Opinión | Mirador

Mentiras y más mentiras

Estamos viviendo tiempos que invitan a reflexionar, a pensar acerca de aquello que nos incumbe colectivamente, la vida política y sus consecuencias está recorriendo caminos preocupantes, el uso de la mentira, el bulo y la desinformación, como un elemento de influencia social y política, está distorsionando la convivencia tratando de cambiar la voluntad popular.

La mentira siempre es mala, especialmente si se produce con la finalidad de hacer daño, alcanzar unos fines que de otra manera no se consiguen o simplemente adquirir una influencia que puede conducir a caminos de difícil retorno, entonces la mentira además de dañina es un peligro de destrucción masiva.

La mentira se ha hecho un hueco demasiado grande en la sociedad, una práctica deleznable, cuya utilización hasta hace bien poco era sancionada, hemos visto a cargos políticos perder su condición por el mero hecho de haber faltado a la verdad, en la actualidad, sorprendentemente, se ha entronizado de una forma sibilina ocupando un espacio importante en nuestra vida diaria. La irrupción de la tecnología en el mundo de la comunicación ha provocado una inmediatez y una capacidad de expansión que nunca habíamos podido siquiera soñar, gran noticia, si no fuera por la cara b, la obsesión por ser los primeros en anunciar algo o ser los propietarios de primicias llamativas, algunas de estas prioridades nos está conduciendo a una carrera en la que ya no es tan importante la veracidad, sino el impacto, la velocidad y el alcance de lo que se lanza. La prensa tradicional ha perdido la batalla, los enemigos que tiene son poderosos, tecnológicamente muy potentes y de un enorme atractivo, dado el fácil acceso con el que se presentan.

Los poderes públicos deben adoptar medidas que pongan freno al uso torticero y dañino de las mentiras. Pero esa no es una tarea sencilla, requiere de amplios acuerdos, algo de lo que no andamos sobrados, y debe implantarse con la suficiente claridad expositiva para que se perciba como algo positivo y no como una muestra de censura, dirigida desde el poder, para evitar las alusiones críticas. No va a resultar sencillo, pero es un camino que los actuales dirigentes deben adoptar, los de todos los partidos, al menos los que tengan en su esencia una base democrática que repudie este tipo de manipulación, les deseamos suerte en esta difícil tarea.

Ahora es el momento de la sociedad civil, de la ciudadanía sin cargos, pero con la responsabilidad de blindar la convivencia, garantizar un futuro mejor y evitar veleidades que solamente conducen al caos. Tenemos la obligación de hacer algo más que quejarnos; «deberíamos de hacer algo», cuántas veces hemos hecho individualmente este comentario, cuando lo que está pasando no nos gusta o resulta un peligro, pues ahora no nos gusta y es tremendamente peligrosa la escalada de la mentira, hay que poner límite y expulsar a la mentira de nuestra forma de convivencia. Juntos somos muchos, el refrán del león es enormemente clarificador tejer, tejer, tejer, claro que podemos unir fuerzas, compartir valores e ideales y con esto poner freno a los que tratan de subvertir los principios que nos han hecho avanzar como sociedad.

Pero, ¿cómo se puede hacer? No va a resultar un camino sencillo, en primer lugar, se trata de sacar a la luz esta sensación que muchos estamos teniendo, en segundo lugar, aquellas organizaciones cuyos principios y valores están tan alejados de estas prácticas manipuladoras, alcen la voz, lleguen a acuerdos y adquieran compromisos claros, mediante el establecimiento de un código ético por la dignidad, de manera que se puede hacer un circulo de exclusión de aquello que no sea cierto.

No a la mentira y no a su utilización para cambiar mi vida y la del conjunto de la sociedad.

Hagamos una apuesta decidida aunando los esfuerzos por algo que vale la pena intentar, poner freno al todo vale, a que la mentira repetida se convierte en verdad, a miente que algo queda. Nos negamos a formar parte de ese juego.