Las fallas futuras: tasa turística, menos verbenas y más arte

Autoridades y especialistas urgen a repensar las fiestas para gestionar las multitudes en los actos más masificados, combatir el incivismo y mejorar los mecanismos de participación democrática

Un grupo de jóvenes disfruta de las horas previas a la «crida» de 2023. | EDUARDO RIPOLL

Un grupo de jóvenes disfruta de las horas previas a la «crida» de 2023. | EDUARDO RIPOLL / josé miguel vigara. valència

José Miguel Vigara

José Miguel Vigara

Las fallas que acaban de concluir, calificadas como «históricas» por la avalancha de público que ha recibido la ciudad, han puesto sobre la mesa un buen puñado de retos que hay que acometer de manera urgente, en algunos casos, y en otros, a medio y largo plazo. Urge un debate sereno y profundo sobre el futuro que, en palabras de la subdirectora de Levante-EMV Isabel Olmos, detenga la evidente «sanferminización» de unas fiestas, cuya esencia, no hay que olvidarlo, es el arte y la crítica que exhiben los monumentos falleros.

La periodista ha puesto sobre la mesa la urgencia de evitar que las fallas «se le vayan de las manos» a la ciudad y ha instado a reflexionar sobre los peligros que ello entraña. Con independencia de otras reflexiones, hay cuestiones que urge mejorar ya de forma inmediata. Una pasa por potenciar aún más los servicios de limpieza y desplegar más urinarios si cabe por toda la ciudad. El propio alcalde Joan Ribó lo ha expresado así y lo han reclamado colectivos vecinales como Amics del Carme, la Federación de Vecinos o la Asociación de Vecinos de La Roqueta.

De paso, debería analizarse la excesiva proliferación de puestos de comida rápida y churrerías, que literalmente se han multiplicado este año por calles principales de La Roqueta, El Carme y Russafa, por citar algunos casos, dificultando la movilidad de los peatones, en especial, en las aglomeraciones provocadas por actos como la «cremà» o las «mascletades».

Debería analizarse la excesiva proliferación de puestos de comida rápida y churrerías, que literalmente se han multiplicado este año por calles principales de La Roqueta, El Carme y Russafa, por citar algunos casos

También se deben analizar de forma particular, los casos de La Roqueta, Russafa y Ciutat Vella, ya que son barrios sometidos a una gran presión poblacional y una intensa turistificación durante la Semana Fallera, lo que provoca muestras de incivismo de toda clase, con los maceteros y las jardineras sirviendo como basureros; los puestos ambulantes de comida rodeados de residuos; y las calles y portales, sirviendo como váteres públicos. Ciertas imágenes no pueden repetirse por el bien de los vecinos, en primer lugar, y de la imagen internacional de una fiesta reconocida como Patrimonio de la Humanidad, en segundo.

La concentración de público en determinados en eventos y actos, y cómo gestionar estas multitudes, es otra cuestión que hay que repensar. Las fotos de miles de personas apelotonadas en el entorno de la Estación del Norte hasta la plaza del Ayuntamiento ponen los pelos de punta. En caso de que una ambulancia hubiera tenido que acceder por algunas de esas vías colaterales para atender a un enfermo sería misión imposible y eso que se han mejorado y ampliado las vías de evacuación en los actos más multitudinarios.

El vicealcalde Sergi Campillo ha pedido «una reflexión serena» sobre cómo tienen que ser las Fallas del futuro en el seno de la propia Junta Central Fallera y de la mano de las comisiones. Campillo propuso como medida concreta unificar verbenas y discomóviles organizadas por las fallas. Esto permitiría centralizar los servicios municipales de limpieza, emergencias o policía, lo que aumentaría la eficacia de los mismos. El vicealcalde aboga también por cobrar la tasa turística para que cada visitante sufrague una mínima parte de los servicios municipales que obligan a desplegar los cientos de miles de personas que visitan la ciudad.

La vicealcaldesa Sandra Gómez -del PSPV-PSOE- es precisamente la gran impulsora de la referida tasa fallera y recomienda dedicar los recursos obtenidos a los artistas falleros para que puedan hacer mejores monumentos. De hecho salvar a los creadores del arte fallero es otra tarea urgente, ya que en 10 años es posible que no queden, tal como han advertido profesionales como Ximo Esteve o Ramón Devís. Otra propuesta que ha lanzado Gómez es que se unan en la Semana Fallera la mayor parte de los festivos con el objetivo de favorecer la conciliación laboral y familiar.

El concejal de Policía Local, Aarón Cano, también pidió que todos los agentes sociales e institucionales implicados analicen qué ha ido mal en estas fiestas para mejorarlas. Cano llegó a demandar que no se autoricen «puestos de venta de bebidas alcohólicas» en la vía pública, ya que hay suficientes locales, bares y restaurantes en la ciudad, «que pueden atender la demanda» de estos productos. Ello evitaría problemas de inseguridad derivados del consumo excesivo y también la proliferación de latas y comida en el entorno.

Decrecimiento fallero

El director del Museu Faller y estudioso de la fiesta, Gil-Manuel Hernández, también ha concluido que es necesario concretar «el decrecimiento» de las fallas tal como las conocemos hoy, «de manera regulada y planificada». De lo contrario, la propia celebración de la fiesta «será inviable», opina. Las recetas de Hernández para el futuro pasan por continuar con la descentralización de los actos falleros, por levantar fallas más pequeñas y ecológicas, por aumentar la protección patrimonial y por devolver el protagonismo al monumento, haciéndolo más crítico y creativo.

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