El Puerto de València cierra el año con un nuevo récord con 13 toneladas de cocaína confiscadas

El precio de esa droga al por mayor se desploma por el aumento descontrolado de la producción en Suramérica e inunda el mercado europeo pese al incremento de incautaciones

Barcelona supera por primera vez a Valencia con casi 20.000 kilos interceptados

En primer término los paquetes con 3.300 kilos de cocaína interceptados en una nave de Xirivella por la Policía Nacional.

En primer término los paquetes con 3.300 kilos de cocaína interceptados en una nave de Xirivella por la Policía Nacional. / Europa Press

Teresa Domínguez

Teresa Domínguez

Más incautaciones de cocaína que nunca, pero también más droga en las calles que nunca. Es la extraña paradoja a la que se están enfrentando los operadores policiales y judiciales que se coordinan en la desigual lucha contra el tráfico de drogas a gran escala, uno de los negocios ilegales más lucrativos del mundo, que, según los años, lidera ese ranking mundial y se pone por delante de los otras dos grandes fábricas de dinero clandestino: el tráfico de armas y el de seres humanos.

València sigue cumpliendo en esa lucha. Los responsables del control de entrada de la cocaína a gran escala procedente de Suramérica en el Puerto de València –en orden alfabético, Aduanas, Guardia Civil y Policía Nacional, además de la Fiscalía especial antidroga– pueden sentirse satisfechos: cierran 2023 con un nuevo récord en incautaciones, más de 13 toneladas de cocaína. 

El 90 % de la cocaína mundial llega por mar

Esa es la droga sacada el año pasado del mercado negro de toda la que diariamente llega por transporte marítimo –el 90 % de la producción se envía al primer mundo por esa vía– al puerto valenciano, sin duda una de las principales vías de entrada a Europa de la cocaína elaborada en los laboratorios de Colombia (principalmente), pero también de Bolivia y de Perú.

Durante años, los muelles valencianos fueron los que más incautaciones de cocaína llevaron a cabo. Las tornas empezaron a cambiar hace algo más de 10 años, cuando los servicios antidroga y aduaneros neerlandeses y belgas empezaron a mejorar sus sistemas de detección.

Más 100 toneladas en un año

Hoy, Amberes, en Bélgica, y Rotterdam, en Países Bajos, lideran en solitario el número de decomisos a los narcos en sus puertos, los más grandes de Europa. El primero de ellos, por ejemplo, interceptó el año pasado cerca de 109,9 toneladas, ocho veces y media más de lo confiscado en València. Un año antes, era, 89,5 toneladas, lo que da una idea del extraordinario crecimiento.

En cuanto a Rotterdam, hasta hace tres años líder en incautaciones, está actualmente en retroceso: 50 toneladas en 2022. Eso sí, ocho años antes, en 2014, eran poco más de 5.000 los kilos intervenidos en el puerto neerlandés.

Barcelona adelanta a València

Otra de las novedades en este 2023 es que este año, por primera vez, València pierde el liderazgo, al escalar el puerto de Barcelona a la primera posición en kilos de cocaína decomisada. Según las cifras ofrecidas en el reciente encuentro de fiscales antidroga de la red iberoamericana y de varios países europeos celebrado en València, los muelles de la capital catalana han sido escenario del decomiso de casi 20 toneladas de cocaína –otras fuentes lo cifran en 17, pero, en todo caso, son números más altos que los valencianos–. 

La cifra tiene cierta trampa, porque ese incremento se produce porque algunos de los cargamentos interceptados han sido inusualmente elevados, pero València sigue estando a la cabeza en el número de contenedores revisados.

Por lo que se refiere al recinto portuario valenciano, este 2023 concluye con casi 2.000 kilos más de cocaína sacados de las calles, ya que en 2.022 fueron 11.564 los kilos interceptados (9.356 kilogramos en 2021 y 7.949 en 2020).

Ocho grandes golpes en tres meses

La mayoría de esos más de 13.000 kilos han sido decomisados en el último trimestre del año, tal como ha venido publicando Levante-EMV. De hecho, han sido más ocho toneladas desde mediados de octubre en ocho operaciones policiales con más de una treintena de detenidos, ya que a las siete publicadas hasta ahora por este diario, la última de ellas, de 200 kilos de esa droga camuflada como gancho perdido en un envío legal de café en grano, se le suma una octava, con más de 400 kilos interceptados, llevada a cabo a mediados de noviembre y que no había trascendido hasta ahora.

Pese a todo ese esfuerzo, las calles de las ciudades europeas –y València no es una excepción– estás inundadas de cocaína. «Hay más droga que nunca. Es increíble. La demanda es altísima, cada vez más, pero la oferta es aún mayor», resume una fuente de la lucha antidroga. No es la única voz que dice lo mismo.

Un 50 % más de cocaína que hace 10 años

La razón está en el origen. Colombia, principal país cocalero del mundo, ha incrementado en un solo año un 25 % la producción de clorhidrato de cocaína –la forma habitual de consumo– y un 13 % el cultivo de la planta. En 2022, fabricaron y exportaron 1.738 toneladas de cocaína, 338 más que en 2020. 

Y no es cuestión de un año: el cultivo la hoja de coca y la fabricación de la droga, que estaban en niveles extraordinariamente bajos en 2014, durante la negociación de la paz firmada dos años después. Pero la desintegración de las FARC, la irrupción de los narcos de los cárteles mejicanos (pagando ingentes cantidades de dinero por adelantado como auténticos inversores en una franquicia) y otras variables sociopolíticas locales han llevado a un fuerte incremento en la producción que se repite en los otros dos países productores, Perú y Bolivia, con incrementos del 50 % en una década.

El precio del kilo, por los suelos

Tanta mercancía, ilegal pero sujeta a la misma esclavitud del capitalismo que el resto del tejido productivo legal, ya ha dejado ver las primeras consecuencias: el precio de la cocaína al por mayor (la que llega por vía marítima, que se compra en destino por kilos) está por lo suelos. Hasta hace unos pocos años, aún se vendía a entre 28.000 y 33.000 el kilo; hace un año, se situaba en 23.000, «pero ahora puedes hacerte con ella a 18.000», explica un buen conocedor del mercado clandestino.

Otra consecuencia, pero esta en el origen: los campesinos de ciertas regiones, que se lanzaron como locos a replantar la hoja de coca, alentados por el dinero fresco que creían les llegaría de manos de los narcotraficantes mejicanos vuelven a pasar estrecheces porque cada vez se les paga menos por la hoja de coca que cultivan. Demasiados intermediarios. Como cualquier otro agricultor en la era de la oferta y la demanda.