por la situación alargada del país, la falta de ágiles conexiones, y la lógica competencia entre ciudades por motivos económicos, la diluida adscripción cultural de gran parte de la población supuso, en el caso de Alicante, una peculiar idiosincrasia que llegó a acuñarse por José Vicente Mateo con la expresión, «Alacant, a part». Allí, además, con un doble tópico, junto al de, «Levante feliz», el de, «la millor terreta del món». Hoy, las dificultades para la identificación no han desaparecido pues el impulso autonómico debe hacer frente a la creciente globalización, al turismo, y a la numerosa inmigración que viene a sumarse a los 30.000 ‘pied noirs’, que, como escribió, Antoni Seva, se trasladaron a vivir a Alicante tras la guerra de la independencia en Argelia.

Pero Juan Ramón Gil hablaba de la falta de identificación por exceso de protagonismo de la capital València, mientras que otros indicamos que, en ocasiones, es por defecto del mismo. Así, la condición de ‘cap i casal’, debe ser algo más que tres palabras a las que se acude para testimoniar folklóricamente una condición y debe ejercerse como corresponde a la capital de un territorio.

La reunión se extendió sobre el tema planteado por Rafael Navarro en Los nuevos burgueses valencianos, su propia existencia, y su escasa valoración. Nuevamente las posturas fueron diversas y contrapuestas. En conclusión, se afirmó que haberlos, haylos; de viejos y de nuevos, como lógica consecuencia de la evolución económica del país; pero su consideración como valencianos fue cuestionada por diversos de los asistentes, al entender que los propios protagonistas tampoco manifestaban excesivo interés por acreditar su identidad.

Se llegó incluso a aportar, por alguno de los asistentes, las tesis expuestas hace tiempo en De impura natione, al hablar del papel de ‘cruïlla o confluencia entre lo catalán y lo castellano, para tratar de beneficiarnos de la confluencia entre ambas culturas. Cuestión ésta sobre la que el capítulo de Joan Dolç en el colectivo libro Nosaltres, exvalencians, en busca de su identidad perdida, es clarificador al respecto, «podia haver-me convertit en una víctima prematura enmig d’aquella cruïlla identitària».

El propio Fuster, en Les originalitats, aborda el tema de la obsesión natural de cada pueblo por alcanzar su propia personalidad para diferenciarse de los demás. Los valencianos, de nuevo, en busca de nuestra controvertida condición de identidad. En busca de vínculos más sólidos, de los que provienen a partir de la existencia común de la lengua, y se echa en falta la consolidación de un tejido social elaborado a partir de la aceptación de nuestras propias particularidades. Y ahí estamos.