Con la lupa puesta en la retirada de la paja para evitar la generación de aguas negras
Con la siembra del arroz ya concluida, una de las principales preocupaciones ahora de la Administración es la correcta recogida de la paja de los campos. El gran temor, como todos los años por estas fechas, reside en la posible pudrición de los restos de la cosecha que no hayan podido retirarse a tiempo, especialmente si se dan episodios de fuertes lluvias combinadas aún con altas temperaturas. La aparición de las denominadas aguas negras es uno de los grandes quebraderos de cabeza de los responsables tanto del lago como del parque natural. De hecho, la Conselleria de Medio Ambiente, Agua, Infraestructuras y Territorio extremó la semana pasada las medidas de vigilancia a través de los agentes ambientales para evitar quemas no justificadas previamente por motivos fitosanitarios. En todo caso, a nadie se le escapa que lo que se busca es evitar desastres como el de noviembre de 2020 cuando una fuerte tromba de agua -con graves inundaciones en la comarca de la Ribera-, sumada a los residuos agrícolas, provocaron distintos puntos de anoxia en el perímetro del lago. El departamento que dirigía la entonces consellera Mireia Mollà (Compromís) tuvo que activar un plan de emergencia para recuperar de los arrozales más de diez mil toneladas de paja y desde la Universitat de València se tuvo que hacer un seguimiento incluso a través de las imágenes captadas por los satélites.