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Diana Morant a las puertas del PSPV

Diana Morant.

Diana Morant. / Levante-EMV

OPINIÓN / J. Monrabal

A falta de proyectos de partido a los que hincar el diente, las noticias sobre los candidatos que se disputan la dirección del PSPV (Diana Morant, Alejandro Soler y Carlos Fernández Bielsa), se presentan en términos deportivos, y si los medios hablan de «la carrera» entre los aspirantes al cargo es porque no pueden hacer otra cosa. La pregunta que subyace a ese espectáculo que no ofrece más que una representación de la política como un fin en sí mismo es obvia: ¿qué se les ha perdido a los ciudadanos en esas querellas de familia cuya lógica se les escapa y en las que ni pinchan ni cortan? ¿Qué interés, salvo el gastronómico, puede tener que se informe de que los partidarios de Morant se han «conjurado» en una comida o que Ábalos ha compartido mesa y mantel con Soler? ¿En qué afecta a las expectativas de la gente corriente que la ministra se haya instalado en un silencio ambiguo o que sus contrincantes recuerden, con una complacencia de pequeño ahorrador, que cuentan con más apoyos territoriales?

Lo único interesante del asunto es aún peor, pues, como en su día señaló el periodista Josep Torrent ¿no fueron precisamente la falta de proyectos políticos claros y los faccionalismos de baja estofa los que condenaron al PSPV a la oposición durante veinte años? Ni siquiera se sabe sobre qué criterios se resolverá el relevo de Ximo Puig, puesto que ni la opinión del expresident sobre su propia sucesión, ni la necesidad de anteponer las estrategias a la ambición de los candidatos parecen tener hoy una importancia decisiva en un partido al que, en cuanto se descuida, le crecen los enanos.

La cuestión central que se plantea hoy en el PSPV es si los juegos de poder son una opción sucesoria viable en un partido que no solo necesita un cambio de líder sino un revulsivo que permita a los socialistas valencianos depender electoralmente de sí mismos para volver a presidir la Generalitat.

Si nadie puede asegurar que Morant vaya a ser ese revulsivo, parece claro que Bielsa y Soler hoy por hoy no pueden serlo. Y no por razones relacionadas con su capacidad política (y en ese sentido siempre habrá que recordar la frase de Zapatero sobre los millones de ciudadanos que podrían ser presidentes de gobierno) sino por una serie de coyunturas que hoy favorecen objetivamente a Diana Morant.

La primera es que Morant se encuentra en un círculo de poder muy distinto al de sus contrincantes. Forma parte del Gobierno de España y su visibilidad política supondría un activo innegable al frente del PSPV. Morant no necesitaría proyectarse como líder, sino adaptase a su nuevo papel, mientras que sus competidores, más allá de sus apoyos territoriales, de su hoja de servicios o de su notoriedad en las ciudades que gobernaron o gobiernan como alcaldes, ¿quiénes son? La pregunta no es trivial, porque el PSPV no puede elaborar una estrategia a largo plazo con el lastre de tener que construir simultáneamente a un líder.

La segunda circunstancia que favorece a Morant es que sus contrincantes, ni juntos ni por separado, mejoran la apuesta de Sánchez por la ministra, a quien, patrocinada también por Puig, hay que suponer que comparte las tesis del expresident sobre la necesidad de un rearme ideológico en el PSPV. O, en otras palabras, la urgencia de dar un nuevo aire al partido y ponerlo al día, porque si Puig progresó en la recuperación del voto socialista, hace más de una década que los resultados autonómicos siguen estancados. Sin duda Bielsa y Soler comparten los mismos propósitos, pero en su caso llevarlos a cabo implicaría oponerse a los planes de la cadena de mando, y no es probable que eso ocurra, excepto para obtener algún rédito orgánico. Frente al movimiento de reina hecho desde la alta política los peones tienen poco margen de maniobra.

Una tercera circunstancia favorece a Morant: que el PSPV no ha sido dirigido nunca por una mujer, así como la importancia del voto femenino en la izquierda y la necesidad de plasmar en hechos las políticas de igualdad.

Todo lo anterior apunta a la ministra como la opción más razonable en un proceso que debería haber sido mucho más simple, abierto, cohesionado y proactivo pero que hasta ahora solo ha conseguido transmitir, como en el pasado, una mezcla de confusión, cabildeos e incertidumbres muy poco alentadora. A ver si, por lo menos, termina pronto, no se cierra en falso y en el PSPV llega la hora de los proyectos, del futuro, de los ciudadanos.