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Salud Mental

Las llamadas de jóvenes con ansiedad o depresión a teléfonos gratuitos se disparan tras la pandemia

El servicio Cruz Roja Responde registra un 160 % más de consultas respecto al año pasado | Las atenciones por depresión al teléfono de la esperanza crecen un 26 %

María Quilis es una joven de 26 años que sufre ansiedad German Caballero

María conoció la ansiedad con veintipocos años, pero no le puso nombre hasta mucho después. "Llevaba unos años sin ganas de salir, me encerré en casa y no quería hablar con nadie, empecé a tener ganas de llorar todo el rato y algunas veces me alteraba tanto que me faltó el aire. Pero no supe lo que me pasaba hasta que fue muy tarde, porque no hay información", cuenta.

Su madre le recomendó ir a terapia, y probó con el psicólogo de la Seguridad Social. "Pero te atienden cuando pueden y demasiado rápido". La primera vez llegó a una sala de espera con 6 personas, convocadas con media hora de separación entre ellas. "Entras a la consulta y sales de allí sintiendo que nadie te va a ayudar", remarca.

Así que al final tuvo que ir a una psicóloga privada, cuyos gastos paga a medias con su padre. "Si son 50 a la semana, estás dejándote 200 euros para mes, y si compartes piso con un sueldo de mil euros es mucho dinero", afirma esta joven de 26 años. Superó la ansiedad y ahora ha vuelto a consulta porque se vuelve a sentir decaída, y no tiene ningún problema en visibilizarse, pese al estigma que todavía existe en torno a la salud mental.

Casos como el de María hay muchos, no diagnosticados más aún porque "todavía hay un montón de personas que se lo callan o piensan que no les hace falta un psicólogo", explica. El problema es tener los recursos para una consulta privada y poder recibir una atención adecuada.

Pero la realidad está ahí. Y se refleja en las consultas de los teléfonos gratuitos de atención psicológica, a los que no paran de llamar personas jóvenes, sobre todo en un rango de 30 a 45 años. En Cruz Roja Responde, un servicio confidencial de acompañamiento emocional, ya son el perfil más común por delante de las personas mayores. Y de hecho se han incrementado las consultas en un 160 % respecto al año pasado.

Maria es una joven que sufre ansiedad German Caballero

En el teléfono de la esperanza no están en esa situación, pero su presidente José Ortiz confirma que este grupo de edad hace cada año más llamadas, y en su opinión continuará al alza en los próximos años. Las llamadas atendidas también han crecido un 6,5 % desde el año pasado.

Sobre todo se han atendido consultas por soledad e incomunicación, pero también por casos de depresión. Al menos atienden una llamada cada día por ideas o crisis suicidas, y han tenido que actuar en 17 casos de actos suicidas en curso, un 26 % más (datos a septiembre de 2022). Aún así Ortiz asegura que "nos gustaría que llamara gente más joven aún, de 20 años, porque creemos que ahí hay muchas patologías que deberían salir", explica.

De eso no se habla

Cristina Molina es psicóloga de Cruz Roja, y asegura que "los trastornos no diagnosticados en la pandemia están explotando ahora". Las llamadas al teléfono de atención psicológica están ya en cifras del año 2020, "hay personas que fueron a urgencias porque les faltaba el aire creyendo que era covid, pero en realidad estaban teniendo un ataque de ansiedad", cuenta.

Y esas personas son en especial, jóvenes, sobre todo de 30 a 45 años. "Las personas jóvenes aún se lo callan todo en estos temas, la salud mental sigue siendo un tabú. No hablan con sus amigos sobre cómo se sienten y no se desahogan hasta que es algo grave". Por eso en el teléfono reciben muchas consultas "de padres o madres jóvenes que pueden tener un cuadro de depresión pero no le han contado nada a su pareja y no se toman la medicación porque no quieren que se entere", asegura Molina, que opina que las consultas que llegan al teléfono de la entidad son "la punta del iceberg".

Andrea Mezquida, psicóloga especialista en adolescencia y juventud, añade que "no todo el mundo puede pagar un psicólogo privado y la sanidad pública va muy escasa de personal, así que mucha gente va a morir a este tipo de teléfonos porque no les queda otra opción", remarca.

Mezquida cuenta que "tengo muchos pacientes que vienen desencantados con la sanidad pública, porque les dan una sesión de 20 o 30 minutos cada dos meses, y sin tareas para casa ni nada", lamenta. Y añade que "esto es un problema muy grave, porque la salud mental no entiende de crisis económicas".

Una epidemia de soledad

El teléfono de Cruz Roja atiende también casos de soledad no deseada y, aunque algunos de ellos son de personas mayores, muchos otros son de gente joven. "Tenemos casos de personas de 35 a 45 años, derivados de estos problemas de salud mental. Algunas personas están pasando un duelo, y otras han cronificado problemas hasta aislarse y perder sus amistades y sentirse solos", cuenta Molina.

La soledad ha pasado a ser un problema también de la juventud. "Algunos pacientes caen en algún trastorno como la depresión y si no se trata pronto pierden las redes de apoyo como sus amigos. Muchos me lo dicen directamente, o no tienen amistades o las que tienen no son tan fuertes como para abrirse con ellas. Y son personas jóvenes", dice Mezquida.

Molina reivindica que hace falta crear muchos más recursos de este tipo, que pueden sacar a las personas de situaciones muy graves. "Atendemos casos mucho más graves por teléfono que en persona, porque llamar es mucho más accesible para una persona en depresión profunda, que seguramente no quiera salir de casa, así que es un servicio muy positivo que se tiene que potenciar", explica.

Emilia no tiene quien le llame

Emilia tiene 87 años, vive en Santa Pola, y repite constantemente que se siente muy sola. Cada vez que suena el teléfono es una alegría enorme para ella, por las ganas que tiene de hablar con alguien. Por eso agradece muchísimo a las voluntarias del teléfono de Cruz Roja, que son su confidente y le dan alegría cada vez la llaman.

Cuenta al otro lado del teléfono que ha cogido miedo por la pandemia. "Antes salía mucho más, pero ahora me quedo encerrada en casa. En cosa de dos años he empeorado muchísimo y me noto mucho más anciana", explica. Su mayor ilusión es el día que su hija la acompaña a la revisión del médico y a hacer la compra. Es una mañana en la que sale, aunque sea al centro médico y al supermercado. Explica muy contenta que a veces incluso su hijo le lleva a ver sitios de Santa Pola.

Pero en general lamenta que "a las personas mayores no nos hacen demasiado caso. Yo no tengo a nadie con quien hablar, aunque sea por teléfono", explica. Una de las llamadas que recibe cada día es la de su nuera al final de la tarde, que se asegura de que no se duerma pronto y se tome la medicación para la ansiedad que padece. "Las tardes las paso con una angustia en el pecho fatal, sufro mucho y me da mucha pena, porque no sé que hacer". Emilia no tiene quien le llame, y Cruz Roja cuenta que cada vez hay más 'Emilias'. "Este es un problema que se ha cronificado desde la pandemia, y va a ir a más", remarca Cristina Molina.

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