Esther García Llovet: "El Saler es un sitio más bien prehistórico"

En «Los guapos», la última novela de la escritora malagueña, los fenómenos y los personajes inquietantes se dan la mano con l'Albufera y su extraño paisaje de fondo

Esther García Llovet.

Esther García Llovet. / L-EMV

Voro Contreras

Voro Contreras

La fotógrafa y escritora malagueña Esther García Llovet descubrió el misterioso atractivo que tiene el Saler un día que vino a entrevistar al también fotógrafo Ricardo Cases. «Íbamos por debajo de los árboles y yo me quedé como fascinada con el sitio, y pensé, tengo que volver. Entonces, al cabo como de cuatro meses volví y desde entonces siempre que puedo hago una escapada y me pierdo por ahí. Es una maravilla, me relaja, me da energía, me flipa, me encanta». De aquel flipe y encante ha surgido ‘Los guapos’, una novela divertida y marciana con personajes singulares haciendo cosas más bien extrañas en un paisaje fascinante.

Más allá de Blasco Ibáñez, el Saler y l’Albufera han tenido poca literatura pese a lo fascinantes que son, ¿no cree?

Sí, y es extraño. A un lado tienes la playa; al otro ,el bosque; al otro. l’Albufera... Es algo que no parece terrenal, es más bien prehistórico.

Y en medio, los edificios que surgen ahí como la estatua de la libertad en El Planeta de los Simios.

Claro, y que València esté a solo 20 minutos me deja completamente descolocada. Y después El Sidi, que ahí está sin que lo echen abajo. La última vez que estuve en el Saler estuve dando una vuelta por alrededor y me encharqué hasta las bodillas. Es es muy mágico todo.

¿Le resulta más interesante ese bosque ultramoderno que es el Benidorm de su anterior novela o el «bosque prehistórico» que es el Saler de 'Los guapos'?

No sabría decirte. De hecho, la novela que estoy acabando ahora transcurre en un paisaje muy agreste, muy bestia, cerca de Orihuela. Y también muy raro. Yo siempre había escrito todo en registro urbano porque soy muy urbanita, pero ahora me gusta mucho moverme en ‘territorio vaquero’, como yo le llamo, donde todo está más silvestradoy te da la oportunidad de imaginar según que cosas e incluso meterle algún fantasma a la historia. El paisaje te permite hacer ese tipo de cosas.

¿Qué tiene esta línea de costa de Benidorm a València y a Orihuela para usted? 

Tampoco lo sé. Te diría que esta tendencia a este paisaje quizá me salga porque soy de Málaga, que más pronto o más tarde tendría que salirme estas cosas con este tipo de luz y lo de meterse en el mar por la noche. Por lo que sea, ha salido en València.

Además, en la novela dice que aquí somos todos guapos. Gracias por la parte que me toca, aunque ya me gustaría a mí.

Es que es verdad, todos mis amigos valencianos y los amigos de mis amigos valencianos, los miro y digo: joder, qué guapos son todos. Son todos falleros, falleros mayores. 

En «Spanish beauty» los personajes tenían un punto cutre pero también una ambición. En «Los guapos», en cambio, no tienen más ambición que sentarse en una silla y esperar algo.

Tengo la sensación de que el 75% de la gente es así, no tenemos más ambición que estar sentados tranquilos en casa después de trabajar, ir al mercado, hacer la compra, subir a casa, ver una peli y hasta mañana. Yo creo que eso es ser realista, pero no por falta de ambición, sino por falta de tiempo, que no te da para más.

Pese a vivir en un camping con cuatro cosas, perder las gafas en el mar o ver morir a sus padres en extrañas circunstancias, sus personajes nunca se quejan.

Son personajes que están ahí. Como estaba el dueño real del camping del Saler en el que estuve hace unos años, que se pasaba el día ahí sentado y no tenía pinta de estar pasándoselo mal. O sea, damos por sentado que porque esté viviendo en un camping no le va a molar. Pues igual a él le molaba.

¿Cuántos personajes como éste de «Los guapos» están basados en hechos reales?

El del cámping realmente era un chaval que estaba allí y cuando llegué me dijo: bueno, aquí tienes las llaves que yo me voy. Y me quedé sola. Era temporada baja. Creo que se llamba Vicente y era como muy simpático y muy buenrrollista. Y luego, el personaje de Willy se me ocurrió otro día que iba por la calle y había un señor dándole unos gritos tremendos a una chica que estaba poniéndole una multa y esta como si nada. Y eso fue algo que se me quedó mucho.

El único que parece sorprenderse algo de las cosas que ocurren en «Los guapos» es, precisamente, el que viene de fuera, el madrileño que quiere convertir l’Albufera en un «Burning man». Y aun así, lo acepta todo con bastante naturalidad.

Sí, supongo que a mí me pasa lo mismo. El mundo camping me parece ya un mundo de por sí muy particular. Porque cuando estás allí, no sabes si la gente que estás viendo esos días llevan ahí toda la vida. Yo qué sé, o sea, hay una sensación de inquietud en el aire. Es un ocio inquieto: están ahí, pero no sabes si se van a quedar aquí mañana. 

De provisionalidad.

Sí. Pero la novela que estoy escribiendo ahora transcurre en un hotel de superlujo y la sensación es la misma y los personajes son parecidos pero con más pasta. 

Hay muchas referencias musicales valencianas: Nino Bravo, Seguridad Social, Mausoleo, Ventura... ¿Qué le aporta la música?

Pues una banda sonora. Una de las cosas más inquietantes de un camping en temporada baja es esa sensación de silencio total. Eso me pone muy nerviosa. Bueno, hasta que de pronto empiezas a oír unos petardazos constantes, como en la última vez que fui. Pregunté y me dijeron que era para espantar a los pájaros de los arrozales. Ese ruido es como otra parte del diálogo de la novela, y la música es otro diálogo más.

En la promoción del libro le comparan con Berlanga, pero a mí se me parece más a David Lynch o Chema García Ibarra.

Sí, supongo que lo de Berlanga va más por el tema humor. Lo cierto es que a mí Berlanga me explica. Y es curioso porque Berlanga yo lo he empezado a estimar con la madurez. Pero Chema también me encanta y, en cuanto a Twin Peaks, fue la serie que me rompió la cabeza. Todo lo mágico, reverberante que tiene Twin Peaks me vuelve loca.

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