Hipócritas el 8M

Julia Ruiz

Julia Ruiz

 Un nuevo 8M, día internacional de la mujer trabajadora, sacará a las calles a miles de personas para reivindicar un mundo mejor, más igualitario, sin violencias, discriminaciones ni machismo. La mayoría serán mujeres, mujeres de a pie, algunas, con años de manifestaciones a sus espaldas y otras, que desde el apoteósico 8 de marzo de 2018 han interiorizado la importancia de ser visibles, de reivindicar espacios el día en el que el foco mediático estará puesto en este movimiento. Pero habrá también quienes se movilicen por inercia, sin mucha conciencia, porque toca, porque es políticamente correcto, porque (en el caso de los partidos) puede dar votos. Aun así, el movimiento feminista puede sentirse satisfecho de haber conseguido que el 8M no sea cosas de unas pocas, un pequeño espacio reservado en un diario o una noticia de relleno en el telediario de turno.

El feminismo tiene agenda y esta es visible en un mes en el que, en el caso de València, la pólvora se mezcla con escaparates de ropa con merchandising morado. Ahora bien, no nos llevemos a engaño: haber situado el 8M en la agenda política y mediática es sin duda un éxito, pero lo cierto es que la igualdad no es ni un asunto capital ni ineludible el resto de los 364 días del año. Abolir las estructuras patriarcales llevará tiempo, pero también resquebrajar el sistema de hipocresía que implica el machismo. La hipocresía está ahí, es compañera de vida, también en la política y por eso, este mes de marzo con las elecciones a la vuelta de la esquina asistiremos a una explosión de actos en pro de la igualdad condenados a quedarse en lo superficial. Entidades de toda índole (partidos políticos, administraciones, asociaciones, etc) promueven acciones para reivindicar la igualdad real de mujeres y hombres, pero lamentablemente, en muchas ocasiones, a poco que se rasque, es fácil que caiga la máscara.

Me pregunto, por ejemplo, qué igualdad reivindican esos ayuntamientos que llevan meses esquivando aprobar la ordenanza impulsada desde la Conselleria de Justicia para contribuir desde sus municipios a terminar con la explotación sexual de las mujeres prostituidas con multas a los puteros o cuántos Tito Bernis que usan a las mujeres como si fueran mercancías calientan todavía escaños. La reflexión sesuda del por qué las mujeres quedan fuera de los círculos del poder, aquellos en los que se toman las decisiones, no nos llevarán muy lejos si, de nuevo, para estas elecciones normalizamos que siguen siendo los hombres quienes copan la primera línea, los ‘presidenciables’ de las listas electorales, a quienes veremos debatir, mientras ellas quedan relegadas a estar pero no a ser.

Me pregunto también dónde queda para ciertos partidos el 8M cuando (qué casualidad) sistemáticamente aquellas políticas que más se han significado en el feminismo y en la lucha por la igualdad acaban apartadas, sustituidas o silenciadas porque sus discursos resultan incómodos. Como decía una de las últimas campañas de la Generalitat, urge señalar al machista. Hagámoslo, pero no olvidemos, también, señalar a los hipócritas.