Expulsan de un restaurante a cuatro personas por llevar abanicos LGTBIQ+
La dueña del popular local de comida árabe en el centro de València recibió la bandera arcoíris como una "agresión moral" y dice que si le obligan a exhibir este tipo de símbolos tendrá que cerrar su negocio tras 17 años de actividad
![Manifestación del orgullo LGTBIQ+ en València](https://estaticos-cdn.prensaiberica.es/clip/f4068e2d-d566-4dc9-ad89-6ded659baca5_16-9-discover-aspect-ratio_default_0.jpg)
Manifestación del orgullo LGTBIQ+ en València / Eduardo Ripoll
“Nos acaban de echar de este negocio por llevar un abanico con una bandera arcoiris. Desgraciadamente siguen pasando estas cosas”. La denuncia la realizaba un comensal de un restaurante marroquí en la calle La Nau de València –Ciutat Vella– y no ha tardado en viralizarse.
Fátima, la dueña del local, explica que los hechos ocurrieron ayer sábado a la hora de comer y confirma el enfrentamiento. “Vinieron cuatro personas y colocaron sus abanicos con la bandera arcoiris tapando mis manteles. En nuestro restaurante no queremos esos símbolos”, señala esta marroquí de 58 años, con 17 años de trayectoria en la popular casa de comidas árabes.
“Yo les dije con todo el respeto, por favor, quitad los abanicos”, continúa relatando Fátima. “Aquí tampoco servimos alcohol ni cerdo. Nosotros somos musulmanes practicantes, les damos la bienvenida a mi casa para ofrecerles una experiencia gastronómica tradicional, pero en ese momento había familias marroquíes y argelinas al lado, personas conservadoras y mujeres con velo”, cuenta.
De este modo, tras exigir que retiraran los abanicos con los colores LGTBIQ+, los clientes y la hostelera se enzarzaron brevemente en un debate de ideas que terminó de fijar la posición de unos y otros. Los comensales amenazaron con puntuar mal el negocio en Google, y a ella le dio igual porque tiene otras prioridades: “Es como si vienen con una botella de alcohol cada uno en la mano y se la beben en mi mesa. Para mí esa bandera es incluso peor. Me pone nerviosa y no me permite trabajar. Es una agresión moral”, afirma.
Ahondando en su postura, la gerente del local de comida marroquí y libanesa señala que ella es religiosa y cree en la familia tradicional y en el nacimiento de niños en el seno de dicha familia, un razonamiento que terminó por tensar el ambiente en un restaurante lleno de gente. “Yo tengo el derecho a elegir a mi clientela. Aquí viene mucha gente de la comunidad LGTBI, pero se sientan, les pongo la comida, comen, nos despedimos amablemente y cada uno a su mundo”, dice Fátima sobre una política de respeto siempre que no se exhiban símbolos, o al menos los no alineados a sus convicciones.
“Cada uno que ponga la bandera en el balcón de su casa”, insiste. “Si España dice que tenemos que colocar la bandera arcoiris entonces tendré que tomar la decisión de seguir trabajando o bajar la persiana. Y si el Estado me impone servir alcohol, cerraré enseguida”, termina de argumentar la mujer.
En su favor también ha hablado un artista de la zona que prefiere no dar su nombre pero sí su opinión: “Fátima es una mujer tolerante, simplemente no quiere que se haga apología de nada. Yo no he colocado mis cuadros en su local porque lo quiere aséptico”, asegura. En su contra habla un movimiento LGTBIQ+ que observa preocupado cómo la diversidad sexual sigue siendo demonizada a muchos niveles, de lo particular a lo institucional.
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