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Feijóo pierde, pero seguirá

Joan Tapia

Joan Tapia

Núñez Feijóo ha perdido su primera votación (172 votos contra 178). La investidura queda ahora pendiente de la de mañana, en la que necesitaría tener más votos positivos que negativos y en la que -salvo gran sorpresa- también será derrotado. El resultado ha sido el esperado, pero Feijóo no buscaba tanto ser investido como salir vivo y con posibilidades. Habiendo ganado en julio (137 escaños contra 121 del PSOE), no ir a la investidura era darse por vencido. Tirar la toalla. Ahora ha perdido, pero sigue. Y si se repiten elecciones porque Sánchez no logra el pacto con Puigdemont, volverá a ser el candidato.

Feijóo no buscaba tanto explorar nuevos caminos como asegurar su territorio y seguir liderando la oposición. El PP no es un partido fácil, pero Aznar y Rajoy perdieron dos elecciones antes de llegar a La Moncloa. Como Felipe González. Y él ha ganado a la primera, pero con una victoria insuficiente. Ayer afirmó: «Me voy con la integridad política intacta». Es una frase altisonante cuando lo relevante es que sigue vivo. E hinchar sus posibilidades y exagerar el discurso le lastraron tanto en julio (tuvo una gran subida, pero inferior a la que los suyos aseguraban) como ahora. Es fanfarrón decir que podría ser investido por el PNV y Junts si aceptaba sus condiciones de amnistía y referéndum pero que -al contrario que Sánchez- él no aceptaba «pagar ese precio».

¿Por qué no admitir la realidad? Si Feijóo pactaba, incluso algo menos fuerte como el uso de las tres lenguas oficiales en el Congreso, no solo se habría quedado sin los votos de Vox (ganaría 12 pero perdería 33) sino que sus cayetanos se habrían rebelado. Basta ver lo que pasó con Borja Sémper, un vasco moderado al que Feijóo aupó, cuando pronunció unas breves frases en euskera.

Necesitará más humildad, pero Feijóo fue realista al no querer innovar y mantenerse en el discurso contra el independentismo -más contra Bildu- y quizás incluso en el antisanchismo. «En tiempos de tribulación, no hacer mudanzas», dice el consejo jesuita. Y ligar a Sánchez con el independentismo y apoyar la hostilidad contra una posible amnistía le puede ampliar el electorado. Felipe González (y menos Alfonso Guerra) no tienen sargentos en el PSOE de hoy, pero son referentes para muchos electores. Aunque, ojo, si hay elecciones es que no habrá habido la amnistía que quiere Puigdemont. Y Sánchez no se precipita. Ya hablará de amnistía -si antes la ha pactado- en su discurso de investidura. No antes.

La oferta de seis pactos de Estado y de recuperar el prestigio de las instituciones suena bien, pero no tiene gran credibilidad cuando, durante su mandato, el PP ha seguido boicoteando la renovación del Consejo General del Poder Judicial que debería haber cesado hace casi cinco años. Más atención merecería por parte de Sánchez el aviso de que el PP no es solo el primer partido en el Congreso, sino que domina el Senado y el Gobierno de la mayoría de autonomías y de muchos municipios. ¿Puede funcionar bien España con una ruptura de todos los puentes entre los dos grandes partidos? 

Ese es el gran error de Óscar Puente, un valor socialista de Valladolid que ganó las municipales, pero que no es alcalde por el pacto PP-Vox y que irritó a Feijóo al tratarle «de ganador a ganador». Tras los múltiples ataques y el «Que te vote Txapote», el PSOE quería castigar a Feijóo. Y lo de tener derecho a gobernar por ser la lista más votada debía ser rebatido. Pero Sánchez no podía ningunear al líder de la oposición que, además, tiene más escaños. Cuando se falta al respeto institucional, el más afectado es quien tiene más poder. Y lo de Puente no le ayudará.

En economía, Feijóo dijo algunas cosas chocantes, como apoyar la subida del salario mínimo hasta el 60% del salario medio, contra lo que el PP ha votado repetidamente. En cambio, la crítica a querer solucionar el grave problema de la vivienda controlando aún más los alquileres es más que razonable. La clave es aumentar la oferta de vivienda. 

Y pese a incoherencias, repeticiones y haber quedado un tiempo noqueado tras el zarpazo de Óscar Puente, demostró que, por ser la primera vez, no es un mal parlamentario y tiene aplomo y cara dura. ¿Tanta como Sánchez?