Opinión

Políticas que ilusionen

Pedro Sánchez y Diana Morant, en la clausura del congreso de los socialistas valencianos en Benicàssim.

Pedro Sánchez y Diana Morant, en la clausura del congreso de los socialistas valencianos en Benicàssim. / KMY ROS/MANOLO NEBOT

Diana Morant se convirtió hace un par de semanas en la primera mujer en dirigir el PSPV. Se dice pronto, pero ya se estaba haciendo tarde. En cuarenta años de democracia han pasado por la secretaría general del PSPV un total de 6 hombres mientras que las once candidaturas socialistas a presidir la Generalitat desde 1983 han recaído en varones. Dado que quien lidera el partido es la persona presidenciable, lo lógico y razonable es que Morant se convierta también en la primera mujer con opciones reales en ser presidenta de la Generalitat, otro techo de cristal que aún está por romper. Pero, pasa (o eso se dice en los cenáculos del partido), que la ministra de Ciencia y Universidades no ilusiona. Curioso concepto este de la ilusión cuando se une a otro tan denostado últimamente como es el de la política. Ciertamente, no son tiempos de ilusiones. Sobre todo, para el PSPV que hace diez meses perdió la jefatura del Consell y prácticamente todo su poder institucional y sus expectativas de recuperar ese espacio son, de momento, poco halagüeñas.

Curiosamente tampoco despertó ilusión Isabel Bonig, expresidenta del PPCV, también la primera mujer en lograr este cargo en el PP y la segunda (Rita Barberá se presentó en 1987 por Alianza Popular) en intentar alcanzar la jefatura del Consell. De hecho, tanta desilusión debió generar en su propio partido que para ella no hubo segundas oportunidades. Cuando se intuían aires de cambio fue reemplazada por el actual jefe del Consell, Carlos Mazón, señalado, al igual que Diana Morant, por el dedo de Génova, con la diferencia de que él sí se sometió al protocolo de unas primarias. Nunca se sabrá si fue la esperanza que generó entre los suyos o el cambio de ciclo el que convirtió a Mazón en presidente de la Generalitat (quizás una combinación de ambas circunstancias); lo único constatable es que la que la mujer que pudo ser, no fue.

El problema de Mónica Oltra, en cambio, no fue de ilusión. La generaba y mucho en Compromís hasta que, a las puertas de las elecciones, quedó atrapada en la causa judicial abierta por la gestión de su conselleria en el caso de abusos sexuales por el que fue condenado su ex marido, Luís Ramírez. Archivada la causa, la esperanza en Mónica Oltra ha brotado de nuevo en un partido que parece deseoso de empujarla al precipicio de cristal del actual escenario político. El pecado original de Oltra, recordemos, era otro; el de la ambición. Demasiado ambiciosa, se dijo cuando trató de jugar sus cartas para convertirse en presidenta de la Generalitat en 2015, primera legislatura del Botànic. Curioso también resulta el concepto de ambición que siempre se conjuga mejor en masculino que en femenino, que adorna a unos y penaliza a otras.

Concentración en apoyo a Mónica Oltra a las puertas del Palau de la Generalitat.

Concentración en apoyo a Mónica Oltra a las puertas del Palau de la Generalitat. / Germán Caballero

Así las cosas, ilusionar pero no ambicionar en exceso, podría ser la fórmula adecuada para que las mujeres estén en política y logren permanecer en ella, sobre todo, cuando los aires electorales son propicios. Y es que a pesar de los espacios conquistados, la política sigue siendo un terreno especialmente inhóspito para las mujeres, un lugar plagado de sesgos de género. El último informe de Índice de Normas Sociales de Género (GSNI) publicado en 2023 por Naciones Unidas revela que casi la mitad de la población mundial cree que los hombres son mejores líderes políticos que las mujeres. En España más del 30% de la población admite prejuicios hacia las mujeres políticas. Las investigaciones y las estadísticas demuestran que en las sociedades machistas (y la que esté libre de pecado que tire la primera piedra), el ciclo de las mujeres poderosas es más corto, su trayectoria más complicada y, podríamos añadir, sus inicios sometidos a un ojo público de gusto exquisito.