Montañas de «fake news»
Juanjo Villena
Pirineo de Huesca, 1.500 metros sobre el nivel del mar. Cielo nuboso del que se desprenden densas cortinas de precipitación. La lluvia y la nieve contornean las montañas y salpican la luna de nuestra furgoneta que desacelera, echa el freno de mano y pasados unos segundos despliega sus puertas descubriendo la sonrisa cómplice del chófer: «Bienvenidos a Formigal-Panticosa». Hace unos días Sallent de Gállego abrió sus brazos y nos dio un cálido abrazo a los expertos citados en la XIII Jornada de Meteorología y Prensa, organizada por Aramón y Aragón Televisión. Yo llegué el jueves a media tarde, en categoría de invitado y partícipe de una mesa redonda dedicada a las «fake news». Lo hice con una maleta muy pesada, abarrotada de ropa de abrigo y calzado para encuentros formales e informales porque, pese a las muchas ediciones del evento, nunca había ido y la incertidumbre acabó colgándome aquel sambenito del hombro.
En el monovolumen, además del dicharachero conductor, estaba Rocío Benavente, periodista y coordinadora editorial de Maldita.es, un proyecto de verificación de noticias que hoy no necesita más presentación. Ya en la sala de conferencias, a eso de las seis, nos encontramos con Rafael Requena de la delegación aragonesa de la Aemet; Alberto López, en categoría de CEO de Wanatop, y Sergio Melendo, presentador de informativos en Aragón TV, allí moderador. Ese fue el tándem sobre la tarima, frente a la que se desplegaba un patio de butacas con muchas caras conocidas de la información meteorológica, como Albert Barniol, Himar González o José Miguel Viñas.
Tras la reflexión de Rocío, que rompió el hielo de forma magistral, entré yo dispuesto a podar el actual entramado comunicativo, que últimamente está un tanto pringado de noticias salidas de tono. En ello han colaborado los buscadores que premian en la red los titulares más virales, los medios que se postulan con información engañosa o falsa y muchos usuarios que piden a gritos una buena dosis de alfabetización mediática. Los lectores deben saber que se enfrentan a un océano de noticias del que solo se destaca a través de balizas luminosas, que pueden salir de la creatividad, los conocimientos o la destreza del redactor; también de la mala praxis que apela a emociones primarias. Hay que contrastar la información. Yo, además, traté de poner un «esqueje» entre los expertos allí presentes para que desde sus medios pongan trabas al sensacionalismo mediante la denuncia pero, sobre todo, desde la divulgación. No les debió sorprender. Al día siguiente, el paisaje que se extendía frente a mi hotel sí que me dejó patidifuso, ¡qué joya tienen ahí! Eso me lo traje en el zurrón.
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