Los olivos de Diània, la tenacidad de un paisaje sagrado
Ecológicos, singulares y heroicos: así son los aceites de les Comarques Centrals
Els Magazinos de Dénia da foco a estos pequeños productores
«Aceituneros altivos». Va en el carácter. El verso, sí, es de Miguel Hernández, de su poemario «Viento de pueblo». Él cantaba a los andaluces de Jaén, al «aceite y sus aromas» y a «la libertad de las lomas».
Este país de montañas llamado Diània, les Comarques Centrals Valencianes, no es de lomas onduladas, sino de «esquerpes serralades». Aceituneros orgullosos y tenaces. Los olivos de Héctor Carrió (Tossut Agroecologia Sostenible) «alzan su mano poderosa de cimiento» (de nuevo, Miguel Hernández) en bancales de la partida Els Pouets, en Pedreguer. Los olivos están a 400 metros de altitud y se asoman al mar y al Montgó.
Carrió, que es ingeniero agrónomo, da las claves de la oleicultura genuina y heroica de Diània. «Aquí somos duros. El manejo agrícola no está mecanizado. No podemos tener tanta productividad como tienen en Andalucía. Estamos abocados a ir a contracorriente y a hacer aceites muy singulares». Los suyos han ganado premios al mejor aceite virgen extra ecológico de la Comunitat Valenciana. Por cierto, «Tossut» es obstinación, «cabuderia».
Este agricultor comparte reflexiones con Carles Pérez, de Castell de la Costurera (Balones); Esperanza Beltrà, de Racó de Payà (Alcoi); Luis Miguel Martínez, de Octobris (la Canyada), y Ramón Terol, de Alfaoliva (Alfara). Todos coinciden. Pequeñas producciones en litros de aceite y enormes en sabor y matices. Cuidan olivos centenarios. A estas familias, custodias de un paisaje sagrado e histórico (los olivos los trajeron los fenicios, como recuerda el historiador Javier Calvo), les une el convencimiento de que sus aceites son únicos y extraordinarios.
Estos productores protegen un territorio asediado por el urbanismo y los incendios. Está demostrado que el mosaico agrícola frena el fuego. Carrió advierte de lo complicado que es revertir a agrícolas terrenos forestales. La administración pone mil trabas. Y bastaría que los burócratas bajaran a la tierra y constataran que debajo de las marañas de pinos hay muros de «pedra seca», vestigios de que estas montañas estuvieron abancaladas y se cultivaron.
Los productores de Diània, junto a los de Señorío de Relleu (Olis d’Alacant) y Castril Natural (Granada), coinciden en otra amenaza que se cierne sobre los olivos, la pertinaz sequía.
Entornar los ojos e imaginar "rondalles" y leyendas
A los orgullosos y tenaces aceituneros los convoca el mercado gastronómico y cultural Els Magazinos de Dénia. Su feria «Olis de Diània» da foco a los pequeños productores. La periodista Marina Vega conduce el debate. Luis Cañizares, director de este mercado, anima a conocer más a fondo las historias de estos oleicultores y a comprarles sus grandes aceites. Mientras, el experto Francisco Albert guía una cata en la que los participantes entornan los ojos e imaginan el territorio de Diània, el de las «rondalles» de Enric Valor, el de las montañas «amoroses i esquerpes» que maravillaron al etnobotánico Joan Pellicer.
El historiador Javier Calvo y el escritor Just Sellés, gran conocedor de Diània y cuya última mirada a este agreste país es desde el mar («La Marina en caiac, crònica d’una travessia anticiclònica»), también hablan de este territorio en el que los serpenteantes caminos estaban jalonados de olivos (una costumbre árabe). Los olivos centenarios y milenarios son en la Marina Alta y les Comarques Centrals más que un soberbio patrimonio natural. Son historia, cultura y paisaje. Paisaje sagrado.
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